El ejercicio político debe ser entendido desde la nobleza de los actos. Desde el alto espíritu del pensamiento y el debate altruista. Desde la confrontación racional de las ideas. Desde el mensaje elocuente que contenga sabiduría y enseñanza. La política es una ciencia que imparte elementos aleccionadores, en el marco de estrategias que permitan mejorar la condición social. En esa tarea es esencial la irrupción de liderazgos que posibiliten el pleno desempeño de planes y programas que dignifiquen al ser humano. La política no sólo que es ciencia, también es práctica cotidiana que rebasa cualquier pronóstico y que se cimenta en la esperanza del hombre que anhela un mañana mejor.
Lamentablemente, la política en el Ecuador ha ido camaleónicamente degenerando en politiquería, que es lo mismo que decir, en una manera vulgar de pugnar por los tentáculos del poder. La política en nuestro país no asimila un adecuado nivel de madurez, pese a los aleccionadores hechos de la historia reciente, en donde el sentir ciudadano derrocó ofrecimientos populistas gubernamentales, a través de la protesta en las plazas y calles, reivindicando -entre otras cosas- la eticidad en el manejo de la Cosa Pública. Esto es, la gente común, consciente del insultante estilo de actuación política, intervino directamente reprobando a los sujetos políticos en su conjunto.
Más allá de la afinidad ideológica, la población aspira una mejor conducción de sus mandatarios y, espera el restablecimiento de la institucionalidad. Tales propósitos pretenden, además, reivindicar el legado político, tan maniatado a intereses particulares y corporativos, y, reducido a protervos fines que contrarían el bien común. Los actores políticos de nuestro medio, son elementos constitutivos de una especie de cofradía envilecida de aquella lucha por detentar el poder, para quienes lo primordial es acceder a las canonjías de la mal consabida política, espacio desde el cual, tras acceder al mismo, recién empiezan a fijarse metas, desde luego, cortoplacistas, que se verán sometidas a las variables que imponen los pactos y acuerdos de trastienda.
En el Ecuador se requiere reinventar la política, para lo cual es imprescindible el involucramiento de todas y todos -no sólo de partidos y movimientos-, desde los más diversos e impensables escenarios. La reformulación del fenómeno político, dependerá, entonces, del grado de compromiso ciudadano.
Extraído de Diario El Telégrafo, junio 29 del 2011
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