Los partidos y movimientos políticos consolidan con su activa
participación el ambiente democrático de las sociedades. Tal presencia
institucional posibilita la madurez ciudadana, más allá de la coyuntura
electoral.
Visto de esta manera, las agrupaciones políticas tienen un rol específico en el contexto del fortalecimiento democrático. Esto significa que su tarea supera la dimensión electoralista.
La función partidaria propende a una directa inclusión participativa con los diversos actores sociales y, desde luego, políticos. Para el efecto, requiere la socialización de su ideario y programa de gobierno. Entre sus objetivos, desde luego, está el ascenso al poder político, a partir de un amplio ejercicio de aglutinamiento de militantes y simpatizantes, y de la convocatoria que alcance en la colectividad, considerando aspectos de inclusión y pluralidad.
Las tiendas políticas a ratos responden a intereses corporativos o grupales determinados, lo cual contraría la perspectiva integral del conjunto de la sociedad. Estas instancias de expresión ideológica deben canalizar las demandas ciudadanas y establecer vínculos permanentes con la gente para consolidar una base social firme.
Los partidos políticos, en la configuración teórica, establecen líneas propositivas de cara al manejo público y discuten ideales en pro del bienestar común. Su existencia demanda un aparato militante constante y un plan de acción continuo, en donde se incluya una escuela de formación de líderes y lideresas.
Por otra parte, dichos grupos deben acatar las disposiciones emanadas de la función electoral, con la intención de mantenerse vigentes en la palestra pública. Sin embargo, los últimos acontecimientos derivados de la recolección de firmas, como requisito para la legalización del número del casillero respectivo, revela inconvenientes en el sistema propuesto y, sobre todo, en algunos casos, el detrimento del quehacer político, por ciertos dirigentes, quienes irrumpieron con evidentes anomalías, teniendo como afán exclusivo favorecer a la fuerza representada por ellos.
Es propicio que se clarifique la situación descrita, fuera de cualquier acusación que intente afectar las elecciones venideras. El aspecto de fondo tiene relación con la responsabilidad asumida por los partidos y movimientos, como instrumentos de conciencia democrática. Para ello, tienen que posicionarse en el electorado como entidades con alta carga de ética y credibilidad. Los sujetos políticos responden, además, a los requerimientos ciudadanos y a las exigencias históricas determinadas.
Diario El Telégrafo / 15 Ago 2012
Visto de esta manera, las agrupaciones políticas tienen un rol específico en el contexto del fortalecimiento democrático. Esto significa que su tarea supera la dimensión electoralista.
La función partidaria propende a una directa inclusión participativa con los diversos actores sociales y, desde luego, políticos. Para el efecto, requiere la socialización de su ideario y programa de gobierno. Entre sus objetivos, desde luego, está el ascenso al poder político, a partir de un amplio ejercicio de aglutinamiento de militantes y simpatizantes, y de la convocatoria que alcance en la colectividad, considerando aspectos de inclusión y pluralidad.
Las tiendas políticas a ratos responden a intereses corporativos o grupales determinados, lo cual contraría la perspectiva integral del conjunto de la sociedad. Estas instancias de expresión ideológica deben canalizar las demandas ciudadanas y establecer vínculos permanentes con la gente para consolidar una base social firme.
Los partidos políticos, en la configuración teórica, establecen líneas propositivas de cara al manejo público y discuten ideales en pro del bienestar común. Su existencia demanda un aparato militante constante y un plan de acción continuo, en donde se incluya una escuela de formación de líderes y lideresas.
Por otra parte, dichos grupos deben acatar las disposiciones emanadas de la función electoral, con la intención de mantenerse vigentes en la palestra pública. Sin embargo, los últimos acontecimientos derivados de la recolección de firmas, como requisito para la legalización del número del casillero respectivo, revela inconvenientes en el sistema propuesto y, sobre todo, en algunos casos, el detrimento del quehacer político, por ciertos dirigentes, quienes irrumpieron con evidentes anomalías, teniendo como afán exclusivo favorecer a la fuerza representada por ellos.
Es propicio que se clarifique la situación descrita, fuera de cualquier acusación que intente afectar las elecciones venideras. El aspecto de fondo tiene relación con la responsabilidad asumida por los partidos y movimientos, como instrumentos de conciencia democrática. Para ello, tienen que posicionarse en el electorado como entidades con alta carga de ética y credibilidad. Los sujetos políticos responden, además, a los requerimientos ciudadanos y a las exigencias históricas determinadas.
Diario El Telégrafo / 15 Ago 2012
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