Las elecciones de febrero de 2014 nos inducen a reflexionar sobre la necesidad de fortalecer los espacios de discusión política y de abrir canales de entendimiento sobre el contenido ideológico de cada tienda partidaria.
Ahora bien, como rezago de lo que otrora fue el caduco sistema electoral, desde la inmediatez de los plazos y la urgencia de las inscripciones, los movimientos y partidos se encuentran en la tarea de seleccionar mujeres y hombres que asumirán las candidaturas a los diferentes niveles de participación político-administrativo, a ratos, descuidando lo esencial: la deliberación formal y técnica de planes de trabajo y programas realizables, acordes a los lineamientos del Plan Nacional del Buen Vivir. En más de un caso la prevalencia de estructuras tradicionales conlleva a fórmulas clientelares, en donde el caudillismo predomina, a partir de condiciones de acomodo grupal.
¿Qué queremos hacer en nuestra parroquia? ¿Cuál es el futuro que anhelamos para nuestro cantón? ¿Cuál es el concepto de desarrollo que aspiramos a edificar en nuestra provincia? Son algunas de las preguntas que cada candidato(a) debería responder en el seno de su agrupación política y en el conglomerado en general.
Entonces, la militancia tendría los elementos necesarios para apoyar a determinado postulante y propuesta
programática.
Al interior de los partidos debería primar el debate de ideas por quienes tienen aspiraciones electorales. Sin embargo, pocas son las experiencias, al respecto, asumidas en cada núcleo partidista. A ello debe sumarse la responsabilidad de la dirigencia para generar una activa participación ciudadana en la designación de candidatos(as) a través de mecanismos de reforzamiento democrático, ya sean estos en procesos de primarias, votaciones internas, encuestas, sondeos de opinión, consideraciones analíticas, entre otros aspectos similares.
Los grupos políticos, además, deben soslayar la plena vigencia de actores sociales que de manera directa vienen reivindicando postulados en el escenario político, razón por la cual corresponde que sean considerados en la dimensión de sujetos políticos. Tal es el caso del movimiento indígena. En ello cabe repensar la importancia de sostener alianzas que descuellen a las intenciones electoralistas. Y que la capacidad de inclusión política esté cimentada por principios semejantes y por conductas coherentes de sus líderes y lideresas.
Sectores de izquierda deben abrigar senderos conjuntos con sus congéneres y no coquetear con la madriguera de la rancia derecha, por elemental sentido de coherencia ideológica y algo fundamental: de atributo ético.
Diario El Telégrafo / 14 Ago 2013
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