La televisión ecuatoriana adolece de creatividad y profundidad temática (exceptuando pocos casos). Tal criterio puede sonar trillado, sin embargo, es un fenómeno recurrente y visible. La parrilla programática está recargada de violencia, sexismo, lugares comunes, improvisación. Y algo que es impensable en el periodismo: falta de eticidad.
Uno de los factores de la trivialización de la tarea televisiva es la ausencia de profesionalismo, en los conductores/as. Al igual que un limitante nivel académico de los presentadores/as. La TV no puede entenderse como un hobby, no debe practicarse desde el escenario fútil de la curvatura femenina. Este medio audiovisual tiene un amplio y directo influjo en la sociedad contemporánea, por ello, su responsabilidad pedagógica es determinante. La TV tiene parámetros vitales de existencia, que se resumen en el sentido verbal de: informar, educar y entretener. Al parecer, tenemos la sensación de que los productores han reducido su propuesta al divertimiento, descuidando la ventaja didáctica que la pantalla chica puede brindar a la comunidad. La labor informativa -no exenta de intereses- se sostiene con un esquema homogéneo, en donde los medios privados tienen una agenda y actores propios, que los alejan de la mentada independencia periodística. La búsqueda de la verdad tiene componentes definidos en la línea editorial de cada medio. En el aspecto educativo, nuestra TV pierde el año.
La propagación de programas ligeros va en detrimento de la esencia televisiva. Para colmo, parece que el receptor/a empieza a acostumbrarse a la propuesta mediática, sin que prime la capacidad cuestionadora frente a los contenidos. Esto es, el vértigo de lo cotidiano se impone ante el razonamiento individual. La masificación discursiva va de la mano con la banalidad de la imagen.
Aquellos shows de farándula se entremezclan con realities y enlatados. Un verdadero cóctel de mediocridad. A lo mencionado, hay que añadir la propagación de la crónica roja. En otras palabras, el absurdo de lo evidente. O basura televisiva.
La desacralización de los hechos se confunde con la insolencia del lenguaje y la vulgaridad de lo retratado. Los sucesos tienen sinónimo de morbo y mirada de tercer mundo.
¿Debemos seguir aceptando este entramado televisivo o es el momento adecuado para exigir modificaciones en su estructura conceptual y renovación en su esquema propositivo?
Diario El Telégrafo / Miércoles 25 de Mayo del 2011
Este espacio contiene artículos de opinión y datos informativos sobre arte, cultura, identidad y análisis político. Aunque en esencia, se nutre de la semilla literaria que crece como la vida, y, a ratos, se ausenta como la muerte.
jueves, 14 de julio de 2011
Tras la consulta
Con el evento electoral del sábado 7 de mayo, la discusión cotidiana previa se vio politizada desde las más diversas orientaciones. Tal debate todavía se dilata en nuestro país en el fragor de los resultados aún no oficializados, pero que, sin embargo, arrojan una tendencia favorable a la tesis gubernamental, aunque con un margen inferior al esperado por el presidente Rafael Correa.
Pese a que el contenido de las preguntas de la consulta popular tuvo un alto enfoque jurídico, en buena parte el elector/a esgrimió cada una de ellas, desde el razonamiento. Más aún en temas relativos al sistema de justicia, afiliación a la seguridad social, responsabilidad mediática, relación banca-medios. A ello se añade, en una lectura inicial, que el ciudadano/a común emitió su voto con alguna dosis de protesta por la actitud altisonante del Ejecutivo, por las descalificaciones e insultos de los allegados al régimen correísta. Esto, proveniente, especialmente, del malestar de la clase media. Aquello no intenta, tampoco, reducir la adhesión ciudadana al proyecto de la Revolución Ciudadana, pero, de alguna manera, sí expresa su incomodidad. En esto, los medios de comunicación privados asumieron un papel determinante, ya que incidieron en la decisión del electorado.
Por su parte, la oposición no debería celebrar los resultados de la consulta, ya que el porcentaje del No, si bien objeta la expectativa gobiernista, no reproduce un apoyo expreso a la vieja práctica política, reproducida en los Gutiérrez, Viteri, Páez, Montúfar, y demás, que están muy lejos de convertirse en una opción política contradictoria que fortalezca el equilibrio democrático, por su carencia de liderazgo nacional y de discurso propositivo. Y, con ellos, paradójicamente, se han sumado facciones minoritarias de izquierda que sobreviven con agenda particularizada e intereses gremiales y grupales propios.
El Movimiento PAIS, ala política del Gobierno, debe ejercer, puertas al interior, un ejercicio de autocrítica. Ponderar los avances del proceso de cambio y también diseñar las rectificaciones ante los errores cometidos en el camino.
Hay que aceptar que las rupturas y alejamientos con ex aliados y grupos políticos afines no es un buen negocio. Así como deben reconsiderarse los nexos con el movimiento indígena y otros sectores de la tendencia, por menores que sean. Otro aspecto pendiente es la valoración del trabajo de los gobiernos locales y seccionales de PAIS y la evaluación de los funcionarios gubernamentales, quienes deben responder al proyecto del Buen Vivir y no a aspiraciones particulares.
Diario El Telégrafo / Miércoles 18 de Mayo del 2011
Pese a que el contenido de las preguntas de la consulta popular tuvo un alto enfoque jurídico, en buena parte el elector/a esgrimió cada una de ellas, desde el razonamiento. Más aún en temas relativos al sistema de justicia, afiliación a la seguridad social, responsabilidad mediática, relación banca-medios. A ello se añade, en una lectura inicial, que el ciudadano/a común emitió su voto con alguna dosis de protesta por la actitud altisonante del Ejecutivo, por las descalificaciones e insultos de los allegados al régimen correísta. Esto, proveniente, especialmente, del malestar de la clase media. Aquello no intenta, tampoco, reducir la adhesión ciudadana al proyecto de la Revolución Ciudadana, pero, de alguna manera, sí expresa su incomodidad. En esto, los medios de comunicación privados asumieron un papel determinante, ya que incidieron en la decisión del electorado.
Por su parte, la oposición no debería celebrar los resultados de la consulta, ya que el porcentaje del No, si bien objeta la expectativa gobiernista, no reproduce un apoyo expreso a la vieja práctica política, reproducida en los Gutiérrez, Viteri, Páez, Montúfar, y demás, que están muy lejos de convertirse en una opción política contradictoria que fortalezca el equilibrio democrático, por su carencia de liderazgo nacional y de discurso propositivo. Y, con ellos, paradójicamente, se han sumado facciones minoritarias de izquierda que sobreviven con agenda particularizada e intereses gremiales y grupales propios.
El Movimiento PAIS, ala política del Gobierno, debe ejercer, puertas al interior, un ejercicio de autocrítica. Ponderar los avances del proceso de cambio y también diseñar las rectificaciones ante los errores cometidos en el camino.
Hay que aceptar que las rupturas y alejamientos con ex aliados y grupos políticos afines no es un buen negocio. Así como deben reconsiderarse los nexos con el movimiento indígena y otros sectores de la tendencia, por menores que sean. Otro aspecto pendiente es la valoración del trabajo de los gobiernos locales y seccionales de PAIS y la evaluación de los funcionarios gubernamentales, quienes deben responder al proyecto del Buen Vivir y no a aspiraciones particulares.
Diario El Telégrafo / Miércoles 18 de Mayo del 2011
Gonzalo Rubio Orbe
Las colectividades forjan su desarrollo con el lúcido transitar de sus habitantes. Parte de nuestra riqueza es el aporte de los conciudadanos/as provenientes de rincones con aliento comarcano y, por eso mismo, contagiados de huella identitaria.
Gonzalo Rubio Orbe (1909-1994) fue un notable maestro en los niveles medio y superior, cuyo emblema fue la defensa del laicismo. Estudioso del pasado y reconocido pedagogo. Consultor de entidades de carácter nacional e internacional. Prolífico investigador. Funcionario público. Autor de una treintena de publicaciones. Doctor en Ciencias de la Educación por la Universidad Central del Ecuador. Conferencista invitado dentro y fuera del territorio patrio.
Fundador de la Unión Nacional de Educadores (UNE) y miembro de la Academia Ecuatoriana de la Educación, Academia Nacional de Historia, Casa de la Cultura, entre otras instituciones. Entre 1971 a 1977, dirigió el Instituto Indigenista Interamericano con sede en México.
Precisamente, Rubio Orbe dedicó gran parte de su vida a la investigación de la corriente indigenista en el ámbito académico y en la palpable experiencia extraída de las propias comunidades rurales, desde donde experimentó personalmente la marginalidad y discriminación a la cual han sido objeto los pueblos y nacionalidades indígenas del Ecuador y Latinoamérica. Su tesis -desprendida con mayor énfasis en su libro “Los indios ecuatorianos”- reivindica nuestra condición multiétnica y policultural, o lo que él denomina “pluralismo cultural”. Valiosa conceptualización que en nuestra nación ha tenido latente presencia en el debate nacional, alcanzando, inclusive, consideraciones de carácter constitucional. Sin duda, la aceptación de un Estado diverso y plurinacional tiene sustento teórico, en prolífico análisis como el desarrollado por nuestro personaje.
Aspecto de su tarea educativa fue la implementación de esquemas de alfabetización en la ruralidad. Y, con ello, del mejoramiento del nivel socioeconómico de los sectores marginados. El fenómeno étnico-cultural tuvo espacio en su agenda de trabajo y en la reflexión escrita. En el plano político fue un adherente al ideario socialista. Y, en la raíz telúrica, un ferviente enamorado de su lugar natal: Otavalo.
“Gonzalo Rubio Orbe: Maestro e indigenista”, titula el libro biográfico de Lourdes Cruz Cuesta, publicado por el Ministerio de Cultura y el Banco Central. Texto que invoca y convoca a conocer a una de las personalidades de mitad del siglo anterior, que con su tesón y talento intelectual coadyuvó en la edificación de la ecuatorianidad.
Diario El Telégrafo / Miércoles 11 de Mayo del 2011
Esa palabra bendita…
La evocación lírica se expresa de diferentes maneras, en el entramado de la cotidianidad que aturde y mueve al hombre.
El paisanaje cubierto del verde espesor, el silbido del travieso jilguero, los juegos iniciales de la infancia, las miradas coquetas en edad adolescente, la bohemia con mirada nocturna, los alaridos de los amantes ante la fascinación de la blancura lunar, el destello del primer amor agitado por mariposas invisibles, las ilusiones de navegantes sin rumbo fijo, la miseria observada en la comercialización de rosas por querubines del tercer mundo, la injusticia reflejada en batallones de desocupados implorando el derecho al pan, las contradicciones evidenciadas en nuestro país imaginario, el relámpago que asusta y estremece tras la ruptura matrimonial, la sombra del desamor rondando por las callejuelas de nuestro desvarío existencial, el piélago extendido en la memoria de piratas asesinos, el abrazo materno que nos devuelve la esperanza, la ausencia del beso eternizado en el tiempo, la muerte como prólogo del dolor y el desconsuelo, el cielo con el azul eterno, el sexo haciéndole el guiño al placer de cuerpos ardientes, la carretera polvorienta simbolizando la añoranza de los años recorridos, el abuelo entretejiendo desde lo real-ficticio historias de personajes y hechos deslumbrantes, la abuela cariñosa bendiciendo el futuro de sus descendientes, la dama hermosa desnudándose apartada de reservas -al filo de la libertad-, son, entre otros, elementos poemáticos, susceptibles de un manejo idiomático que nos acercan a la estética escrita, que nos aproximan a la belleza de la palabra perdurable.
El poeta escudriña -en los intersticios vivenciales- un discurso que no se desentiende del impulso rítmico y de la evocación de los sentimientos profundos. Se revela en cada código poético una carga transparente que desencadena en nuevas lecturas, a partir de la idea esencial. Es un círculo vicioso y concéntrico desde el cual emergen renovadas miradas por el cómplice lector/a.
El verso contiene la huella personal del vate. Es la exploración del todo y de la nada. Es la sistemática mirada del mundo en sus formas disímiles y contradictorias. La poesía forjada con el barro que usa el alfarero supera el lugar común y el adorno innecesario. Para ello, es valioso recurrir a la técnica que demanda el verbo.
“Hay muchos modos de abordar la poesía”, dice Gabriel Celaya. Esta es mi particular apreciación respecto de la palabra bendita.
Diario El Telégrafo / Tomada de la edición impresa del Miércoles 04 de Mayo del 2011
El paisanaje cubierto del verde espesor, el silbido del travieso jilguero, los juegos iniciales de la infancia, las miradas coquetas en edad adolescente, la bohemia con mirada nocturna, los alaridos de los amantes ante la fascinación de la blancura lunar, el destello del primer amor agitado por mariposas invisibles, las ilusiones de navegantes sin rumbo fijo, la miseria observada en la comercialización de rosas por querubines del tercer mundo, la injusticia reflejada en batallones de desocupados implorando el derecho al pan, las contradicciones evidenciadas en nuestro país imaginario, el relámpago que asusta y estremece tras la ruptura matrimonial, la sombra del desamor rondando por las callejuelas de nuestro desvarío existencial, el piélago extendido en la memoria de piratas asesinos, el abrazo materno que nos devuelve la esperanza, la ausencia del beso eternizado en el tiempo, la muerte como prólogo del dolor y el desconsuelo, el cielo con el azul eterno, el sexo haciéndole el guiño al placer de cuerpos ardientes, la carretera polvorienta simbolizando la añoranza de los años recorridos, el abuelo entretejiendo desde lo real-ficticio historias de personajes y hechos deslumbrantes, la abuela cariñosa bendiciendo el futuro de sus descendientes, la dama hermosa desnudándose apartada de reservas -al filo de la libertad-, son, entre otros, elementos poemáticos, susceptibles de un manejo idiomático que nos acercan a la estética escrita, que nos aproximan a la belleza de la palabra perdurable.
El poeta escudriña -en los intersticios vivenciales- un discurso que no se desentiende del impulso rítmico y de la evocación de los sentimientos profundos. Se revela en cada código poético una carga transparente que desencadena en nuevas lecturas, a partir de la idea esencial. Es un círculo vicioso y concéntrico desde el cual emergen renovadas miradas por el cómplice lector/a.
El verso contiene la huella personal del vate. Es la exploración del todo y de la nada. Es la sistemática mirada del mundo en sus formas disímiles y contradictorias. La poesía forjada con el barro que usa el alfarero supera el lugar común y el adorno innecesario. Para ello, es valioso recurrir a la técnica que demanda el verbo.
“Hay muchos modos de abordar la poesía”, dice Gabriel Celaya. Esta es mi particular apreciación respecto de la palabra bendita.
Diario El Telégrafo / Tomada de la edición impresa del Miércoles 04 de Mayo del 2011
La felicidad del poeta pródigo
La poesía es la antítesis de los miedos y temores. Su espíritu pugna con las ataduras humanas. Es el fuego que pervive en el transcurso del tiempo. Es palabra bendita y melodía macabra. Es el inicio y el fin de la belleza.
"Esto fuimos en la felicidad" (CCE, Colección Palabra al Día, Quito, 2008) titula el poemario de Xavier Oquendo Troncoso. Textos vibrantes y confesos. Relicario para ser hojeado de un solo tirón. Versos escritos en la noche, aprovechando la ausencia del ruido, en donde el poeta esgrime el recurso de la imagen perfecta, mientras sus lectores/as construyen sueños en el parnaso de las horas silentes. Libro sumergido en la ebriedad que disponen las quimeras: "Ahí sentimos vibrar/ por nuestros cuerpos/ la gasolina azul de las palabras/ que emergían del licor/ huyendo de los poros".
En su estructura sobresalen dos partes: El diario de los bíblicos y nostalgia del día bueno. Ciertamente, emergen ciertos pasajes bíblicos y la mirada descriptiva de los apóstoles que cimentaron aquella historia de fe y divinidad, de milagros y ferviente búsqueda por la tierra prometida. Son aquellos "tatarabuelos del mundo" que habitan refugiados en el pretérito, entre la parábola y la energía del mítico monte: "Nos reunimos todos los días/ y hacemos el amor a los capulíes,/ nos desnudamos frente a la chirimoya de los valles/ y penetramos en la pluma azul de los tucanes./ Hemos tocado/ la columna vertebral de la luz./ Estamos lejos del pueblo antiguo/ donde siguen llorando los pastores".
Asimismo, se desprende un confesionario de sentimientos clavados en el corazón frágil del hambriento: "Todos hacemos el amor con el pasado". O, también: "Amigos fuimos antes del fuego./[.] Nos hemos amado despacio como carrusel sin motor".
Oquendo evoca en su discurso lírico a las estaciones climáticas, sin perder su torrente rítmico. La lluvia, el viento, las hojas de los árboles, los pájaros juguetones, el sol deslumbrante, el hechizo lunar, el frío y la nieve, quedan atrapados en la piel poética; son motivos y motivaciones para la tarea creativa.
La prolongación de nuestras vidas aparece entre la ternura y el sentido de paternidad: “Esas estrellas/ son mis hijos,/ esas luces con aroma,/ esos vientos pelados,/ esos ladrillos de historia”.
Con estos poemas se anuncia la llegada de aquel día bueno: “aquel día pródigo/ que no se asoma,/ que no entra”. Mientras eso ocurre, nos quedamos atrapados de la nostalgia y de la entrañable enunciación poética.
Diario El Telégrafo / Jueves 28 de Abril del 2011
La poética ante el espasmo cotidiano
La literatura desacraliza la conducta humana. Es el espasmo de la palabra perfecta escogida en el fragor del acto creativo, en la lucidez del fugaz espacio solitario. Es la recurrencia de los sentidos, la metástasis de lo subjetivo y la exteriorización de las emociones profundas.
Cada autor/a emite un mensaje cuyo contenido se origina de los destellos vivenciales, experiencias, secretos, decepciones e ilusiones. Una vez alumbrado al público lector, aquel recado literario ya no le pertenece exclusivamente a ese creador/a, sino que su voz se universaliza, se socializa en su integralidad.
Varios géneros literarios van encauzando las ideas originales, las miradas descriptivas, el encantamiento con las letras del abecedario, la llama encendida por la inspiración y el delirio del orfebre de la palabra. He ahí la irrupción del discurso poético contenido desde los albores del hombre, desde la génesis de la creación en sus diversas maneras de interpretación y hallazgo histórico.
La poesía, entonces, regocija el escaso ánimo de los penitentes, agita el fuego de los pecadores, aletarga el sacrificio final. La tristeza aparece entretejida en el verso, en la multicolor mirada del ser. La poesía se embellece con la percepción y luminosidad femenina. El eros se expande en el papel, así como las sábanas moldean los cuerpos apretujados hasta el amanecer. La palabra escrita fluye desde el torrente del erotismo, de la pasión que emana el amor, del padecimiento que se desprende del desamor.
La poesía contiene la fuerza onomatopéyica, la cadencia de los mares perdurables, la energía telúrica de nuestros ancestros y viejos tótems, los fantasmas y designios de la urbe en el suplicio cotidiano, la reconquista de los laberintos inútiles, la timidez del náufrago sin piélago, el corazón lacerado ante la indiferencia y el olvido, la remembranza de los rostros infantiles, la nostalgia adolescente, la decepción amatoria tras el refugio con la piel afiebrada, la inevitable cita con la vida y, desde luego, con la muerte.
La poesía rehúye la presencia de los estúpidos sin alma, increpa la desnaturalizada forma de asumir los códigos sociales, no tiene concesiones con la banalización contemporánea. Al contrario, abre paso a la luz, al verbo y a la ensoñación. Al regocijo común de los días. Como asevera Juan Gelman: “La poesía es un oficio ardiente en el cual uno trabaja mientras espera que se produzca el milagro del maridaje feliz de la vivencia, la imaginación y la palabra”.
Diario El Telégrafo / Viernes 22 de Abril del 2011
Cada autor/a emite un mensaje cuyo contenido se origina de los destellos vivenciales, experiencias, secretos, decepciones e ilusiones. Una vez alumbrado al público lector, aquel recado literario ya no le pertenece exclusivamente a ese creador/a, sino que su voz se universaliza, se socializa en su integralidad.
Varios géneros literarios van encauzando las ideas originales, las miradas descriptivas, el encantamiento con las letras del abecedario, la llama encendida por la inspiración y el delirio del orfebre de la palabra. He ahí la irrupción del discurso poético contenido desde los albores del hombre, desde la génesis de la creación en sus diversas maneras de interpretación y hallazgo histórico.
La poesía, entonces, regocija el escaso ánimo de los penitentes, agita el fuego de los pecadores, aletarga el sacrificio final. La tristeza aparece entretejida en el verso, en la multicolor mirada del ser. La poesía se embellece con la percepción y luminosidad femenina. El eros se expande en el papel, así como las sábanas moldean los cuerpos apretujados hasta el amanecer. La palabra escrita fluye desde el torrente del erotismo, de la pasión que emana el amor, del padecimiento que se desprende del desamor.
La poesía contiene la fuerza onomatopéyica, la cadencia de los mares perdurables, la energía telúrica de nuestros ancestros y viejos tótems, los fantasmas y designios de la urbe en el suplicio cotidiano, la reconquista de los laberintos inútiles, la timidez del náufrago sin piélago, el corazón lacerado ante la indiferencia y el olvido, la remembranza de los rostros infantiles, la nostalgia adolescente, la decepción amatoria tras el refugio con la piel afiebrada, la inevitable cita con la vida y, desde luego, con la muerte.
La poesía rehúye la presencia de los estúpidos sin alma, increpa la desnaturalizada forma de asumir los códigos sociales, no tiene concesiones con la banalización contemporánea. Al contrario, abre paso a la luz, al verbo y a la ensoñación. Al regocijo común de los días. Como asevera Juan Gelman: “La poesía es un oficio ardiente en el cual uno trabaja mientras espera que se produzca el milagro del maridaje feliz de la vivencia, la imaginación y la palabra”.
Diario El Telégrafo / Viernes 22 de Abril del 2011
Repensar desde la izquierda (II)
La izquierda criolla se vio reducida a ocupar instancias de representación formal, en la última etapa del retorno democrático ecuatoriano. Sus estructuras han respondido a la avidez electorera. Sus cúpulas han gozado de los privilegios de la denominada partidocracia. En tanto, la acuciante realidad nacional -en donde las desigualdades se profundizaron- ha estado desatendida de la aspiración de cambio, en la óptica de un modelo de sociedad diferente: más humano y sensible a la alteridad.
Esa falta de respuesta coherente y notoria ambición fue mermando en su aceptación en los diversos estratos sociales. La izquierda estuvo por largo rato, huérfana de apoyo ciudadano, alejada de una convergencia con otros sectores afines. Incluso, en la práctica, pactaba con actores históricamente contradictorios (derecha, populismo).
Con lo dicho, nuestra izquierda tiene en este momento una brillante oportunidad de reivindicación de sus postulados, de oxigenación de su ideario, más aún cuando en Latinoamérica se desarrollan propuestas progresistas que marcan la diferencia en el quehacer político. En Venezuela, Bolivia, Brasil, Uruguay, Paraguay, Nicaragua, se propugna un remozado concepto de izquierda, sin desconocer al marxismo como instrumento de interpretación dialéctica de la realidad circundante ni renegar del legado cubano y, con una mirada reflexiva ante la era post-soviética, tras la caída del Muro de Berlín (1989). Son las izquierdas del siglo XXI, cada una con marcadas identidades, realidades geográficas diferentes, escenarios sociales cambiantes, lapsos históricos determinados y corrientes propias (teología de la liberación, bolivarianismo). Desde tal dimensión ideológica, el Ecuador también se suma a esta especie de vorágine de transformación económica y política, en pro de la igualdad social, a partir de una propuesta gubernativa de avanzada.
La renovación de la izquierda, parte del cabal entendimiento de los cambios sustanciales que deben ejecutarse en las estructuras socio-económicas, para el efecto, es imperativo diseñar un modelo económico alternativo, en donde prevalezcan los principios de solidaridad, justicia y equidad, ahondando en un ejercicio democrático participativo e incluyente, propendiendo a la descentralización del poder y, rescatando los preceptos de ética, autodeterminación, soberanía, integración regional y diversidad étnico-cultural. Rasgos distintivos en toda tarea socialista.
Diario El Telégrafo / Miércoles 13 de Abril del 2011
Esa falta de respuesta coherente y notoria ambición fue mermando en su aceptación en los diversos estratos sociales. La izquierda estuvo por largo rato, huérfana de apoyo ciudadano, alejada de una convergencia con otros sectores afines. Incluso, en la práctica, pactaba con actores históricamente contradictorios (derecha, populismo).
Con lo dicho, nuestra izquierda tiene en este momento una brillante oportunidad de reivindicación de sus postulados, de oxigenación de su ideario, más aún cuando en Latinoamérica se desarrollan propuestas progresistas que marcan la diferencia en el quehacer político. En Venezuela, Bolivia, Brasil, Uruguay, Paraguay, Nicaragua, se propugna un remozado concepto de izquierda, sin desconocer al marxismo como instrumento de interpretación dialéctica de la realidad circundante ni renegar del legado cubano y, con una mirada reflexiva ante la era post-soviética, tras la caída del Muro de Berlín (1989). Son las izquierdas del siglo XXI, cada una con marcadas identidades, realidades geográficas diferentes, escenarios sociales cambiantes, lapsos históricos determinados y corrientes propias (teología de la liberación, bolivarianismo). Desde tal dimensión ideológica, el Ecuador también se suma a esta especie de vorágine de transformación económica y política, en pro de la igualdad social, a partir de una propuesta gubernativa de avanzada.
La renovación de la izquierda, parte del cabal entendimiento de los cambios sustanciales que deben ejecutarse en las estructuras socio-económicas, para el efecto, es imperativo diseñar un modelo económico alternativo, en donde prevalezcan los principios de solidaridad, justicia y equidad, ahondando en un ejercicio democrático participativo e incluyente, propendiendo a la descentralización del poder y, rescatando los preceptos de ética, autodeterminación, soberanía, integración regional y diversidad étnico-cultural. Rasgos distintivos en toda tarea socialista.
Diario El Telégrafo / Miércoles 13 de Abril del 2011
Repensar desde la izquierda (I)
En estas páginas de opinión, Orlando Pérez, en tres entregas, hizo énfasis al rol de la izquierda ecuatoriana en esta etapa contemporánea. Desde la crítica y la autocrítica inmanente en todo adherente a un proyecto político progresista, el periodista efectuó una breve retrospectiva de las debilidades, taras y complejidades expresadas por esta corriente ideológica en las últimas décadas, en donde sigue latente el derrocamiento de los ex presidentes Abdalá Bucaram (1996), Jamil Mahuad (2000) y Lucio Gutiérrez (2005), todos ellos con un denominador común: gobiernos configurados a partir de la venia neoliberal y/o populismo entreguista a intereses de grupo y aperturistas a los designios del capitalismo.
De esta experiencia de movilización y resistencia popular, se desprende la casi nula respuesta de la dirigencia de izquierda para irrumpir con alternativas programáticas, en circunstancias históricas en la orientación política nacional, ejemplificando así, su desconexión con el país real.
Esa falta de sintonía puede explicarse a partir de la actitud divisionista de los partidos de dicha tendencia, por el desgaste de ciertas cúpulas dirigenciales, el agotamiento de la dinámica obrero-sindical, la falta de representatividad en el movimiento social, el desgaste en el contenido del mensaje retórico, el sectarismo a la hora de actuar en unidad, el desinterés en la innovación de las estructuras orgánicas y en la preparación de nuevos cuadros y liderazgos. Y la presencia de los pueblos y nacionalidades indígenas en la esfera pública, con agenda propia.
“Ser de izquierda obliga una demanda permanente por la profundización de la democracia en todas partes del mundo: mayor participación ciudadana, pluralidad, tolerancia, reconocimiento de los derechos de las minorías y ejercicio pleno de las libertades”, sentencia Pérez. Y eso es lo que a ratos ha carecido nuestra izquierda. Circunscrita a la participación electiva, en una democracia formal que no ha respondido a las grandes demandas ciudadanas.
De eso está contaminada la izquierda ecuatoriana; del juego del sufragio y de las campañas electorales; actividad que no sería reprochada sino fuera por su reduccionismo a la plataforma discursiva clientelar. Sin diferenciarse del resto de de la política tradicional. En el recuerdo colectivo está la intervención de agrupaciones de izquierda en la caduca práctica del reparto de espacios en la Cosa Pública, del cálculo partidario en el ex Congreso Nacional y donde tuvieron cuotas.
Diario El Telégrafo / Miércoles 06 de Abril del 2011
De esta experiencia de movilización y resistencia popular, se desprende la casi nula respuesta de la dirigencia de izquierda para irrumpir con alternativas programáticas, en circunstancias históricas en la orientación política nacional, ejemplificando así, su desconexión con el país real.
Esa falta de sintonía puede explicarse a partir de la actitud divisionista de los partidos de dicha tendencia, por el desgaste de ciertas cúpulas dirigenciales, el agotamiento de la dinámica obrero-sindical, la falta de representatividad en el movimiento social, el desgaste en el contenido del mensaje retórico, el sectarismo a la hora de actuar en unidad, el desinterés en la innovación de las estructuras orgánicas y en la preparación de nuevos cuadros y liderazgos. Y la presencia de los pueblos y nacionalidades indígenas en la esfera pública, con agenda propia.
“Ser de izquierda obliga una demanda permanente por la profundización de la democracia en todas partes del mundo: mayor participación ciudadana, pluralidad, tolerancia, reconocimiento de los derechos de las minorías y ejercicio pleno de las libertades”, sentencia Pérez. Y eso es lo que a ratos ha carecido nuestra izquierda. Circunscrita a la participación electiva, en una democracia formal que no ha respondido a las grandes demandas ciudadanas.
De eso está contaminada la izquierda ecuatoriana; del juego del sufragio y de las campañas electorales; actividad que no sería reprochada sino fuera por su reduccionismo a la plataforma discursiva clientelar. Sin diferenciarse del resto de de la política tradicional. En el recuerdo colectivo está la intervención de agrupaciones de izquierda en la caduca práctica del reparto de espacios en la Cosa Pública, del cálculo partidario en el ex Congreso Nacional y donde tuvieron cuotas.
Diario El Telégrafo / Miércoles 06 de Abril del 2011
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