Cuando se
traspasan las fronteras de alguna manera las visiones, percepciones y hábitos
de los viajeros(as) se modifican y se ensanchan a partir de la interpretación
vivencial. Es un ejercicio placentero que nos conduce al conocimiento y
reconocimiento de la otredad. Y, al descubrimiento de latitudes distintas. A
partir del contacto externo, las ciudades se vuelven cercanas, aunque el
desplazamiento sea por un lapso corto.
Sobre la
esporádica visita a las principales urbes -si cabe tamaña expresión- de nuestra
América, trata el texto Cómo viajar sin ver (Alfaguara,
España, 2010), de Andrés Neuman (Argentina, 1977); bitácora en la cual se
recogen hechos, vicisitudes, episodios, instantáneas de un intenso itinerario
que efectuó el autor a propósito de la obtención de un premio literario y su
correspondiente difusión. “Solo quería escribir de lo que mirase, escuchase,
comprendiese o malinterpretase mientras atravesaba ese laberinto denominado Latinoamérica”,
explica.
Experiencias
de un atento observador que bifurca su gesta creativa con el rastro geográfico tan
disímil en la era globalizante. Una aproximación periodística exquisita en
donde la crónica se confunde con otros géneros, ratificando la nueva oleada que
pervive en este noble oficio en los actuales tiempos. Libro nómada elaborado
entre aeropuertos, hoteles, restaurantes, vehículos de alquiler.
En las
páginas de Cómo viajar sin ver sobresalen destellos poéticos propios y
ajenos - con aliento melancólico por la diáspora-, entre la múltiple topografía
y multiplicidad identitaria: “Al viajar a determinados lugares, nos desplazamos
hacia delante con el cuerpo y hacia atrás con la memoria. Entonces avanzamos
hacia algún pasado”. Asimismo, en otro pasaje se lee: “Hacer maletas nos obliga
a suspender el pasado. El tiempo resbala por la piel del viajero. Para el
sedentario, en cambio, el tiempo pasa lento y deja huella. La quietud es el
motor del recuerdo. La nostalgia recae en quien se queda”.
Es más que
un anecdotario; un testimonio que nos acerca a historias comunes y, también, a
impresiones diversas originadas en Buenos Aires, Montevideo, Santiago, La Paz, Caracas,
Bogotá, Asunción, Tegucigalpa, Miami... Desde luego, la mitad del mundo se
incluye en dicho circuito: “Ecuador es un país que madruga mucho y, sin
embargo, sigue esperando amanecer”.
Roberto
Bolaño ya lo advirtió: “Tocado por la gracia. La literatura del siglo XXI
pertenecerá a Neuman y a unos pocos de sus hermanos de sangre”.
Neuman, el
peregrino, intenta en la coyuntura compartir la verdad de nuestros pueblos,
mejor dicho, su verdad, con lucidez total. Buen viaje.
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