Este espacio contiene artículos de opinión y datos informativos sobre arte, cultura, identidad y análisis político. Aunque en esencia, se nutre de la semilla literaria que crece como la vida, y, a ratos, se ausenta como la muerte.
miércoles, 28 de julio de 2010
GUSTAVO A. JÁCOME; EL MAESTRO
Otavalo tiene un hijo predilecto: Gustavo Alfredo Jácome (1912). De él no se puede hacer exclusiva referencia sólo como poeta, sino, también, como narrador, literato, estudioso de la estilística, hombre preocupado por su entorno y las circunstancias propias de la vida y, maestro, en el más amplio sentido semántico de la expresión, derivado desde los confines bíblicos.
Gustavo A. Jácome, proviene de la estirpe normalista del Juan Montalvo. Su vasto conocimiento en Ciencias de la Educación, lo impulsó al ejercicio docente por décadas en la Universidad Central del Ecuador. Su perspectiva narrativa se junta con el sendero indigenista, tal como se revela en “Porqué se fueron las garzas” (Premio “José Mejía Lequerica”, 1980). Tal vez, por su apego telúrico y la preocupación del fenómeno interétnico sarance. En el plano profesional sobresale su asesoramiento a la UNESCO. La apasionante vocación en las aulas le permitió la creación de hermosas piezas poéticas dirigidas a la niñez; “Luz y Cristal” y “Amparito”. Este último trabajo según el autor, compendia su propia infancia.
Jácome a más de “Porqué se fueron las garzas” ha escrito “Los Pucho-Remaches”, “Siete Cuentos”, “Barro Dolorido”, “Viñetas Otavaleñas”, “Romancero Otavaleño”, “Estudios Estilísticos”, entre alrededor de 40 obras. De manera rigurosa ha realizado trabajos sobre César Dávila Andrade, Gonzalo Escudero, César Vallejo, Rubén Darío y, textos pedagógicos. Guarda con entusiasmo la enseñanza acogida en la escuela “Diez de Agosto”, particularmente, la cátedra impartida por otro prohombre coterráneo: Fernando Chaves Reyes (olvidado a causa de una prolongada y silenciosa desmemoria colectiva). De su reciente producción bibliográfica aparecen “Gazapos Académicos en Ortografía de la Lengua Española” y la reedición de un par de textos.
Marcelo Valdospinos Rubio califica a este maestro y estudioso de las letras como: “Doctor en otavaleñidad”, parodiando a lo que en su momento Benjamín Carrión expresara de Pío Jaramillo Alvarado: “Doctor en ecuatorianidad”. El propio fundador de la Casa de la Cultura Ecuatoriana definió así a nuestro personaje: “Caso excepcional este de Gustavo Alfredo Jácome dentro del hacer intelectual: el hombre que transita por todos los caminos de la literatura y del pensamiento, con paso seguro, sin vacilaciones… Es un alto apreciador literario… Jácome es, ante todo, un hombre. Con poder de Maestría. O sea de repartir sus dones entre sus semejantes”.
Jácome como formador de generaciones conoció de manera integral la realidad del sistema educativo ecuatoriano, en vista de su vinculación en los diversos niveles (del primario al universitario). Él es el caballero sensible de las ausencias prolongadas de la tierra natal. Podría especular que el hálito de chagritud, o sea, de profundo respeto y cariño al lugar de procedencia permitió transmitir su canto y Balada de Amor a Otavalo (cada verso lúcido y bondadoso refleja los sentimientos íntimos de este vate por excelencia). Esa sensibilidad le motivó donar la biblioteca particular (cuatro mil libros) a su ciudad de origen; acto éste de desprendimiento y desinterés.
Ante ello, el Municipio otavaleño se ha comprometido a edificar un ambicioso y moderno complejo cultural comunitario que llevará su nombre.
Es inevitable compartir la querencia al lomerío y al espejo azul, en época veraniega, descrita por Jácome: “En la esplendidez del cielo veraniego, el ocaso diluye su tristeza. Silenciosa, y dulcemente, en la pálida mejilla de la tarde, comienza a brillar, trémula, como una lágrima, la primera estrella. Paz. Silencio. Y un sentimiento inefable que sube del corazón y florece en los labios: Otavalo…”.
Artículo publicado en diario El Telégrafo, pág. 08, junio 23 del 2010
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Gustavo Alfredo Jácome es un escritor centenario que ha dado prestigio a su provincia y cantón. Su balada de amor a Otavalo es un ejemplo, al igual que sus querencias por la lomería y el espejo azul que definen al valle del amanecer: Otavalo.
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