miércoles, 27 de octubre de 2010

Fútbol: pasión y sentimiento de masas


El fútbol tiene un lenguaje propio. Es un deporte que convoca a la emoción y al esfuerzo particular y grupal. Apasionante para muchos, banal para algunos, el juego de la pelota es una manera desenfrenada de desechar pesares y un ejercicio inconsciente de catarsis social.

El fútbol se relaciona con el hecho cultural. Se acerca a la cultura de masas. Por lo tanto, no conoce de fronteras. Coexiste en la cotidianidad. Jorge Valdano manifiesta que “el fútbol es cultura porque responde siempre a una determinada forma de ser. Los jugadores actúan como el público exige, de forma que el fútbol se termina pareciendo al sitio donde crece”. En buena parte la idiosincrasia se ve expresada en las actitudes y particularidades que tienen los equipos. Este deporte se convierte en un elemento complementario de la identidad popular.

El fútbol le pertenece al pueblo. A ratos aturdido. A veces melancólico. Siempre esperanzado. El ritual inicia tras el movimiento del balón. La felicidad del aficionado se detiene en el tiempo, se reproduce en las calles, en las plazas y, desde luego, en los estadios: monumentos destinados al derrumbe de multitudes en donde se conjugan gritos infinitos y lágrimas anónimas; templos aturdidos de ruido y fiesta.

El árbitro: individuo con vestimenta negra (guardando la tradición), cuyo accionar lo vuelve enemigo común; juez que monitorea y controla lo incontrolable, esto es, el desborde del balón en medio de las pasiones humanas.

Daniel Samper Pizano cree que “el fútbol es mucho más que veintidós hombres y una pelota de cuero. Hay algo más que alegría en protagonistas y espectadores cuando se produce un buen pase, y hay mucha más que la felicidad pasajera de los dos puntos cuando revienta el gol de la victoria. El fútbol es una fuerza que brota de la última víscera, de lo más hondo de la existencia, de las aguas oscuras del conflicto humano”. Es un sentimiento que se desborda desde la subjetividad del hombre, es el placer del fanático reducido a cada fin de semana. La cancha tiene el color de la esperanza. Acoge con maltrato a esos 22 gladiadores que se sumergen en su césped en defensa de una camiseta. Cada partido atrae tensión y nerviosismo. Un tiro de esquina es una opción a la meta trazada. El disparo de un penal es la puerta abierta a la consolidación del ansiado gol. Son 90 minutos en donde la angustia y el vértigo se anidan en la hinchada.

El fútbol al ser espacio de creación, también se relaciona con la manifestación literaria. Pier Paolo Pasolini asevera que “en el fútbol hay momentos que son exclusivamente poéticos: uno de ellos es el momento del gol. Cada gol es siempre una invención, una subversión del código, cada gol es ineluctabilidad, atropello, estupor, irreversibilidad. Tal como la palabra poética”. En definitiva como describe el propio Pasolini: “El fútbol que expresa más goles es el fútbol más poético”.

Artículo publicado en El Telégrafo, 04 de agosto del 2010, pág.08

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