La unidad latinoamericana se afianza en el momento actual, ante la
voluntad política de los mandatarios atribuida en cada nación. Cabe
mencionar que en los últimos años tal sentimiento de fraternidad
continental se ha expresado en aspectos del desarrollo social,
económico, productivo, comercial y, desde luego, de claras
coincidencias ideológicas. Añadiendo a ello, la impronta histórica de
nuestros pueblos en gestas emancipadoras y el acumulado identitario que
nos proyecta a partir de fuertes simbolismos culturales como la gran
patria latinoamericana.
Tal situación ha despertado en la ciudadanía un marcado orgullo de pertenencia ante los signos de soberanía existente; pero, también, una manifiesta predisposición por consolidar un proceso de integración que reivindique el anhelo supremo del Libertador Simón Bolívar y de otros próceres y mentalizadores de la libertad sudamericana. La ciudadanía testifica el ejercicio democrático en la loable intención de entrelazar esfuerzos comunes, con el paulatino robustecimiento de estamentos como el MERCOSUR, UNASUR, ALBA, CELAC, OLADE, desde donde se comparten experiencias y se discuten proyectos de mediana y larga data y se discuten iniciativas serias en aras del sueño integracionista.
Para el efecto, hay similitudes, pero también, características distintas que enriquecen el acervo de cada país involucrado. En el caso político, es una innegable realidad la corriente progresista que se impone en América Latina y el Caribe, situación que causa expectativas evidentes respecto del futuro inmediato.
Ecuador, junto con Venezuela y Bolivia, reivindican una izquierda de nuevo tipo, conjugando anhelos semejantes con particularidades propias. En una vía parecida transitan también: Brasil, Argentina, Uruguay, sin dejar de resaltar el enorme aporte de Nicaragua, tomando en consideración su engranaje histórico específico.
Ahora, cuál debería ser la tarea impuesta por dichos países, y sus pares que podrían asumir en el corto lapso posiciones parecidas de gobernanza, desde la izquierda, como el caso de Chile. Al respecto comparto el criterio de Juan Paz y Miño: “El desafío que enfrentan los gobiernos de la nueva izquierda en América Latina es el de garantizar, con un eficaz ejercicio gubernamental, a esta tendencia política en el largo plazo, de modo que incluso se vuelva irreversible; pero, además, se requiere la creación de una base social y popular no solo de respaldo electoral, sino también organizada, movilizada y participante”.
Entonces hay dos elementos de afianzamiento: en el plano interno, la validación de la estructura ciudadana, y en el contexto externo, ratificar la intención integracionista en todo su sentido.
Diario El Telégrafo / 10 Abr 2013
Tal situación ha despertado en la ciudadanía un marcado orgullo de pertenencia ante los signos de soberanía existente; pero, también, una manifiesta predisposición por consolidar un proceso de integración que reivindique el anhelo supremo del Libertador Simón Bolívar y de otros próceres y mentalizadores de la libertad sudamericana. La ciudadanía testifica el ejercicio democrático en la loable intención de entrelazar esfuerzos comunes, con el paulatino robustecimiento de estamentos como el MERCOSUR, UNASUR, ALBA, CELAC, OLADE, desde donde se comparten experiencias y se discuten proyectos de mediana y larga data y se discuten iniciativas serias en aras del sueño integracionista.
Para el efecto, hay similitudes, pero también, características distintas que enriquecen el acervo de cada país involucrado. En el caso político, es una innegable realidad la corriente progresista que se impone en América Latina y el Caribe, situación que causa expectativas evidentes respecto del futuro inmediato.
Ecuador, junto con Venezuela y Bolivia, reivindican una izquierda de nuevo tipo, conjugando anhelos semejantes con particularidades propias. En una vía parecida transitan también: Brasil, Argentina, Uruguay, sin dejar de resaltar el enorme aporte de Nicaragua, tomando en consideración su engranaje histórico específico.
Ahora, cuál debería ser la tarea impuesta por dichos países, y sus pares que podrían asumir en el corto lapso posiciones parecidas de gobernanza, desde la izquierda, como el caso de Chile. Al respecto comparto el criterio de Juan Paz y Miño: “El desafío que enfrentan los gobiernos de la nueva izquierda en América Latina es el de garantizar, con un eficaz ejercicio gubernamental, a esta tendencia política en el largo plazo, de modo que incluso se vuelva irreversible; pero, además, se requiere la creación de una base social y popular no solo de respaldo electoral, sino también organizada, movilizada y participante”.
Entonces hay dos elementos de afianzamiento: en el plano interno, la validación de la estructura ciudadana, y en el contexto externo, ratificar la intención integracionista en todo su sentido.
Diario El Telégrafo / 10 Abr 2013
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