Este espacio contiene artículos de opinión y datos informativos sobre arte, cultura, identidad y análisis político. Aunque en esencia, se nutre de la semilla literaria que crece como la vida, y, a ratos, se ausenta como la muerte.
miércoles, 14 de septiembre de 2011
RODRÍGUEZ O LA CONFIGURACIÓN DEL EXPRESIONISMO
El arte plástico devela las interioridades del mundo. Sus intrínsecas maneras de entender los fenómenos sociales, surgen desde variadas ópticas que el creador antepone como sello original.
Ángel Rodríguez Quimba (Otavalo, 1972), es un pintor que se abre paso a partir de la cosmogonía personal. Desde el autoconocimiento ha ido forjando un camino, entre el hiperrealismo, expresionismo y lo neofigurativo. La afinidad por las artes surge desde temprana edad. El dominio del dibujo se acrecienta con el uso del acrílico, tintas y aglutinantes naturales, petróleo industrializado, collage. Su expresión tiene un fuerte contenido social, para lo cual sobresalen texturas fuertes y agresivas, junto con chorreados, manchas, veladuras, craquelados. A ello, se suma su preocupación con el aspecto ecológico, en donde plasma un mensaje irónico y de protesta. Esa sensibilidad se configura en sus cuadros, de manera que el ojo receptor se detiene por un instante con el afán de reflexionar ante el deterioro ambiental y la problemática social, económica, psicológica, filosófica, que deviene tras un sistema oprobioso, injusto y desigual.
Su preocupación por el mejoramiento técnico le acercó a las aulas universitarias y a la investigación. Esto, le conllevó a ampliar el marco conceptual, en donde trasplanta la decadencia de una sociedad desorganizada y consumista.
Las pinceladas se someten a un ritual particular que nace de la motivación del creador. Ante eso, Rodríguez se identifica plenamente con la cotidianidad, como un cúmulo de factores favorables para el desarrollo del espacio pictórico, por lo tanto, sus exposiciones transcurren con igual estimulación entre una galería o los pasillos de un terminal terrestre. Lo importante para él es socializar sus demonios internos y legar una evidencia artística en la comunidad. Sus semillas dolorosas y emociones testimoniales reflejadas en el óleo, también han compartido convocatorias y concursos públicos. Por ejemplo, en el 2011, el Gobierno Municipal de Otavalo, dentro del proyecto Museo al Aire Libre -impulsado por el maestro Jorge Perugachy- le concedió el reconocimiento de joven promesa local.
Su preocupación esencial es la humanidad, para lo cual despliega una poética visual en intensas jornadas de solitaria creación. El arte, es para Rodríguez, la perpetuación de las huellas del tiempo, con lenguajes lúdicos y deslumbrantes.
Este pintor está consciente de las dificultades que conlleva el campo artístico, no obstante, su persistencia supera las mismas, prevaleciendo aquella insaciable construcción de su identidad propia.
Letras de Imbabura No.56, CCE, septiembre del 2011
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