Hay distintas formas de amor según la apreciación de Erich Fromm. El
amor fraternal, materno, erótico, a sí mismo, a Dios. En una cavilación
casi inútil hago hincapié al amor de pareja, tal vez porque sigo
buscando y descifrando una respuesta a esa milenaria inquietud sobre
¿qué es el amor? O porque la rutina se encarga de eliminar la definición
que en algún momento estuvo presente en el corazón roto de ilusiones.
Se ha dicho y escrito en demasía alrededor del tema, y se lo seguirá
haciendo. El amor es más que una quimera; una realidad que ofrece
felicidad y dolor. Una macabra sinfonía de placer y angustia. Una
dualidad maldita de gozo y sufrimiento.
El amor es la noche que se detiene en el umbral de la desolación, la lluvia que inunda nuestro hogar de incertidumbre, el advenimiento de la fe a cuentagotas, el estallido de ventura, el agitado huracán de desventura, la alegría de un par de idiotas, las lágrimas desvanecidas en el rostro de la otredad, el silbido de la vida, la demolición de los cuerpos.
El amor es la estratagema de la alegría, el camino tortuoso e interminable hacia lo incierto, la bandera agitada por los amantes luego del infortunio, el ritual sumergido en las sábanas a la intemperie de la madrugada, la desacralización del sexo, la locura institucionalizada en el matrimonio.
Para Hólger Córdova Vinueza: “… el amor es un vals de enemigos que se aman para odiarse y se olvidan para extrañarse, un vals que los enemigos quieren bailarlo juntos pero no pueden, un vals que intenta unificarlos y aislarlos, un vals que termina y no termina, que concluye y se reconstruye por la seducción, un vals en que los enemigos regresan para unirse y no dejan de separarse”.
El amor es el calor que proyecta el Sol en un día cualquiera, la flor que se presta para la admiración, la melancolía vigente en medio del adiós, la conciencia de la pareja, la camisa blanca planchada a la perfección y el desayuno celebrado con el aroma inconfundible del café.
El amor es el fuego eternizado con el tiempo, la libertad que se busca sin fusil, el rojo atardecer al filo de la playa, la sabiduría que no se encuentra en los libros sino en la sinceridad de los actos, la razón de una existencia conjunta, las piedras del río recogidas con el afán de perpetuar ese instante sin importar que luego se enlode el recuerdo.
El amor es la mordaza impuesta en febrero, la montaña inmóvil que provoca energía tutelar, la sonrisa fidedigna a propósito del invierno, el lenguaje del mundo, el canto febril del adolescente, la promesa incumplida del hombre, la contemplación de la desnudez en un cuarto prohibido.
Según Antonio Gala: “Quizá el amor es simplemente esto:/ entregar una mano a otras dos manos,/ olfatear una dorada nuca/ y sentir que otro cuerpo nos responde en silencio”. Sin duda, eso es el amor.
Diario El Telégrafo / 11 Feb 2014
El amor es la noche que se detiene en el umbral de la desolación, la lluvia que inunda nuestro hogar de incertidumbre, el advenimiento de la fe a cuentagotas, el estallido de ventura, el agitado huracán de desventura, la alegría de un par de idiotas, las lágrimas desvanecidas en el rostro de la otredad, el silbido de la vida, la demolición de los cuerpos.
El amor es la estratagema de la alegría, el camino tortuoso e interminable hacia lo incierto, la bandera agitada por los amantes luego del infortunio, el ritual sumergido en las sábanas a la intemperie de la madrugada, la desacralización del sexo, la locura institucionalizada en el matrimonio.
Para Hólger Córdova Vinueza: “… el amor es un vals de enemigos que se aman para odiarse y se olvidan para extrañarse, un vals que los enemigos quieren bailarlo juntos pero no pueden, un vals que intenta unificarlos y aislarlos, un vals que termina y no termina, que concluye y se reconstruye por la seducción, un vals en que los enemigos regresan para unirse y no dejan de separarse”.
El amor es el calor que proyecta el Sol en un día cualquiera, la flor que se presta para la admiración, la melancolía vigente en medio del adiós, la conciencia de la pareja, la camisa blanca planchada a la perfección y el desayuno celebrado con el aroma inconfundible del café.
El amor es el fuego eternizado con el tiempo, la libertad que se busca sin fusil, el rojo atardecer al filo de la playa, la sabiduría que no se encuentra en los libros sino en la sinceridad de los actos, la razón de una existencia conjunta, las piedras del río recogidas con el afán de perpetuar ese instante sin importar que luego se enlode el recuerdo.
El amor es la mordaza impuesta en febrero, la montaña inmóvil que provoca energía tutelar, la sonrisa fidedigna a propósito del invierno, el lenguaje del mundo, el canto febril del adolescente, la promesa incumplida del hombre, la contemplación de la desnudez en un cuarto prohibido.
Según Antonio Gala: “Quizá el amor es simplemente esto:/ entregar una mano a otras dos manos,/ olfatear una dorada nuca/ y sentir que otro cuerpo nos responde en silencio”. Sin duda, eso es el amor.
Diario El Telégrafo / 11 Feb 2014
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