martes, 22 de marzo de 2011

MARZO: TIEMPO DE FEMINIDAD


Marzo es el mes del elogio público dirigido a la mujer, como legado de la lucha histórico-social, no obstante, de una carga contemporánea de banalidad y comercialización. Sin embargo de lo citado, no deja de ser pertinente, añadir enfoques críticos que superen la trivialidad del brindis o la evocación de la frase célebre memorizada.

Desde tal perspectiva, es innegable el proceso reivindicativo alcanzado -de forma vertiginosa- en el transcurso del siglo XX, por el sector femenino, en concordancia a la lógica evolución social. Aspectos superados, sin embargo de secuelas aún existentes, se reflejan en el estudio, en la labor profesional, en la esfera del servicio estatal, en la obtención de plazas en la empresa privada, en la irrupción en espacios anteriormente consagrados exclusivamente a los hombres, en la reformulación de preceptos legales, en el ejercicio democrático, en la participación política, en la liberación de prejuicios, en el plano deportivo, en el aporte artístico, en la modificación y ruptura de cánones de convivencia particular.

Al decir de Fanny Edelman: “[…] las mujeres rompemos vallas económicas, políticas, ideológicas y culturales, apropiándonos de ámbitos que por derecho propio nos corresponden, conquistando un importante protagonismo social, a pesar de las discriminaciones y desigualdades que nos impone el sistema capitalista”.

Efectivamente, pese a los avances visibles, aún falta mucho camino por transitar, en cuanto a la equidad de género y al reconocimiento de la mujer como sujeto proactivo en las relaciones sociales. Aquel cambio estructural debe partir del entendimiento de los elementos antropológicos, sociales y culturales que rodean al ser humano, en la intencionalidad de modificar esquemas mentales.

Desechar ese fantasma patriarcal que limita la cosmovisión del hombre frente a la coexistencia con la mujer, desde el mutuo respeto y miramiento, es la actual vía de las sociedades que pretenden asumir contextos tangibles, privilegiando su potencial civilizatorio incluyente.

La realidad agujereada por la globalización, grafica la problemática femenina sintetizada en la discriminación étnica (especialmente en mujeres indígenas y negras), desempleo, violencia intrafamiliar, acoso laboral, migración, explotación sexual. O sea, hasta cierto punto, somos testigos y cómplices de la feminización de la pobreza y la miseria, sin que eso haga mella en naciones y gobernantes. Más allá de los datos estadísticos, está latente el desafío por exigir el cabal cumplimiento de los derechos adquiridos a favor de las mujeres y, con ello, la aceptación social por construir un modelo diferente de interrelación humana, en donde prime -inicialmente- una transformación actitudinal, en todas y todos los miembros de una comunidad determinada, para lo cual la correspondencia de género favorecerá sin duda a la consecución de la armonía y el bien común.

Publicado en Diario El Telégrafo, 16-marzo-2011, pág.08

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