Según Juan Paz y Miño: “Tres ideas entrelazadas formaron la esencia del pensamiento martiano: la libertad de Cuba, el sentido latinoamericanista de la revolución y el anhelo por evitar que un nuevo colonialismo se extienda sobre los países de la región”.
De aquello se desprende que Martí fue un íntegro patriota, un gestor visionario de la inclusión latinoamericana y un ferviente militante antiimperialista. Así como en su momento el Libertador Simón Bolívar advirtió respecto del afán expansionista y de dominación geopolítica proveniente desde Norteamérica, Martí, en una epístola a Mercado, en el epílogo de su vida, grafica similar percepción: “...ya estoy todos los días en peligro de dar mi vida por la patria y por mi deber -puesto que lo entiendo tengo ánimos con que realizarlo- de impedir a tiempo con la independencia de Cuba que se extiendan por las Antillas los Estados Unidos y caigan, con esa fuerza más, sobre nuestras tierras de América. Cuanto hice hasta hoy, y haré, es para eso...”.
Su amor a Cuba impresiona. Fue un hombre que cultivó -a través de las letras- la pasión por la patria y -por intermedio del fusil- la emancipación de los pueblos. Ese sentimiento terrígeno y de defensa a la tierra natal se reflejó en su escritura, aun a costa de cierta beligerancia: “El amor, madre, a la patria/ no es el amor ridículo a la tierra/ ni a la yerba que pisan nuestras plantas:/ es el odio invencible a quien la oprime,/ es el rencor eterno a quien la ataca”. De manera constante, sea en verso o en prosa, reflexionó alrededor del tema citado: “La patria necesita sacrificios. Es ara y no pedestal. Se la sirve, pero no se la toma para servirse de ella”.
Fue autor de varios libros, entre los que sobresalen: “El presidio político en Cuba”, “La república española ante la revolución cubana”, “Diarios de campaña”, “Nuestra América”, “Ismaelillo”, “Versos sencillos”, “Versos libres”. Supo canalizar una propuesta múltiple a través de diferentes géneros literarios, en donde se imprime la huella de la corriente modernista. No obstante su intenso y prolífico aporte en el campo bibliográfico, siempre estuvo pendiente de la organización político- revolucionaria. Por ello fundó en abril de 1892 el Partido Revolucionario Cubano.
Su decidida actitud combatiente se reflejó en la guerra de 1895; año de su deceso en pleno combate en Dos Ríos, al oriente cubano, “de cara al Sol” como él anunció en sus “Versos sencillos”. Recién en 1898 se concretó el fin del colonialismo español en la isla, aunque, paradójicamente, con la intromisión de tropas norteamericanas y, por ende, de un nuevo sistema de coloniaje. Luego de aproximadamente cuatro años Cuba alcanzó un relativo nivel de independencia.
El legado de insurrección, rigurosidad académica, preocupación ideológico-política y sensibilidad poética impuesto por el “Apóstol” sigue incólume en el tiempo y, desde luego, se mantendrá vigente de forma imperecedera por medio de las páginas de la historia: “Yo soy un hombre sincero/ de donde crece la palma,/ y antes de morirme quiero/ echar mis versos del alma./ Con los pobres de la tierra/ quiero yo mi suerte echar:/ el arroyo de la sierra/ me complace más que el mar”.
Diario El Telégrafo / 06 Feb 2013
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