viernes, 30 de abril de 2010

OTAVALO: PUEBLO QUE VIVE DE PIE



Otavalo tiene como fisonomía geográfica la belleza expresada en lagunas, montes tutelares, cascadas y otros accidentes propios de la naturaleza andina. Igualmente, en esta ciudad de la región septentrional del Ecuador, confluyen grupos derivados de la indianidad y el mestizaje. No cabe duda, que, Otavalo tiene proyección nacional e internacional, por su emblemática paisajística y por el talento y laboriosidad de su gente.

La sociedad otavaleña convive en un marcado proceso de sincretismo étnico-cultural. Por un lado, los mestizos en constante construcción de su yo individual y colectivo, con la heredad de los diversos estadios historiográficos (pre-hispánico e hispánico), que confluyen en la inacabada problemática nacional del mestizaje.

Por, otro, los indígenas, conscientes de su pasado (pre-incásico, incásico, colonial), predispuestos a trazar los designios del porvenir en medio del sostenimiento de sus valores y la influencia de elementos extranjerizantes inevitables en tiempos de modernidad, y, motivados a visibilizar la lacerante explotación registrada en las páginas del pretérito (obrajes, mitas, encomiendas), la misma que fue marcando una evidente resistencia racial. Al respecto, Gonzalo Rubio Orbe señala: “Pese a todos estos factores (muchos de ellos mantenidos desde la Colonia) y a una serie de fuerzas y elementos negativos, de destrucción de lo indio, de su cultura y valores, el aborigen otavaleño ha sobrevivido, y lo ha hecho de pie y con formas verticales de lucha, de conquista de sus derechos…”.

Efectivamente, no es desconocido para nadie que “lo indio” ha tenido diversas maneras de interpretación en el escenario nacional. Y, en Otavalo, tal denominación ha ido paulatinamente generando lecturas disímiles que, de alguna manera, han confluido en una relación interétnica si no armónica en su totalidad, al menos, superable, mermando en los recientes años, la carga racista local. Es curioso palpar en el hecho cotidiano que este tema no forma parte sustancial en la discusión de la agenda pública, quizás por rezagos mentales históricos, sin embargo, mestizos e indígenas sobrellevan en la praxis una interdependencia que supera el contexto social, ya que aspectos productivos, comerciales, financieros, políticos, religiosos, deportivos, artísticos, etc., obligan a sostener tal interrelación. Ciertamente, hay temores de lado y lado ha aceptar a la otredad. Por desconocimiento. Por intolerancia.

Aunque no se quiera decir, en Otavalo existe un racismo solapado y de doble vía. Ventajosamente, las nuevas generaciones asumen esta realidad desde otra óptica, con otros patrones actitudinales. Ciertos jóvenes kichwa-Otavalos, por ejemplo, por efecto de la emigración, al retornar del extranjero a su ciudad natal mantienen adecuados flujos comunicacionales con sus similares de procedencia mestiza. Los prejuicios van aminorando cada vez que las miradas humanas irrumpen de estratos generacionales recientes. Hay factores que inciden como la preparación académica, el interés de superación profesional, la óptica ecuménica ante las relaciones sociales.

El sentimiento de apropiación de “lo blanco”, tiende a comprimirse. Desde luego que quedan rezagos post-colonialistas de sectores mestizos reaccionarios. Ellos demuestran -por citar un caso- su intransigencia étnica cuando reniegan del poderío económico del “indio” urbano.

Por otra parte, hay que considerar el discurso de un determinado colectivo de la dirigencia indígena que no supera las limitaciones etnocéntricas. Reivindican los postulados indígenas, dando la impresión de su desinterés por la consolidación de una comunidad intercultural.

Cabe aquí la aseveración de Hernán Rodríguez Castelo: “Lo que hace de Otavalo ciudad única y explica sus más agudas peculiaridades es la coexistencia de las dos razas, la india y la mestiza… Y las dos razas han mantenido a través de los tiempos dos lenguas, dos culturas, dos religiones [...], dos ordenamientos jurídicos […]; dos cosmovisiones, en suma”. Otavalo, es en definitiva, según su antiguo nombre: “pueblo que vive de pie”.

Extraído de Diario El Telégrafo, martes 27 de abril de 2010, página 10.

1 comentario:

  1. interesante tu blog, lo encontré navegando y navegando. No sé si te acuerdes de mí, compartirmos las aulas de la Andina, y lo más importante la buena charla y la amistad.
    Saludos cordiales
    Juan

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