TRAVESURAS DE LA NIÑA MALA, de Mario Vargas Llosa, novela extensa que
devela las interioridades del fuego amoroso, desde donde emergen las
cenizas del desamor. En sus páginas se insertan los rostros y rastros
de relaciones de pareja, cuya esencia supera la sensiblería y el
dramatismo, y se acomete en la profundidad de la dicha, pero,
especialmente, del dolor. Es el efecto de la condición humana, en donde
los sentimientos van más allá de lo cotidiano, en un juego macabro de
dimensiones inesperadas. Es la tortura de la piel y del deseo.
¿Será
que en un determinado momento aquella niña mala se atraviesa en
nuestras vidas -como en el caso de Ricardo Somocurcio-, dejándonos una
profusa huella en el corazón? Quién sabe.
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