Junio tiene un vínculo específico en las comunidades indígenas. Con la antelación del caso se preparan los habitantes de los territorios de bagaje andino, con la finalidad de rendirle especial culto a la tierra, de agradecer a la Pachamama por las bondades que brinda a partir de la siembra y posterior cosecha de productos comestibles. Además, se reitera anualmente, desde la cronología de los sentidos y de la vida, el sentimiento de admiración y tributo al Taita Inti. Los comuneros(as) alborozados(as) se inmiscuyen en una fiesta de ribetes milenarios en donde la chicha y la comida comunitaria (mote, fritada, tostado, papas, choclo, habas, gallina, cuy) forman parte del rito descrito.
Entonces el Inti Raymi aflora desde el fulgor colectivo, para que propios y extraños conviden de la riqueza cultural de nuestros pueblos con raíz ancestral. En esta festividad intervienen centenares de indígenas disfrazados, quienes al ritmo de la flauta, la guitarra, el bombo, el rondador, danzan de manera interminable por círculos concéntricos que revelan el contacto profundo con la devoción de la tierra, bajo el liderazgo del Aya Uma. En este intenso baile se suman mestizos y visitantes foráneos, interesados en conocer las peculiaridades de esta fiesta veraniega que pervive, sin embargo, del tiempo.
Entre las características que resaltan consta la solidaridad de los participantes, en los aspectos organizativos y logísticos. La preparación de los alimentos, por ejemplo, es asumida por las huarmis de cada comarca. Con ello, cada miembro de la comunidad tiene su responsabilidad, la cual es asumida en pro del éxito de la festividad, la misma que va rotando en cada sector como consecuencia de su condición de prioste, designado en sendas ceremonias.
Pero el Inti Raymi no solo se celebra en la ruralidad. En Otavalo, los vientos de modernidad, que obligan a procesos migratorios, han permitido que en el área urbana se desarrolle esta actividad que se convierte en una expresión legítima de interculturalidad, cuyo sincretismo religioso, cultural y étnico se fortalece, sobre todo, en las presentes y nuevas generaciones. Es una reivindicación espiritual reflejada en el baño en las vertientes límpidas de agua. Es la armonización entre el hombre y la naturaleza. Es la purificación energética. Fiesta que ha trascendido las fronteras. Hoy se conmemora con igual ímpetu en Estados Unidos, España, Holanda, Japón, Canadá, etc.
De los cronistas se desprende que el Inti Raymi tiene antecedentes incásicos, lo cual conlleva a pensar que su sobrevivencia incluye difíciles etapas de sometimiento y flagelo histórico. Su valía radica en la perseverante y evolutiva permanencia en las poblaciones de incidencia indígena.
Diario El Telégrafo / 19 Jun 2013
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