La inseguridad en nuestro país no es el resultado de una percepción. Tampoco un hecho aislado. Diariamente, en los medios masivos de comunicación se reproducen noticias ligadas a sucesos delictivos: asesinatos, asaltos, plagios, sicariato. Diferentes modalidades que los malhechores utilizan en desmedro del indefenso ciudadano/a.
Una ola de miedo ronda en el Ecuador. Ahora la delincuencia atraca en las calles y en el interior de los domicilios y locales comerciales. Con saña y audacia. Con mecanismos macabros. Los ladrones se organizan en bandas, con modernas armas y maneras de operación inimaginables. Los robos se suscitan en el día y en la noche. No existe un horario definido para ello. La ciudadanía se siente desamparada. Lamentablemente, el Estado no responde con efectividad ante el clamor de las personas afectadas. Aún faltan acciones concretas que reduzcan los índices delincuenciales. Tal situación, implica el adecuado financiamiento para la implementación de equipos, estrategias policiales, campañas de prevención y concienciación, operativos de control. Pero, fundamentalmente, políticas gubernamentales que permitan la reducción de los índices de pobreza. Esto es, la ejecución de planes y proyectos que reorienten la condición de vida de la población, que mejore el estatus de existencia humana.
No soy partidario de prácticas represivas que degeneren en un clima de alarma ciudadana. Lo pertinente, es alcanzar los mecanismos idóneos para que los organismos oficiales garanticen la protección de la gente, de acuerdo a lo establecido por la ley. Y, también hay que considerar el rol esencial del sistema judicial, tan venido a menos, por su pérdida de credibilidad y marasmo institucional.
Junto con la labor estatal, la predisposición de la población se vuelve complementaria, ya que con su involucramiento también se contribuiría al retorno de la seguridad. En suma, el tema analizado, compete a todos los miembros de la sociedad.
Extraído de Diario El Telégrafo, junio 22 del 2011
María Sarmiento
ResponderEliminar22 Junio 2011 a las 21:26:
Estimado amigo, no cree que esa irresponsabilidad de la prensa sensacionalista contribuye, en gran manera, para que el auge delincuencial vaya en aumento? Si se dan el trabajo de narrar con lujo de detalles los robos asaltos asesinatos etc. Como que se han constituido en su escuela. Alguna vez llamé a un "periodista" de una radio de la ciudad de Ambato que leía la noticia de un tanquero que trasportaba combustible y al hecerle una soldadura sin las precauciones debidas, explotó y el soldador voló por los aires. Tragedia para su familia sin duda, pero eso era noticia. Le interrogué sobre el hecho de si se había puesto a pensar cómo imaginamos las personas que recibimos la información que acababa de leer? Los seres humanos,estamos hechos de información. Desde la concepción ya recibimos una carga de información genética y al nacer continuamos recibiendo información: sensorial, auditiva y visual y es así como el ser humano va configurando su esquema mental en base a toda la información que recibe hasta el momento de procesarla, es decir cuando comienza a "hacer uso de razón". Por lo expuesto es una responsabilidad social el saber que tipo de información emitimos los padres, maestros y todos quienes tenemos a cargo la formación de seres humanos y ciudadanos. Las empresas publicitarias que se han atribuido el derecho de ser informantes de todo lo que sucede sea procedente o no a nombre de la tan cacareada libertad de expresión son en gran medida los co-causantes de la degradación social. Como comentaba en mi llamada a la radio le dije al narrador si eso era para él periodismo objetivo y por qué consideraba que los "radioescuchas" necesitabamos ese tipo de información. Los señores que hacen comunicación creen que son ellos los que tienen el derecho de hablar, lo que les venga en gana y que los demás estamos en la obligación de escucharlos. Insisto Es obligación de todas las empresas, incluidas de de publicidad, aplicar la responsabilidad social, porque mientras tengamos una información decadente tendremos una sociedad decadente.