miércoles, 28 de julio de 2010

ALFARO Y MARTÍ EN EL SIGLO XXI


La difusión cultural es un instrumento vital para que las naciones latinoamericanas coincidan en la afirmación de las utopías permanentes y los sueños libertarios, no obstante, del irreversible trajinar del tiempo.

Bajo la convocatoria de la Casa Editora Sur-Editores y el auspicio de varias instituciones, en estos días se desarrolla de manera itinerante en Ibarra, Quito, Latacunga, Ambato y Riobamba, una propuesta académico-artística de hondo significado, denominada: “Siglo XXI entre Alfaro y Martí, hacia la integración en América Latina”. Proyecto de socialización de las raíces histórico-políticas que supera al mero enunciado formal y, se apoya en el axioma ratificatorio de la permanente hermandad existente entre la isla cubana y nuestro país. Válida iniciativa que en el aspecto esencial reúne en conversatorios a historiadores y estudiosos del pasado (Froylan González, Addys Cupull, Marcela Costales, Jaime Galarza Zavala, Jorge Núñez), quienes comparten sus indagaciones respecto de esos dos símbolos contagiados de heroicidad y patriotismo: Alfaro y Martí.

Efectivamente, a través del incesante activismo cultural, los citados países han consolidado un camino de respeto a su soberanía y una marcada defensa a su autodeterminación. En ese justo desprendimiento unitario, cabe resaltar el latente principio de solidaridad que incluso ha superado la perspectiva ideológica -aunque es innegable que el apoyo brindado a la tierra de Fidel, tiene como cordón umbilical la lección de rebeldía y de ansia independentista en el fulgor del alba, pese al bloqueo comercial, propaganda contrarrevolucionaria y campaña de desinformación imperialista por más de cinco décadas, acechando al proceso revolucionario cubano- en aras de superponer el decoro de la naturaleza humana.

Pero a más del componente cultural, Cuba y Ecuador han coincidido en términos generales -independiente de las coyunturas gubernamentales-, en una alianza en los aspectos: diplomático, educacional, turístico, médico, científico, comercial, industrial, productivo. Por eso, cada vez que se antepone la tarea insoslayable de integración latinoamericana, se rememora consecuente con la heredad histórica de nuestros pueblos, quienes lucharon por su liberación inicial en el período colonialista español y, en la etapa contemporánea decisiva para América Latina, repiten tal actitud en el marco democrático, en donde emergen vientos de transformación social y el relámpago de la esperanza asusta a los poderosos, reeditando con caracteres particulares en cada región un proceso emancipador contrapuesto al capitalismo salvaje, por tanto, a los designios neocoloniales impuestos desde el norte.

Cuba y Ecuador, también se juntan por medio de la palabra escrita. Su literatura le pertenece a Amerindia y al mundo, por su condición amatoria, cotidiana, vivencial y social.

Cuba y Ecuador arrastran la huella de dos íconos: José Julián Martí y Eloy Alfaro Delgado. Ambos, amantes de la libertad, guerreros de batallas incontables, líderes que traspasaron el umbral del destino, hombres vehementes de carne y hueso que trascendieron al fantasma del olvido, amigos de ideales comunes. Junto a ellos, evocamos las semejanzas y diferencias de sus patrias vigentes y fecundas, en síntesis, de Latinoamérica: territorio de infinitas bondades, dolores inclementes, gobernantes insulsos, pero también, de mujeres y hombres diversos y sencillos, valientes y decididos, sensibles y generosos.

Contagiado de la pretensión integradora transcribo un recado reflexivo de José Martí: “El verdadero hombre no mira de qué lado se vive mejor, sino de qué lado está el deber”. Ese deber es, sin duda, la búsqueda insaciable de la dignidad, el progreso y la felicidad de nuestros pueblos con hálito ancestral y espíritu indomable, sin descuidar la inclusión de todo germen insurgente.

Artículo publicado en diario El Telégrafo, pág. 08, junio 16 del 2010

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