viernes, 25 de noviembre de 2016

Letras sustituidas por balas


¿Qué tipo de emociones puede esconder un escritor con espíritu asesino? ¿Cuál es el misterio que ronda en el creador devenido en criatura vengativa? ¿Es factible que la escritura conlleve al odio y al cinismo entre sus practicantes?

Javier Garcés, protagonista de la novela El escritor sale a matar (I parte de la trilogía Morirás mañana), de Jaime Bayly, de alguna manera responde a las anteriores inquietudes, poco comunes en el quehacer literario.

“Digamos la verdad: el escritor no trabaja cuando escribe, sino que celebra su existencia y erige un pequeño monumento hecho de palabras en honor a sí mismo; todo escritor es, por definición, un haragán y un ególatra, un rendido admirador de sí mismo y alguien que goza más leyéndose que leyendo a otros”, reflexiona Garcés (o cabe decir con precisión el propio Bayly).

El relato tiene como especial connotación el instinto criminal de Garcés, para lo cual él se vuelve verdugo de la vida de varias personas que en momentos determinados tuvieron un comportamiento discutible ante su tarea escritural, ya sea en la crítica, difusión editorial, o, incluso, en el entramado campo amatorio.

Aquella voz narrativa fustiga a los círculos intelectuales, medios de comunicación y estamentos del poder público. Bayly acomete a su manera -tan característica-, con su tono irónico, en contra de la traición, la avaricia y la desmedida ambición, aunque esto implique matar sin escrúpulo alguno.

En El escritor sale a matar (ambientado en Lima), la muerte es un fantasma recurrente, que, traspasa por el mismísimo Javier Garcés, ante un equivocado diagnóstico médico, tal vez, para confirmar, las paradojas que contiene la existencia humana.


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