¿Qué tipo de emociones puede esconder un escritor con espíritu
asesino? ¿Cuál es el misterio que ronda en el creador devenido en
criatura vengativa? ¿Es factible que la escritura conlleve al odio y al
cinismo entre sus practicantes?
Javier Garcés, protagonista de
la novela El escritor sale a matar (I parte de la trilogía Morirás
mañana), de Jaime Bayly, de alguna manera responde a las anteriores
inquietudes, poco comunes en el quehacer literario.
“Digamos la verdad: el escritor
no trabaja cuando escribe, sino que celebra su existencia y erige un
pequeño monumento hecho de palabras en honor a sí mismo; todo escritor
es, por definición, un haragán y un ególatra, un rendido admirador de sí
mismo y alguien que goza más leyéndose que leyendo a otros”, reflexiona
Garcés (o cabe decir con precisión el propio Bayly).
El relato tiene como especial connotación el instinto criminal de
Garcés, para lo cual él se vuelve verdugo de la vida de varias personas
que en momentos determinados tuvieron un comportamiento discutible ante
su tarea escritural, ya sea en la crítica, difusión editorial, o,
incluso, en el entramado campo amatorio.
Aquella voz narrativa
fustiga a los círculos intelectuales, medios de comunicación y
estamentos del poder público. Bayly acomete a su manera -tan
característica-, con su tono irónico, en contra de la traición, la
avaricia y la desmedida ambición, aunque esto implique matar sin
escrúpulo alguno.
En El escritor sale a matar (ambientado en
Lima), la muerte es un fantasma recurrente, que, traspasa por el
mismísimo Javier Garcés, ante un equivocado diagnóstico médico, tal vez,
para confirmar, las paradojas que contiene la existencia humana.
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