Las tazas
desandan
el
aroma del tiempo,
redescubren
la
memoria de otras latitudes,
delatan
las calles transitadas
las
cúpulas
en
la amplitud de la historia;
ciudades
desconocidas
de
piedra
de
viento
de
equinoccio
de
infancia
de
verdor
de
lejanía.
Las
tazas
acumulan
aguas
del mundo,
el
hombre
sorbe
el último
aliento
de mar.
Morada
ajena
cuyo
faro
anuncia
el horizonte.
Las
tazas
aguardan
en
mi estante
los
colores
del
errante,
la
melodía
de
otros lares
como
nostalgia pura.
De Tránsito y
fulgor del barro, Aníbal Fernando Bonilla, El Ángel Editor, Quito, 2018.
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