jueves, 24 de marzo de 2011

LA FUERZA DEL COLOR Y DE LOS SUEÑOS


Con los cuadros de Whitman Gualsaquí Sasi (Otavalo, 1960), sucede que en nuestro corazón se infunde una fuerte carga emotiva, como resultado de aquel “expresionismo andino”, tal como lo detalla Julio Pazos Barrera: “En la mente del artista, las gratas impresiones se convierten en aportes reordenados de diferente manera y cargados con distintos mensajes. En el caso de Gualsaquí los significados intercalan ternura y amor, sensualidad y curiosos resplandores, como esos verdes y rojos que aparecen en las frentes de sus personajes”.

Whitman expresa esperanza y fe, a través de lienzos manchados de una intensa cromática que revelan la irrupción de figuras de raigambre terrígeno, sin que ello aminore su aproximación contemporánea, en donde la sutileza femenina se muestra en primer plano, ya sea a través de rostros inocentes o cuerpos esbeltos. Varios son los elementos característicos en su obra: las flores, los pájaros, las frutas, los cirios. Y, con ello, una marcada huella pretérita que responde a su orgullo nativo. Gualsaquí se apropia de un discurso conducente a reivindicar la religiosidad -entendida como fenómeno de la cultura popular-, las tradiciones y el costumbrismo de su gente, la energía telúrica proveniente de la contemplación lunar. La profunda mirada de la niñez se confunde en el lienzo, junto con la inocencia de los primeros años. La naturaleza es admirada a plenitud en el conjunto de agresivos colores y en la recargada composición artística. Whitman también le pinta al Quito patrimonial; a sus calles estrechas, leyendas reinventadas, casas solariegas, cúpulas de iglesias añejas, arcos vistosos, rincones con aroma a bohemia y nocturnidad.

Para este pintor, la ternura es el referente temático en su obra, más aún cuando emergen aquellas caritas delicadas, de perfecta redondez, invocando en sus miradas profundas un hálito de paz y la búsqueda silenciosa de la armonía. En esas imágenes aparecen -inconscientemente- sus hijas, María José y Anaís. Y, desde luego, su compañera-esposa, María del Carmen.

Whitman es un sencillo ciudadano y -a la vez- lúcido pintor, que aporta con su propuesta plástica a sensibilizar y humanizar nuestros actos cotidianos. El espectador tiene frente a sus ojos una muestra pictórica que devela la plenitud y el gozo del artista ante el hecho creador, con transparencia y deslumbramiento. Marco Antonio Rodríguez señala que: “Ante las pinturas de Gualsaquí, los sentidos decrecen, la vista abdica; es el tacto el que tiene que cerciorarse, y rebatir, lo que la mirada, menguada por su candor, o del meticuloso ajuste de un ardid, da por verdad: la profundidad aparente, el espacio encubierto, la perspectiva ficticia o la extremada -y por ello incierta- compacidad de los elementos, la obstinada tersura de los contornos, la jactancia de las texturas. Pintura profundamente tradicional e intensamente personal”.

Whitman Gualsaquí transmite al público, en estos días, en las salas de la Casa de la Cultura Ecuatoriana -matriz-, sus sentimientos, preocupaciones e interioridades, su profunda dimensión humana, a través de la impronta que produce el dibujo perenne.


Publicado en Diario El Telégrafo, marzo 23 del 2011, pág.08

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