El panorama electoral empieza a dinamizarse en nuestro país, con el
afán de captar el apoyo popular en febrero de 2013. Es así que en las
aspiraciones presidenciales y legislativas, un sinnúmero de
precandidaturas aparece desde las diversas corrientes políticas.
Todas ellas con afanes de obtener el respaldo ciudadano. A ratos, se percibe tan solo la necesidad de sobrevivencia partidaria, antes que de una altruista intervención cívica. Y, desde luego, de un exacerbado afán protagónico de los postulantes.
En el Ecuador, el quehacer político en los últimos años ha tenido como principal repercusión el desgaste de los otrora principales partidos, entre ellos, Izquierda Democrática, Democracia Popular, Roldosista y Social Cristiano. Esto como respuesta a un exagerado caudillismo y a evidentes intereses de carácter corporativo y de grupos de poder financiero.
En estas tiendas partidistas se omitió su carácter amplio y pluralista, que conlleve a la formación de nuevos liderazgos y a la discusión adecuada de sus postulados. Su anquilosamiento devino en falta de oxigenación militante, de estancamiento en la innovación de preceptos ideológicos y de ausencia de un constante debate interno.
Reeditaron por largo tiempo prácticas reprochables y pactos de la “regalada gana” que indignaron en su momento a la población. Aquello provocó el surgimiento de agrupaciones de enfoque contemporáneo, sin que eso tampoco garantice en su totalidad el verdadero fortalecimiento de los cimientos democráticos.
Precisamente, en la configuración democrática es valiosa la plena existencia de las estructuras partidarias, en donde prevalezcan reglamentos, principios, planes de trabajo/gobierno, y demás documentos estatutarios, sumando la activa intervención de la militancia en las acciones formativas y proselitistas.
Ahora cabe citar que la irrupción de movimientos políticos a nivel nacional, provincial y local se ha limitado -en gran medida- a su condición de entidades de coyuntura electoral o de reagrupamiento de sectores viciados, sin una plena definición ideológica, con lo cual se ha puesto en entredicho la tarea política de fondo: el bien común y el servicio público.
Con lo anotado, la ciudadanía atestigua el advenimiento de otra contienda electoral. Y como lo advertí al inicio de este comentario, ya se promueven en espacios mediáticos y otras esferas de presencia masiva a personajes de la izquierda y de la derecha del tablero electoral.
Y unos pocos, que se autocalifican del “centro”. Vaya usted a saber el significado de esta novísima categoría ideológica. Su punto de encuentro y de coincidencia es su enceguecida oposición al régimen correísta, en un maridaje más que curioso, habría que decir, sospechoso.
Sonrisas y discursos rimbombantes. Recorridos y frases trilladas. Maquinaria electoral y figuras postizas. Entrevistas y agendas apretadas. Demagogia abundante y alianzas sorprendentes. Vanidades y aplicación del marketing. ¿Acaso el reflejo de nuestra decadente política ecuatoriana?
Diario El Telégrafo / 18 Jul 2012
Todas ellas con afanes de obtener el respaldo ciudadano. A ratos, se percibe tan solo la necesidad de sobrevivencia partidaria, antes que de una altruista intervención cívica. Y, desde luego, de un exacerbado afán protagónico de los postulantes.
En el Ecuador, el quehacer político en los últimos años ha tenido como principal repercusión el desgaste de los otrora principales partidos, entre ellos, Izquierda Democrática, Democracia Popular, Roldosista y Social Cristiano. Esto como respuesta a un exagerado caudillismo y a evidentes intereses de carácter corporativo y de grupos de poder financiero.
En estas tiendas partidistas se omitió su carácter amplio y pluralista, que conlleve a la formación de nuevos liderazgos y a la discusión adecuada de sus postulados. Su anquilosamiento devino en falta de oxigenación militante, de estancamiento en la innovación de preceptos ideológicos y de ausencia de un constante debate interno.
Reeditaron por largo tiempo prácticas reprochables y pactos de la “regalada gana” que indignaron en su momento a la población. Aquello provocó el surgimiento de agrupaciones de enfoque contemporáneo, sin que eso tampoco garantice en su totalidad el verdadero fortalecimiento de los cimientos democráticos.
Precisamente, en la configuración democrática es valiosa la plena existencia de las estructuras partidarias, en donde prevalezcan reglamentos, principios, planes de trabajo/gobierno, y demás documentos estatutarios, sumando la activa intervención de la militancia en las acciones formativas y proselitistas.
Ahora cabe citar que la irrupción de movimientos políticos a nivel nacional, provincial y local se ha limitado -en gran medida- a su condición de entidades de coyuntura electoral o de reagrupamiento de sectores viciados, sin una plena definición ideológica, con lo cual se ha puesto en entredicho la tarea política de fondo: el bien común y el servicio público.
Con lo anotado, la ciudadanía atestigua el advenimiento de otra contienda electoral. Y como lo advertí al inicio de este comentario, ya se promueven en espacios mediáticos y otras esferas de presencia masiva a personajes de la izquierda y de la derecha del tablero electoral.
Y unos pocos, que se autocalifican del “centro”. Vaya usted a saber el significado de esta novísima categoría ideológica. Su punto de encuentro y de coincidencia es su enceguecida oposición al régimen correísta, en un maridaje más que curioso, habría que decir, sospechoso.
Sonrisas y discursos rimbombantes. Recorridos y frases trilladas. Maquinaria electoral y figuras postizas. Entrevistas y agendas apretadas. Demagogia abundante y alianzas sorprendentes. Vanidades y aplicación del marketing. ¿Acaso el reflejo de nuestra decadente política ecuatoriana?
Diario El Telégrafo / 18 Jul 2012
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