miércoles, 28 de julio de 2010

RAYMUNDO MORA Y SU VERDAD ARTÍSTICA


La sensibilidad humana permite acercarnos al embrujo artístico y a las complejidades de la estética creadora, posibilita redescubrir dimensiones insospechadas de sentimientos ocultos, genera elementos determinantes que superan la noción de la realidad. Para Ernesto Sábato “El arte es la manera de ver el mundo de una sensibilidad intensa y curiosa, manera que es propia de cada uno de sus creadores, e intransferible”.

Franklin Raymundo Mora Mediavilla (Otavalo, 1949), es el pintor cautivado de la bondad terrígena, del ambiente solariego, de los callejones empedrados de recuerdos, del reflejo que brota del hombre común, de la inocencia de las personas que deambulan junto con la humildad y, a ratos, con la indigencia.

Mora bosqueja en el lienzo, figuras de raíz tradicional, de carga costumbrista, de procedencia popular, de sello urbano; relacionados con nuestra mágica realidad latinoamericana. Ha utilizado en cada etapa productiva: el lápiz, carbón, acuarela, óleo y la témpera. Para él, pintar “es el oficio de vivir”. Por ello, vive cada instante con regocijo y entusiasmo, la incesante indagación de personajes desconocidos y criaturas noctámbulas; plasmados en cuadros que se asemejan a fotografías extraídas de álbumes añejos. Es impresionante la autenticidad de sus dibujos. Mora se interioriza en el arte como un ritual que, no obstante, ratifica el realismo de su entorno. Cabe aquí, nuevamente, el criterio de Sábato: “No se hace arte, ni se lo siente, con la cabeza sino con el cuerpo entero; con los sentimientos, los pavores, las angustias y hasta los sudores”. Es decir, con los miedos escondidos y audacias prolongadas, con los temores solitarios e incongruencias fugaces.

Raymundo Mora; docente de enseñanza media y superior, retratista, caricaturista y, esencialmente artista plástico, considera que su obra es una “posibilidad de síntesis, de equilibrio, que descubre paisajes subjetivos”. Reticente a las nuevas tecnologías que se juntan con el arte, es partidario de la pintura arraigada al caballete, tal como le inculcaron en el Instituto de Artes Plásticas “Daniel Reyes” de San Antonio de Ibarra. Su afán de mejoramiento profesional le acercó a México -y a la corriente de los muralistas-, al cursar estudios en la Universidad Nacional Autónoma (UNAM). En dicho país, fueron acogidas sus caricaturas en el diario Excelsior. Ganador de varios premios (Primer Premio Nacional de Periodismo Gráfico “Jorge Mantilla Ortega”, Diario El Comercio, 1998), también ha recibido otras distinciones en el territorio nacional. Más de 30 exposiciones individuales y 20 muestras colectivas, dentro y fuera del Ecuador, delatan la relevancia de su trabajo creativo. El universo pictórico de Mora se expande entre la configuración de rostros anónimos envejecidos en el tiempo, bandas populares, huarmis orgullosas de su procedencia kichwa, personalidades extraídas de los libros de historia, duendes juguetones provenientes de relatos fantásticos contados por nuestros mayores, y, paisajes andinos.

Con tono filosófico cree que “hemos llegado a un momento de la historia del arte en el que hay que empezar a construir lo destruido, ha recomponer y a revisar conceptos”.

Raymundo Mora supera los 40 años de incansable actividad con el pincel y la paleta, lapso en el cual ha ratificado su pasión por el arte y, el intrínseco amor por su tierra natal: Otavalo.


Artículo publicado en Diario El Telégrafo, pág. 08, mayo 19 del 2010

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