Este espacio contiene artículos de opinión y datos informativos sobre arte, cultura, identidad y análisis político. Aunque en esencia, se nutre de la semilla literaria que crece como la vida, y, a ratos, se ausenta como la muerte.
miércoles, 28 de julio de 2010
GUSTAVO A. JÁCOME; EL MAESTRO
Otavalo tiene un hijo predilecto: Gustavo Alfredo Jácome (1912). De él no se puede hacer exclusiva referencia sólo como poeta, sino, también, como narrador, literato, estudioso de la estilística, hombre preocupado por su entorno y las circunstancias propias de la vida y, maestro, en el más amplio sentido semántico de la expresión, derivado desde los confines bíblicos.
Gustavo A. Jácome, proviene de la estirpe normalista del Juan Montalvo. Su vasto conocimiento en Ciencias de la Educación, lo impulsó al ejercicio docente por décadas en la Universidad Central del Ecuador. Su perspectiva narrativa se junta con el sendero indigenista, tal como se revela en “Porqué se fueron las garzas” (Premio “José Mejía Lequerica”, 1980). Tal vez, por su apego telúrico y la preocupación del fenómeno interétnico sarance. En el plano profesional sobresale su asesoramiento a la UNESCO. La apasionante vocación en las aulas le permitió la creación de hermosas piezas poéticas dirigidas a la niñez; “Luz y Cristal” y “Amparito”. Este último trabajo según el autor, compendia su propia infancia.
Jácome a más de “Porqué se fueron las garzas” ha escrito “Los Pucho-Remaches”, “Siete Cuentos”, “Barro Dolorido”, “Viñetas Otavaleñas”, “Romancero Otavaleño”, “Estudios Estilísticos”, entre alrededor de 40 obras. De manera rigurosa ha realizado trabajos sobre César Dávila Andrade, Gonzalo Escudero, César Vallejo, Rubén Darío y, textos pedagógicos. Guarda con entusiasmo la enseñanza acogida en la escuela “Diez de Agosto”, particularmente, la cátedra impartida por otro prohombre coterráneo: Fernando Chaves Reyes (olvidado a causa de una prolongada y silenciosa desmemoria colectiva). De su reciente producción bibliográfica aparecen “Gazapos Académicos en Ortografía de la Lengua Española” y la reedición de un par de textos.
Marcelo Valdospinos Rubio califica a este maestro y estudioso de las letras como: “Doctor en otavaleñidad”, parodiando a lo que en su momento Benjamín Carrión expresara de Pío Jaramillo Alvarado: “Doctor en ecuatorianidad”. El propio fundador de la Casa de la Cultura Ecuatoriana definió así a nuestro personaje: “Caso excepcional este de Gustavo Alfredo Jácome dentro del hacer intelectual: el hombre que transita por todos los caminos de la literatura y del pensamiento, con paso seguro, sin vacilaciones… Es un alto apreciador literario… Jácome es, ante todo, un hombre. Con poder de Maestría. O sea de repartir sus dones entre sus semejantes”.
Jácome como formador de generaciones conoció de manera integral la realidad del sistema educativo ecuatoriano, en vista de su vinculación en los diversos niveles (del primario al universitario). Él es el caballero sensible de las ausencias prolongadas de la tierra natal. Podría especular que el hálito de chagritud, o sea, de profundo respeto y cariño al lugar de procedencia permitió transmitir su canto y Balada de Amor a Otavalo (cada verso lúcido y bondadoso refleja los sentimientos íntimos de este vate por excelencia). Esa sensibilidad le motivó donar la biblioteca particular (cuatro mil libros) a su ciudad de origen; acto éste de desprendimiento y desinterés.
Ante ello, el Municipio otavaleño se ha comprometido a edificar un ambicioso y moderno complejo cultural comunitario que llevará su nombre.
Es inevitable compartir la querencia al lomerío y al espejo azul, en época veraniega, descrita por Jácome: “En la esplendidez del cielo veraniego, el ocaso diluye su tristeza. Silenciosa, y dulcemente, en la pálida mejilla de la tarde, comienza a brillar, trémula, como una lágrima, la primera estrella. Paz. Silencio. Y un sentimiento inefable que sube del corazón y florece en los labios: Otavalo…”.
Artículo publicado en diario El Telégrafo, pág. 08, junio 23 del 2010
ALFARO Y MARTÍ EN EL SIGLO XXI
La difusión cultural es un instrumento vital para que las naciones latinoamericanas coincidan en la afirmación de las utopías permanentes y los sueños libertarios, no obstante, del irreversible trajinar del tiempo.
Bajo la convocatoria de la Casa Editora Sur-Editores y el auspicio de varias instituciones, en estos días se desarrolla de manera itinerante en Ibarra, Quito, Latacunga, Ambato y Riobamba, una propuesta académico-artística de hondo significado, denominada: “Siglo XXI entre Alfaro y Martí, hacia la integración en América Latina”. Proyecto de socialización de las raíces histórico-políticas que supera al mero enunciado formal y, se apoya en el axioma ratificatorio de la permanente hermandad existente entre la isla cubana y nuestro país. Válida iniciativa que en el aspecto esencial reúne en conversatorios a historiadores y estudiosos del pasado (Froylan González, Addys Cupull, Marcela Costales, Jaime Galarza Zavala, Jorge Núñez), quienes comparten sus indagaciones respecto de esos dos símbolos contagiados de heroicidad y patriotismo: Alfaro y Martí.
Efectivamente, a través del incesante activismo cultural, los citados países han consolidado un camino de respeto a su soberanía y una marcada defensa a su autodeterminación. En ese justo desprendimiento unitario, cabe resaltar el latente principio de solidaridad que incluso ha superado la perspectiva ideológica -aunque es innegable que el apoyo brindado a la tierra de Fidel, tiene como cordón umbilical la lección de rebeldía y de ansia independentista en el fulgor del alba, pese al bloqueo comercial, propaganda contrarrevolucionaria y campaña de desinformación imperialista por más de cinco décadas, acechando al proceso revolucionario cubano- en aras de superponer el decoro de la naturaleza humana.
Pero a más del componente cultural, Cuba y Ecuador han coincidido en términos generales -independiente de las coyunturas gubernamentales-, en una alianza en los aspectos: diplomático, educacional, turístico, médico, científico, comercial, industrial, productivo. Por eso, cada vez que se antepone la tarea insoslayable de integración latinoamericana, se rememora consecuente con la heredad histórica de nuestros pueblos, quienes lucharon por su liberación inicial en el período colonialista español y, en la etapa contemporánea decisiva para América Latina, repiten tal actitud en el marco democrático, en donde emergen vientos de transformación social y el relámpago de la esperanza asusta a los poderosos, reeditando con caracteres particulares en cada región un proceso emancipador contrapuesto al capitalismo salvaje, por tanto, a los designios neocoloniales impuestos desde el norte.
Cuba y Ecuador, también se juntan por medio de la palabra escrita. Su literatura le pertenece a Amerindia y al mundo, por su condición amatoria, cotidiana, vivencial y social.
Cuba y Ecuador arrastran la huella de dos íconos: José Julián Martí y Eloy Alfaro Delgado. Ambos, amantes de la libertad, guerreros de batallas incontables, líderes que traspasaron el umbral del destino, hombres vehementes de carne y hueso que trascendieron al fantasma del olvido, amigos de ideales comunes. Junto a ellos, evocamos las semejanzas y diferencias de sus patrias vigentes y fecundas, en síntesis, de Latinoamérica: territorio de infinitas bondades, dolores inclementes, gobernantes insulsos, pero también, de mujeres y hombres diversos y sencillos, valientes y decididos, sensibles y generosos.
Contagiado de la pretensión integradora transcribo un recado reflexivo de José Martí: “El verdadero hombre no mira de qué lado se vive mejor, sino de qué lado está el deber”. Ese deber es, sin duda, la búsqueda insaciable de la dignidad, el progreso y la felicidad de nuestros pueblos con hálito ancestral y espíritu indomable, sin descuidar la inclusión de todo germen insurgente.
Artículo publicado en diario El Telégrafo, pág. 08, junio 16 del 2010
POESÍA EN PARALELO CERO
“Un mensaje de hermandad y de solidaridad para todos los poetas de este Encuentro, para no dejar morir la palabra ante la voracidad de algunos seres humanos que después de saquear a otros ya están agotando las riquezas de la tierra; que nuestras palabras continúen mostrando la belleza del mundo natural y social, y nuestros versos sirvan para demostrar que ‘hoy es siempre todavía’… Si hay poesía y lluvia, hay cosecha". Esta frase-saludo emitida desde la hermana isla de Cuba, por Juan Nicolás Padrón, tras conocer sobre la realización del recital “Voz a Vos” en Otavalo; en el marco del Segundo Encuentro Internacional de Poetas en Ecuador “Poesía en Paralelo Cero”; cuya cobertura incluyó Quito y Esmeraldas (evento desarrollado del 30 de mayo al 05 de junio), resume en buena parte la intención de juntar a través de la estética de la palabra, a varios países del orbe; es decir, a diferentes identidades, concepciones, estilos, complejidades, temáticas que circundan a partir de la condición humana.
En Otavalo se escuchó con atención y de viva voz la creación de 12 poetas provenientes de México, España, Colombia, Chile, Perú, Bolivia, Israel, y, desde luego, Ecuador (Margarito Cuellar, Víctor Cabrera, Isla Correyero, Eloy Sánchez Rosillo, José Luis Díaz-Granados, Malú Urriola, Mario Meléndez, Victoria Guerrero, Vilma Tapia, Margalit Matitiahu, Carlos Eduardo Jaramillo y Yaron Avitov). El tiempo se detuvo a través de los demiurgos de los vates invitados. El público asumió como suyas las estrofas leídas desde la entonación rítmica de los deseos y desdichas. El amor y el desamor fueron fantasmas rondando en la sala “Jaime Andrade Vargas”. La vida y la muerte hicieron un guiño en medio de miradas atónitas y atormentadas por el silencio de nuestras almas. Bebimos el zumo de la tierra otavaleña: el hervido de mora, para aminorar los efectos de la llovizna noctámbula. Fuimos libres entre montañas y tótems milenarios. A partir de códigos secretos pudimos desmitificar a la simbología poética en Otavalo; territorio intercultural de viejos mitos, atrayentes artesanías y encantamiento paisajístico. Adicionalmente, se efectuó la presentación de las memorias del encuentro (voluminosa publicación de El Ángel Editor y la Casa de la Cultura Ecuatoriana “Benjamín Carrión”), y, de la revista Punto de Partida Nº160 de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), cuya editora es Carmina Estrada, en donde se recoge y acoge en muestra antológica a 13 jóvenes poetas ecuatorianos.
Escribir es un acto de fe. Y, a la vez, de inmolación. Cada verso guarda un momento imperecedero. Cada imagen recrea el entorno telúrico. Cada idea es un grito desesperado que convoca a la angustia y a la desolación.
Según Xavier Oquendo Troncoso -coordinador general del encuentro-, ese quijote contemporáneo que le apuesta desconsolado a la metáfora: “La poesía, siempre estará al servicio del pueblo… ahí estará, la poesía siempre, mirando desde el futuro el presente. Y buscando la belleza debajo de los escombros que es en lo que se convertirá el mundo. La última sobreviviente será la poesía”.
Con ella, con la última sobreviviente al final del crepúsculo, se agitó el telón delicado del absurdo y la nada; junto al sortilegio de nuestro pueblo orgullosamente andino y la invocación profética de la palabra eterna.
Artículo publicado en diario El Telégrafo, pág. 08, junio 09 del 2010
RESISTENCIA INDÍGENA
La dinámica reciente del movimiento indígena se ha visto nuevamente centrada en la praxis de la resistencia y agitación de las comunidades nativas. Esto, en el marco de serios cuestionamientos a cuerpos jurídicos tendientes a regular temas de trascendencia en la convivencia comunitaria como la minería y el agua.
Ante ello, exento de una interpretación estrictamente legal, que corresponde esgrimir a los entendidos en tal materia, considero pertinente reflexionar en torno a la realidad de los pueblos y nacionalidades indígenas del Ecuador. Cierto es, que determinados dirigentes de las agrupaciones indígenas han devenido a ratos en una retórica etnocentrista que los aleja de la adhesión del resto de la mayoría de la población ecuatoriana. Esta percepción de la dirigencia impide la construcción de un proyecto serio de unidad nacional. Incluso ese liderazgo indio ha tenido más de un reparo de sus propios congéneres. Ariruma Kowii, intelectual kichwa, asevera que “para recuperar la fortaleza del Movimiento Indígena del Ecuador, es importante reconocer los errores que hemos cometido, el no reconocerlos o el slogan de que casa adentro se deben arreglar las cosas, no nos ha ayudado mucho y más bien dicha práctica se ha constituido en el principal instrumento de los intereses individuales y de grupo, que tienen secuestrado la membresía y la conducción del movimiento” (La Verdad, 23-diciembre-2004, pág.07). Intereses que, por citar un par de ejemplos, se han manifestado en el plano electoral y en el acceso a espacios burocráticos de poder.
Sin embargo, desde el equilibrio analítico debemos regresar la mirada al campo y observar su lacerante situación cotidiana. Precisamente, porque el Estado no ha brindado las garantías necesarias para un desarrollo integral de la población distante de la vorágine urbana. No es ninguna novedad señalar que los últimos gobiernos de turno han incumplido con la tarea de reducir la pobreza, concentrada -a simple vista- en la ruralidad; dicho en otras palabras, las condiciones de vida de la gente son deplorables. Según datos proporcionados por el SIISE, al corte de fines del 2009, la sociedad indígena alcanza el 68.4%, del total de la pobreza nacional (36%).
El sector rural sobrevive con pocas opciones que estimulen ingresos económicos, productividad y progreso. Las políticas públicas se vuelven inmediatistas y clientelares. Basta rememorar regímenes populistas que ha propósito de programas oficiales escondieron tras de sí, ingentes redes de corrupción. O gobiernos propulsores del capitalismo salvaje que favorecieron a los grandes propietarios de la tierra y limitaron el ascenso del pequeño y mediano agricultor.
Áreas consideradas prioritarias para el crecimiento humano como educación, salud, vialidad, servicios básicos, fueron en las últimas décadas cimentándose con lentitud extrema. Tal hecho provocó la incontrolable ola migratoria del campo a la ciudad; fenómeno de tremendo impacto social, característico del enfoque globalizador.
Como dato confirmatorio vale recabar las proyecciones de población efectuadas por CEPAR en nuestro país para el año 2010; las cuales de un total de 14’899.000 habitantes, se superpone la estimación urbana (10’250.000), a la rural (4’649.000).
La protesta indígena tiene que ser observada desde la integralidad de la propia cuestión indígena. Diría desde su propia cosmovisión. Más allá de la coyuntural aprobación de cuerpos normativos, debemos reconocer que el Estado ecuatoriano es plurinacional, por precepto constitucional y, porque así irradia su histórica diversidad étnico-cultural. Pero, además hay que insistir en la importancia de la práctica intercultural, desde el respeto y la aceptación al otro. Eso incluye prácticas ancestrales y el derecho consuetudinario; aspectos que serán motivo de otro ejercicio de opinión en esta columna.
Artículo publicado en diario El Telégrafo, pág. 08, junio 02 del 2010
RAYMUNDO MORA Y SU VERDAD ARTÍSTICA
La sensibilidad humana permite acercarnos al embrujo artístico y a las complejidades de la estética creadora, posibilita redescubrir dimensiones insospechadas de sentimientos ocultos, genera elementos determinantes que superan la noción de la realidad. Para Ernesto Sábato “El arte es la manera de ver el mundo de una sensibilidad intensa y curiosa, manera que es propia de cada uno de sus creadores, e intransferible”.
Franklin Raymundo Mora Mediavilla (Otavalo, 1949), es el pintor cautivado de la bondad terrígena, del ambiente solariego, de los callejones empedrados de recuerdos, del reflejo que brota del hombre común, de la inocencia de las personas que deambulan junto con la humildad y, a ratos, con la indigencia.
Mora bosqueja en el lienzo, figuras de raíz tradicional, de carga costumbrista, de procedencia popular, de sello urbano; relacionados con nuestra mágica realidad latinoamericana. Ha utilizado en cada etapa productiva: el lápiz, carbón, acuarela, óleo y la témpera. Para él, pintar “es el oficio de vivir”. Por ello, vive cada instante con regocijo y entusiasmo, la incesante indagación de personajes desconocidos y criaturas noctámbulas; plasmados en cuadros que se asemejan a fotografías extraídas de álbumes añejos. Es impresionante la autenticidad de sus dibujos. Mora se interioriza en el arte como un ritual que, no obstante, ratifica el realismo de su entorno. Cabe aquí, nuevamente, el criterio de Sábato: “No se hace arte, ni se lo siente, con la cabeza sino con el cuerpo entero; con los sentimientos, los pavores, las angustias y hasta los sudores”. Es decir, con los miedos escondidos y audacias prolongadas, con los temores solitarios e incongruencias fugaces.
Raymundo Mora; docente de enseñanza media y superior, retratista, caricaturista y, esencialmente artista plástico, considera que su obra es una “posibilidad de síntesis, de equilibrio, que descubre paisajes subjetivos”. Reticente a las nuevas tecnologías que se juntan con el arte, es partidario de la pintura arraigada al caballete, tal como le inculcaron en el Instituto de Artes Plásticas “Daniel Reyes” de San Antonio de Ibarra. Su afán de mejoramiento profesional le acercó a México -y a la corriente de los muralistas-, al cursar estudios en la Universidad Nacional Autónoma (UNAM). En dicho país, fueron acogidas sus caricaturas en el diario Excelsior. Ganador de varios premios (Primer Premio Nacional de Periodismo Gráfico “Jorge Mantilla Ortega”, Diario El Comercio, 1998), también ha recibido otras distinciones en el territorio nacional. Más de 30 exposiciones individuales y 20 muestras colectivas, dentro y fuera del Ecuador, delatan la relevancia de su trabajo creativo. El universo pictórico de Mora se expande entre la configuración de rostros anónimos envejecidos en el tiempo, bandas populares, huarmis orgullosas de su procedencia kichwa, personalidades extraídas de los libros de historia, duendes juguetones provenientes de relatos fantásticos contados por nuestros mayores, y, paisajes andinos.
Con tono filosófico cree que “hemos llegado a un momento de la historia del arte en el que hay que empezar a construir lo destruido, ha recomponer y a revisar conceptos”.
Raymundo Mora supera los 40 años de incansable actividad con el pincel y la paleta, lapso en el cual ha ratificado su pasión por el arte y, el intrínseco amor por su tierra natal: Otavalo.
Artículo publicado en Diario El Telégrafo, pág. 08, mayo 19 del 2010
SINDICALISMO OTAVALEÑO
Para referirnos a la organicidad del movimiento obrero otavaleño, hay que aludir obligatoriamente los orígenes de la Sociedad Artística, cuyo año de fundación data de 1909. Su aparecimiento institucional, como describe Álvaro San Félix “…fue calificado de relevante en la ciudad, en donde por primera vez el artesanado y el obrerismo locales se unían con fines de protección, educación y progreso”. La mayoría de socios-fundadores eran artesanos. Por ello, el nombre de la entidad. Desde luego, no se trató de concebir un cuerpo sindical como tal, pero sí, de aglutinar a un conglomerado humano con similares anhelos y preocupaciones, respecto del devenir social; en búsqueda de la justicia y la igualdad. En lo posterior, incluso, su propio local fue testigo de la consolidación del obrerismo citadino, ya que sus directivos facilitaban el espacio físico para que gremios nacientes de trabajadores se reúnan en sendas asambleas.
A más de la Sociedad Artística, se destacó la presencia de dinámicos sindicatos textiles de las fábricas San Pedro y La Joya. Estos fueron verdaderos centros de agitación y militancia, cuya finalidad fue exigir un mejor trato patronal. Para el efecto, se adoptaron medidas extremas como el uso del derecho a huelga y la toma de las inmediaciones fabriles, tal como lo detalló el diario de orientación socialista La Tierra, el 21 y 24 de octubre de 1934. En este periódico de tinte combativo se reflejaba “…el incumplimiento patronal de las leyes que protegen a la clase trabajadora… haciendo hincapié sobre los objetivos de los huelguistas y el derecho que tenían para exigir sus reclamos que no son otra cosa que mejores salarios, mejor trato, menos horas de trabajo…”. Eran tiempos en donde emergía por primera ocasión el fantasma político de José María Velasco Ibarra en la Presidencia de la República.
Es preciso sostener que en Otavalo entre 1924 y 1930 hubo una activa participación de la Liga de Cultura “José Vasconcelos”. Sus integrantes, la mayor parte, intelectuales de izquierda, directa o indirectamente mantuvieron relaciones fraternas con gremios de ascendencia popular y clasista. Esta situación propició el ambiente óptimo para la capacitación y pedagogía sindical.
En marzo de 1935 apareció el sindicato de zapateros “1º de mayo”, cuyo órgano de difusión se denominó Defensa Obrera. En la función de secretario general se desempeñaron, entre otros: Humberto Dávila, Manuel Guerra, Augusto Dávila F. En tanto, en 1947 emergió el Sindicato de Peluqueros.
En las décadas del 40 y 50 dichos sindicatos fueron auténticos fortines de discusión ideológica y praxis revolucionaria. En su seno acogieron las ideas progresistas de la época, en medio de intensos debates, la formación doctrinaria, el asesoramiento de dirigentes nacionales y pensadores socialistas y, la influencia de corrientes y hechos históricos que concitaron la atención en nuestro país y el orbe.
Era tal la incidencia sindical en Otavalo, que sus dirigentes y activistas apoyaron el surgimiento de estamentos similares en cantones vecinos como Antonio Ante, en la poderosa fábrica Imbabura (Industrial Algodonera). Coadyuvaron en ese propósito: Luis Enrique Cisneros, Alberto Suárez Dávila y César Vásquez Fuller.
Así lo refiere Rodrigo Villegas Domínguez: “Estos distinguidos otavaleños se trasladaron a la población de Atuntaqui y luego de sendas peroratas, lograron que más de doscientos trabajadores se agruparan en el primer Sindicato de Trabajadores de la Fábrica Textil ‘Imbabura’” (Historia de la Provincia de Imbabura, Centro de Ediciones Culturales de Imbabura, Ibarra, 1988).
Transcurrido el tiempo la organización sindical otavaleña desarrolló su incidencia en varias factorías y en la institucionalidad pública (hospital, municipio,…) a la vez que -a partir de los 90- fue contagiándose del debilitamiento, desmovilización y crisis de la estructura organizativa obrera expresada en el escenario nacional e internacional.
Artículo publicado en diario El Telégrafo, pág.08, mayo 09 del 2010
A más de la Sociedad Artística, se destacó la presencia de dinámicos sindicatos textiles de las fábricas San Pedro y La Joya. Estos fueron verdaderos centros de agitación y militancia, cuya finalidad fue exigir un mejor trato patronal. Para el efecto, se adoptaron medidas extremas como el uso del derecho a huelga y la toma de las inmediaciones fabriles, tal como lo detalló el diario de orientación socialista La Tierra, el 21 y 24 de octubre de 1934. En este periódico de tinte combativo se reflejaba “…el incumplimiento patronal de las leyes que protegen a la clase trabajadora… haciendo hincapié sobre los objetivos de los huelguistas y el derecho que tenían para exigir sus reclamos que no son otra cosa que mejores salarios, mejor trato, menos horas de trabajo…”. Eran tiempos en donde emergía por primera ocasión el fantasma político de José María Velasco Ibarra en la Presidencia de la República.
Es preciso sostener que en Otavalo entre 1924 y 1930 hubo una activa participación de la Liga de Cultura “José Vasconcelos”. Sus integrantes, la mayor parte, intelectuales de izquierda, directa o indirectamente mantuvieron relaciones fraternas con gremios de ascendencia popular y clasista. Esta situación propició el ambiente óptimo para la capacitación y pedagogía sindical.
En marzo de 1935 apareció el sindicato de zapateros “1º de mayo”, cuyo órgano de difusión se denominó Defensa Obrera. En la función de secretario general se desempeñaron, entre otros: Humberto Dávila, Manuel Guerra, Augusto Dávila F. En tanto, en 1947 emergió el Sindicato de Peluqueros.
En las décadas del 40 y 50 dichos sindicatos fueron auténticos fortines de discusión ideológica y praxis revolucionaria. En su seno acogieron las ideas progresistas de la época, en medio de intensos debates, la formación doctrinaria, el asesoramiento de dirigentes nacionales y pensadores socialistas y, la influencia de corrientes y hechos históricos que concitaron la atención en nuestro país y el orbe.
Era tal la incidencia sindical en Otavalo, que sus dirigentes y activistas apoyaron el surgimiento de estamentos similares en cantones vecinos como Antonio Ante, en la poderosa fábrica Imbabura (Industrial Algodonera). Coadyuvaron en ese propósito: Luis Enrique Cisneros, Alberto Suárez Dávila y César Vásquez Fuller.
Así lo refiere Rodrigo Villegas Domínguez: “Estos distinguidos otavaleños se trasladaron a la población de Atuntaqui y luego de sendas peroratas, lograron que más de doscientos trabajadores se agruparan en el primer Sindicato de Trabajadores de la Fábrica Textil ‘Imbabura’” (Historia de la Provincia de Imbabura, Centro de Ediciones Culturales de Imbabura, Ibarra, 1988).
Transcurrido el tiempo la organización sindical otavaleña desarrolló su incidencia en varias factorías y en la institucionalidad pública (hospital, municipio,…) a la vez que -a partir de los 90- fue contagiándose del debilitamiento, desmovilización y crisis de la estructura organizativa obrera expresada en el escenario nacional e internacional.
Artículo publicado en diario El Telégrafo, pág.08, mayo 09 del 2010
Liga “José Vasconcelos”
Entre las décadas de los 20 y 30 del siglo XX en Otavalo, surgió la denominada Liga de Cultura “José Vasconcelos”. Esta agrupación propendió a la realización de conferencias, talleres, publicaciones, recitales artísticos, representaciones dramáticas, asistencia social.
La Liga mantuvo una intensa actividad periodística y literaria con la impresión del periódico “Adelante” y de la revista “Imbabura”. Como antecedente a su conformación vale señalar que sus integrantes promovieron el medio informativo “Germen” (1923). Es a fines de 1924 que aparecen públicamente con el beneplácito de la ciudadanía otavaleña. Tuvieron una previa planificación que es detallada por José Ignacio Narváez, activista de la Liga: “El plan formulado comprendía la presentación de conferencias para ilustrar al pueblo y mantener vivo su interés por las causas de la Patria y de la Humanidad, el sostenimiento de publicaciones donde exponer un ideario y combatir taras sociales y políticas y bregar por la incorporación de las mayorías indígenas a la cultura”.
Los integrantes de esta entidad fueron: Aurelio Ubidia, Víctor Alejandro Jaramillo, José I. Narváez, Miguel Valdospinos, Víctor Gabriel y Enrique Garcés Cabrera, Francisco Humberto Moncayo, Luis Enrique Cisneros, Luis A. León, Guillermo Garzón Ubidia, Luis Gómez Bravo, Luis Enrique Álvarez, Carlos J. Almeida, Rafael Alberto Balseca, Alfonso E. Rodríguez, Carlos Chávez, y, como guía principal: Fernando Chaves Reyes, ese destacado intelectual, educador, político y diplomático que brilló con luz propia dentro y fuera del país.
En términos generales, es interesante destacar que este grupo de trabajadores de las letras y promotores del quehacer cultural, trascendieron en los diversos campos de la creación y el conocimiento científico: la sociología, política, historia, arqueología, literatura, filosofía, pedagogía, música…, ellos fueron descollantes figuras en Imbabura y el Ecuador, en el contexto de la problemática indigenista y de la defensa del laicismo, especialmente en la tarea educativa. Ocuparon significativos cargos en el servicio público y, a través de sus escritos esbozaron tesis de denuncia social y planteamientos de interés académico.
La mayoría de los “Vasconcelos” fueron adeptos a la corriente socialista, que en aquella época irrumpía con fuerza a nivel nacional, continental y mundial. Por ello, no es casual que en “Adelante” se insertara el programa de principios del Partido Socialista Ecuatoriano (PSE), en el año de su fundación: 1926. El estamento llevó como lema “Por la Igualdad y la Cultura”. La influencia de la Liga fue determinante, pese a su trajinar intermitente, en vista de la formación universitaria en la Capital, y de responsabilidades profesionales de sus agremiados. El movimiento cultural que se levantó en aquella época sobrepasó los linderos cantonales y provinciales. Siempre de la mano de Chaves, en ese entonces, conocido por sus novelas “La Embrujada” y “Plata y Bronce”, por su preocupación pedagógica, y su ímpetu en el ambiente ideológico de izquierda.
La Liga tuvo como denominador común el pensamiento vasconceliano. Es decir, comulgó con los principios de equilibrio y justedad en las relaciones interétnicas. El influjo de José Vasconcelos en este grupo de otavaleños fue notable, más aún, en la reivindicación de la convivencia indígena, sometida por siglos a la explotación y al aislamiento racial. El filósofo mexicano planteó la posibilidad del mejoramiento de la condición de vida de los pueblos indios a través de procesos educativos in situ. Y, de la visibilización de sus características culturales. Estos preceptos calaron hondo en los “Vasconcelos”, tomando en cuenta que en Otavalo se cimentaron desde tiempos remotos considerables grupos indígenas.
El preclaro autor de la “raza cósmica” visitó Otavalo en junio de 1930. Los gestores de la Liga se reagruparon para recibirle a su patrono. Fue un momento histórico de reencuentro y de camaradería. Luego de la estancia de Vasconcelos en suelo otavaleño, la entidad que llevó su nombre se escindió dejando una próspera semilla, en lo que respecta al ámbito educativo-cultural, en el norte ecuatoriano.
Artículo publicado en diario El Telégrafo, pág.08, mayo 03 del 2010
La Liga mantuvo una intensa actividad periodística y literaria con la impresión del periódico “Adelante” y de la revista “Imbabura”. Como antecedente a su conformación vale señalar que sus integrantes promovieron el medio informativo “Germen” (1923). Es a fines de 1924 que aparecen públicamente con el beneplácito de la ciudadanía otavaleña. Tuvieron una previa planificación que es detallada por José Ignacio Narváez, activista de la Liga: “El plan formulado comprendía la presentación de conferencias para ilustrar al pueblo y mantener vivo su interés por las causas de la Patria y de la Humanidad, el sostenimiento de publicaciones donde exponer un ideario y combatir taras sociales y políticas y bregar por la incorporación de las mayorías indígenas a la cultura”.
Los integrantes de esta entidad fueron: Aurelio Ubidia, Víctor Alejandro Jaramillo, José I. Narváez, Miguel Valdospinos, Víctor Gabriel y Enrique Garcés Cabrera, Francisco Humberto Moncayo, Luis Enrique Cisneros, Luis A. León, Guillermo Garzón Ubidia, Luis Gómez Bravo, Luis Enrique Álvarez, Carlos J. Almeida, Rafael Alberto Balseca, Alfonso E. Rodríguez, Carlos Chávez, y, como guía principal: Fernando Chaves Reyes, ese destacado intelectual, educador, político y diplomático que brilló con luz propia dentro y fuera del país.
En términos generales, es interesante destacar que este grupo de trabajadores de las letras y promotores del quehacer cultural, trascendieron en los diversos campos de la creación y el conocimiento científico: la sociología, política, historia, arqueología, literatura, filosofía, pedagogía, música…, ellos fueron descollantes figuras en Imbabura y el Ecuador, en el contexto de la problemática indigenista y de la defensa del laicismo, especialmente en la tarea educativa. Ocuparon significativos cargos en el servicio público y, a través de sus escritos esbozaron tesis de denuncia social y planteamientos de interés académico.
La mayoría de los “Vasconcelos” fueron adeptos a la corriente socialista, que en aquella época irrumpía con fuerza a nivel nacional, continental y mundial. Por ello, no es casual que en “Adelante” se insertara el programa de principios del Partido Socialista Ecuatoriano (PSE), en el año de su fundación: 1926. El estamento llevó como lema “Por la Igualdad y la Cultura”. La influencia de la Liga fue determinante, pese a su trajinar intermitente, en vista de la formación universitaria en la Capital, y de responsabilidades profesionales de sus agremiados. El movimiento cultural que se levantó en aquella época sobrepasó los linderos cantonales y provinciales. Siempre de la mano de Chaves, en ese entonces, conocido por sus novelas “La Embrujada” y “Plata y Bronce”, por su preocupación pedagógica, y su ímpetu en el ambiente ideológico de izquierda.
La Liga tuvo como denominador común el pensamiento vasconceliano. Es decir, comulgó con los principios de equilibrio y justedad en las relaciones interétnicas. El influjo de José Vasconcelos en este grupo de otavaleños fue notable, más aún, en la reivindicación de la convivencia indígena, sometida por siglos a la explotación y al aislamiento racial. El filósofo mexicano planteó la posibilidad del mejoramiento de la condición de vida de los pueblos indios a través de procesos educativos in situ. Y, de la visibilización de sus características culturales. Estos preceptos calaron hondo en los “Vasconcelos”, tomando en cuenta que en Otavalo se cimentaron desde tiempos remotos considerables grupos indígenas.
El preclaro autor de la “raza cósmica” visitó Otavalo en junio de 1930. Los gestores de la Liga se reagruparon para recibirle a su patrono. Fue un momento histórico de reencuentro y de camaradería. Luego de la estancia de Vasconcelos en suelo otavaleño, la entidad que llevó su nombre se escindió dejando una próspera semilla, en lo que respecta al ámbito educativo-cultural, en el norte ecuatoriano.
Artículo publicado en diario El Telégrafo, pág.08, mayo 03 del 2010
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