miércoles, 14 de diciembre de 2011

PODER POLÍTICO Y COMPROMISO CIUDADANO

Con la Constitución de la República aprobada en Montecristi (2008), los instrumentos de participación de la gente en la toma de decisiones compartidas, acción veedora, e involucramiento en el manejo de la Cosa Pública se ampliaron de manera considerable, más aún, con la posterior promulgación de leyes secundarias como el Código Orgánico de Organización Territorial, Autonomía y Descentralización (COOTAD) y la Ley Orgánica de Participación Ciudadana.

En tal sentido, la interrelación ciudadanía-Estado toma un giro cambiante en pro del acervo de la función pública. Todo ello, desde una interpretación democrática amplia, plural e incluyente. En nuestro país, la población empieza a entender que la preocupación demostrada por el aporte a propuestas pertinentes, exigibilidad de derechos y cabal cumplimiento de deberes fortalece los cimientos de la democracia, con madurez, responsabilidad individual y compromiso colectivo.

El ciudadano/a a partir de su autodeterminación, adquiere un nivel de conciencia de su propia identidad como sujeto activo en las decisiones comunitarias. Por lo tanto, su intervención en asuntos de interés general es determinante en la perspectiva de profundizar los parámetros de la democracia, sin desconocer los conflictos de intereses generados desde la lógica del poder. Aquel sujeto que reivindica sus derechos civiles, políticos y sociales, también propende a actuar en espacios decisorios, que, generalmente, están delegados a autoridades elegidas por el voto popular, conllevando a un ambiente conflictivo, que debe superarse con la mediación conjunta, en aras de definir roles, y, a la vez, de propiciar escenarios de debate y consenso en el marco de una reorientación del poder.

La ciudadanía como elemento constitutivo de una comunidad política se inmiscuye en la gestión pública como efecto de sus demandas y necesidades. Pero asimismo, es imperioso que ese mismo conglomerado demuestre compromiso por el desarrollo común desde una apropiación cívica, que ratifique los postulados de una verdadera práctica democrática. Para ello, es elemental el reconocimiento del resto de actores étnico-sociales, la tolerancia ideológica, el sentido solidario de una redistribución equitativa de recursos, el empeño por el mejoramiento del nivel de convivencia de las grandes mayorías, etc.

El comportamiento activo de los gobernados en asuntos de corresponsabilidad política implica una mejor labor de los gobernantes, cuya rendición de cuentas, tendrá un resultado juzgador y una mirada fiscalizadora. Por otra parte, la formulación de políticas públicas deberá configurarse con la voluntad de la autoridad ante la convocatoria e injerencia de representantes de la sociedad civil, conjugando la legalidad y legitimidad social.

Extraído de Diario El Telégrafo, noviembre 23 del 2011

sábado, 19 de noviembre de 2011

La catarsis de un creador intenso (*)


Con un nombre sugerente Marco Terán expone sus sueños en la lona desafiante del hecho creativo, sin ambages, con toda la fuerza oculta que resuelve develar los ángeles y demonios que circundan en la intimidad del artista.

“Catarsis” define una explosión cromática y el estallido de los recuerdos arrumados por un buen tiempo en el baúl pleno de sentimientos entrecortados. Es la emanación de sensaciones internas purificando del pasado las vivencias que rehúyen emigrar de la frágil memoria. Es un acto de emancipación de la melancolía y del surgimiento lúcido de seres excepcionales pertenecientes a un imaginario peculiar. Es la exhibición de las ansiedades y angustias que perturban al hombre en su percepción más intrínseca de la vida. Es el grito de la voz acallada por viejos tabúes. Es la liberación espiritual a través del fantástico pincel. Es la búsqueda de nuevos territorios y la exploración de geografías ignotas. Es el impulso de las pasiones que obsesionan al ser humano en el desvarío de la negra noche, utilizando para el efecto la máscara de la felonía.

Marco Terán es un pintor quien por medio de un trabajo serio y obsesivo ha traspasado los límites de lo convencional y rutinario, de lo decorativo y baladí. Teniendo en cuenta que el arte plástico increpa a la fugacidad de la mera ilustración visual, la propuesta de Terán adquiere ribetes de trascendencia en el arduo oficio de la proyección pictórica.

“El arte bueno es siempre una síntesis dialéctica de lo real y de lo irreal, de la razón y de la imaginación”, sentencia Ernesto Sábato. Y, es, precisamente, en esa dualidad entre lo tangible y lo ficticio, en donde Marco Terán expresa todas sus virtudes desacralizando aquella dimensión exclusivamente terrenal. En sus cuadros, manchados de acrílico y de ideas vitales aparecen mujeres que pierden su candidez ante el espasmo de las miradas cómplices. Los cuerpos femeninos imprimen el sello de sensualidad y de excitante desnudez; aquellos senos que amamantan la perfidia masculina, se muestran en su plenitud.

Asimismo, la infancia se revela en los juegos iniciales y en las conversaciones interminables. En tanto, la naturaleza irrumpe con pedazos de luna en el firmamento. Los rostros se esconden tras antiguos antifaces. Las esquirlas apuntalan reiteradas ausencias en el escondrijo del inquisidor. Los amantes trastocan las tradiciones del Oriente Medio.

Los personajes de Terán surgen de relatos fantasmales que despiertan la curiosidad del espectador/a. A ello su suman dioses anónimos y doncellas de cabellos largos y alas dispuestas a surcar cielos desconocidos. Figuras especiales invaden sus pinturas en una búsqueda de los resquicios del pretérito.

Los violetas, dorados, verdes, se imponen como colores preferentes en la identidad de este artista que se desplaza entre la comunión de los días grises y la sorpresiva alusión a seres lejanos y extrañas maneras de aprehender el influjo artístico.

Que la catarsis de Marco Terán continúe como un torrente interminable entre la abstracción de los sentidos y la permanente búsqueda del yo verdadero.

(*) Texto leído en el acto de inauguración de la exposición pictórica "Catarsis", de Marco Terán, Sala Luis Toro Moreno de la Casa de la Cultura Ecuatoriana - Núcleo de Imbabura, Ibarra, noviembre 18 del 2011

DEMOCRACIA E INTERVENCIÓN CIUDADANA

En el marco democrático es plausible la intervención de los actores sociales en la toma de decisiones, para lo cual es imprescindible la apropiación de la problemática frente al desarrollo, con seriedad y responsabilidad y, con ello, de las apremiantes alternativas de solución, esto en doble vía, tanto en la ciudadanía toda, así, como al interior del aparato estatal.

La democracia en los últimos tiempos ha tenido variantes que intentan fortalecer su concepción. Especialmente, en Latinoamérica con la irrupción de regímenes de tendencia progresista, el enfoque democrático ha derivado en una mayor injerencia popular, para lo cual la configuración de la democracia participativa, se antepone a la tradicional democracia representativa (liberal). Esto, sin duda, permite reformular ciertas categorías a partir de cada realidad territorial.

El principio democrático cuenta con la mediación de los sujetos sociales, para el efecto, se sugiere que tal presencia vaya de la mano de la participación ciudadana, cuya riqueza radica en la visibilización de las diferencias y el reconocimiento de las identidades, a más de la preocupación colectiva por los conflictos y asuntos comunes. Dicha actitud colaboracionista implica la sumatoria de la heterogeneidad social: mestizos, indios, negros, montubios, mujeres, niñas/os, jóvenes, adultos, personas de la tercera edad, discapacitados, migrantes, trabajadores, homosexuales, lesbianas, etc.

En esa línea, es necesario generar condiciones favorables en el plano jurídico, para que el Estado dote a la población de las normas legales pertinentes que propendan al involucramiento de la gente en su presente y, especialmente, en la construcción de un futuro sustentable, óptimo y esperanzador. Claro, que, la cuestión de la inclusión ciudadana en la esfera pública, no se reduce tan sólo a la existencia de leyes para el efecto, sino, que, a la consolidación de una cultura ciudadana.

La radicalización de la democracia supone ir más allá de la vigencia institucional de los movimientos y partidos políticos y, del pleno ejercicio del voto. Su función conlleva a replantear el quehacer público instando a una corresponsabilidad ciudadana. En el mejor término, politizando a la ciudadanía. Para lo cual, es imperioso el interés que preste el conglomerado social respecto de las políticas públicas que emanan de las entidades de representación popular. Sobre lo anotado, vale resaltar que la participación ciudadana tiene plena incidencia en localidades en donde poseen estructuras gubernativas parroquiales, municipales y seccionales. En estos ámbitos, la dinámica participativa es amplia y plural, en ella se revela la conjunción entre mandatarios y mandantes, garantizando desde abajo hacia arriba el ejercicio de una democracia multidimensional.

Tomado de Diario El Telégrafo, noviembre 16 del 2011

viernes, 11 de noviembre de 2011

Taita Leonidas Proaño, profeta de verdades


La lucha de los pueblos tiene en su seno la mirada visionaria de mujeres y hombres comprometidos con su destino, desde una óptica conjunta y colectiva. Esa lucha se ve reflejada en la historia con signo propio, desde las aspiraciones comunes. La emancipación popular, entonces, es el resultado de una predisposición mancomunada de objetivos ligados a la obtención del bien común, a partir de la anhelada liberación social.

Monseñor Leonidas Proaño Villalba (San Antonio de Ibarra, 29 de enero de 1910 - 31 de agosto de 1988) es un personaje que rebasó la coyuntura existencial, para quedarse en el corazón de los humildes. Fue el cura de los desposeídos, quien jamás se amilanó ante el poder y las circunstancias adversas. Desde su niñez encarnó la pobreza como un medio de conciencia individual y, posteriormente, comunitaria. Él sintió cercana las carencias que arroja el sistema capitalista y, desde esa realidad lacerante, fue entendiendo la palabra de Dios, como un valioso instrumento de redención a favor de los más pobres.

Su condición sacerdotal fue causa de alegría, pero, también, de angustia permanente. Su decisión de caminar junto con los indios y campesinos obtuvo como respuesta de la jerarquía católica y de sectores conservadores los más variados epítetos y la consabida censura. Es que la Iglesia concebida tradicionalmente ha respondido al funcionalismo institucional, en tanto, que, la Iglesia pensada por Proaño, es aquella que se acerca a la gente, organiza círculos de discusión bíblica, moviliza a grupos de base en la tentativa evangelizadora, orienta a los creyentes en la búsqueda de la comunión, cuestiona las estructuras socio-económicas. En síntesis, es una Iglesia viva.

Proaño hizo de su labor pastoral un testimonio fidedigno de vida, sin poses, alejado de la pirotecnia. Su sensibilidad humana le permitió adentrarse en la problemática que aqueja a los sectores indígenas de la serranía ecuatoriana, especialmente, de Imbabura y, con amplio conocimiento de causa, de Chimborazo, tras su desempeño como Obispo de esta última provincia. Fue un íntegro predicador de los designios de Dios, y, fundamentalmente, un militante de tales postulados en la cotidianidad, demostrando en todo momento una ejemplar conducta ética. Su preocupación por los desposeídos le impulsó a gestionar proyectos y obras de carácter social, educativo, cultural, teológico y recreativo. En el plano reflexivo fue autor de escritos de variado análisis, para lo cual sobresalió su pluma ilustrativa y directa, que lo condujo también a la tarea periodística.

Fue un auténtico hombre de fe, de esos que van escaseando en el mundo: “Hombres nuevos, luchando en esperanza,/ caminantes, sedientos de verdad./ Hombres nuevos, sin frenos ni cadenas,/ hombres libres que exigen libertad”.

Diario El Telégrafo, noviembre 09 del 2011

SOCIEDADES DIVERSAS

Las sociedades múltiples encuentran en sus diferencias sus principales oportunidades de cohesión en el marco de un entendimiento civilizado. Pero, también, aquellos contrastes tienden a profundizar latentes problemas de raíz pasada, por ejemplo, el racismo.

Si bien, en los últimos tiempos en nuestro país, el reconocimiento a las diversidades culturales y étnicas ha tenido una plausible evolución, especialmente, en el plano jurídico, el mismo merece ser dimensionado en la expresa aceptación social, en todos sus órdenes. En tal sentido, la convivencia entre mestizos, indígenas, negros, montubios, no puede estar circunscrita al mero sentido declarativo, sino que dicha interrelación debe encauzarse en la praxis cotidiana, no exenta de complejidades. Las comunidades multiétnicas no deben desarrollarse desde su parcelación, sino, desde un enfoque integrador, respetando sus rasgos distintivos. La globalización va de la mano de la homogeneización de tendencias y estilos de vida, situación que contraría el vasto escenario societal.

Para Catherine Walsh “el concepto de la interculturalidad va más allá de la diversidad, el reconocimiento y la inclusión. Revela y pone en juego la diferencia no solamente cultural sino colonial, a la vez que busca maneras de negociar e interrelacionar la particularidad con un universalismo pluralista y alternativo”.

Es menester entonces descolonizar mentes y actitudes. Desprendernos de taras que son fruto de la heredad pretérita, con el afán de construir una colectividad incluyente y participativa. Esto supone, la profundización de las características democráticas a partir de los derechos y obligaciones ciudadanas y de la intervención del propio aparato estatal, como instancia generadora de políticas públicas, así también, mediadora y convocante, en el marco de un equilibrio en las relaciones de poder.

Las sociedades transitan entre conflictos y la búsqueda de soluciones, entre heterogeneidades geográfico-identitarias y procesos cambiantes vertiginosos. Ante ello, las asimetrías persisten como resultado de un modelo excluyente. Esta lacerante realidad conlleva a rescatar la condición policultural de nuestros pueblos, en la medida de disminuir las brechas sociales, al menos en la perspectiva de acoger las identidades como valiosas herramientas de respeto al otro/a y, a la par, de sentido unitario.

La interculturalidad es un fenómeno inacabado que merece la recurrente atención de los sujetos sociales, en la medida de repensar nuestro entorno como un territorio en donde podemos albergar sueños comunes en medio de latentes diferencias.

Diario El Telégrafo, noviembre 02 del 2011

Otavalo: advocación telúrica y bolivariana


En esa evocación telúrica de constante arraigo al suelo natal, Otavalo convive con un legado vital, de manos del libertador Simón Bolívar, tras decreto suscrito aquel 31 de octubre de 1829. Con tal antecedente, conviene relievar la condición bolivariana de este pedazo de suelo imbabureño, henchido de magia paisajística y de una honda convicción de afecto humano. Esa rebosante herencia debe ser debidamente interpretada en la contemporaneidad. Junto con la advocación bolivariana, este rincón sarance se nutre de un pasado glorioso que resalta a través de sus etapas político-administrativas, como señorío, corregimiento, asiento, villa y, ciudad.

Otavalo es cuna de la interculturalidad, esto es, escenario geográfico andino de fuerte raigambre indígena y de una inevitable mixtura mestiza. A ello, se suman asentamientos minoritarios afrodescendientes y grupos migratorios, como efecto de una acelerada movilidad social. En tal esfera, el Valle del Amanecer -como lo definiera Aníbal Buitrón- persiste en rasgos esenciales que caracterizan su condición de pueblo pujante y libérrimo, como son: diversidad, talento, creatividad, bondad turística y apego al emprendimiento en sus diversos órdenes.

Desde luego, que, al poseer potenciales que se sintetizan en lo turístico, productivo y artesanal, es de entender la complejidad de su desarrollo, visto desde la integralidad de los ámbitos inmersos. En esto, hay que insistir en la irremediable búsqueda de diálogo y acercamiento entre las diversidades étnico-culturales, en una exploración interminable de las aristas que configuran la identidad otavaleña. El respeto a la otredad nos faculta un cabal reconocimiento de la sociedad en su más amplia concepción. Esa actitud ciudadana debe aflorar, como antítesis a ciertos rezagos racistas que aún perviven en estratos sociales acomplejados de su propia realidad comunitaria.

Y, con lo descrito, también debe añadirse otros factores que permiten la construcción de una colectividad incluyente y participativa; la armonización de los actores por su situación generacional, de género y de discapacidades. Ya que al fin y al cabo, todos somos parte de una misma matriz que nos debe conducir por mejores derroteros: la condición humana.

En Otavalo se siente un ambiente cosmopolita, en donde sus habitantes van sumándose a una dinámica que no se desprende de la vorágine mundial, con problemas y fenómenos sintomáticos de una sociedad propensa a la mercantilización y el individualismo. Esa crisis de valores debe ser rebatida con aquella herencia orgullosamente bolivariana y con aquel tesón que se desprende del pasado, y sirve de faro que ilumina el camino en proyección futura.

Diario La Hora, octubre 31 del 2011

GOBIERNOS ESTUDIANTILES Y DEMOCRACIA

En el ámbito del crecimiento humano, la consolidación democrática es pertinente desde todos los niveles de interrelación social. En tal sentido, es plausible que al interior de las entidades educativas se propenda a robustecer espacios de participación interactiva, debate razonado y procesos de elección estudiantil.

Tal situación ha evolucionado favorablemente en nuestro país en esta última etapa en donde a través de disposiciones de la ley del ramo se ha ido institucionalizando esta loable práctica de participación escolar. Efectivamente, el alumnado en una dinámica convocatoria eleccionaria interviene en la designación de sus representantes, quienes asumen las directrices de los gobiernos estudiantiles; espacios de fortalecimiento democrático.

A partir de aquello, se generan varios aspectos positivos, como el empoderamiento cívico, por intermedio, de la cabal difusión de los derechos y obligaciones de la población. Así también, la divulgación de los postulados que rigen en el sistema democrático, generando pautas iniciales en la cimentación de valores ciudadanos.

Ante eso, las niñas, niños y adolescentes que cursan estudios en los ámbitos: primario y secundario, asimilan preceptos de convivencia comunitaria: mutuo respeto, tolerancia, discernimiento de planes de trabajo, razonamiento electivo, exigibilidad de sus derechos y acatamiento de sus deberes, dentro y fuera del aula. En síntesis, se va cimentando una conducta positiva en el contexto del desarrollo comunitario y de la construcción ciudadana.

Además, se propende a la visibilización de nuevos liderazgos con enfoque pro-activo, quienes asumen determinada designación en los concejos estudiantiles con responsabilidad y actitud altruista, entendiendo el compromiso institucional, antes que el protagonismo particular. El líder o lideresa del gobierno estudiantil a más del rol conductor, asume la mediación de conflictos entre sus compañeros/as de grado o curso.

Cabe decir, que, esta tarea tiene como principal guía el desprendimiento del docente de la materia afín, quien se suma a las iniciativas de la niñez y juventud, coadyuva en su procesamiento y conduce pedagógicamente a la consecución de los fines previstos.

El estudiante, entonces, empieza a imbuirse del espíritu democrático, que, posteriormente, redundará en una directa intervención e involucramiento en la toma de decisiones en pro del bien común.


Diario El Telégrafo, octubre 26 del 2011

COSMOVISIÓN INDÍGENA Y PRÁCTICA ANCESTRAL

En el artículo “Resistencia Indígena” de mi autoría, publicado en junio del 2010 en este mismo espacio, hice referencia a aspectos del entorno de los pueblos y nacionalidades originarios de nuestro país.

De tal reflexión quedó pendiente una aproximación al derecho consuetudinario y a las prácticas ancestrales. Esta temática me parece pertinente subrayar en vista del manejo ligero que dan ciertos medios de comunicación, cuando se difunden “linchamientos” o lo que califican como “justicia por mano propia”, con lo cual se desorienta a la colectividad respecto de las costumbres, tradiciones, saberes y conocimientos milenarios de las comunidades nativas.

Ante ello, es pertinente reconocer la riqueza indígena a través de su cosmovisión, entendida como una amplia perspectiva de vida en relación a signos y códigos culturales y a una fuerte reivindicación pretérita, que se superpone en vía oral y de manera inter e intra-generacional. Entonces, la juridicidad indígena, engloba una serie de vivencias y postulados ajenos a la mirada occidental, en donde se acogen modos de existencia material y espiritual, características idiomáticas, expresiones festivas, religiosas y gastronómicas, valores comunitarios, formas de organización político-administrativa en una geografía determinada.

La justicia indígena adquiere ribetes propios que comprende la legitimidad de los cabildos y asambleas; instancias desde donde se resuelven los problemas internos de las comunas, con procedimientos como la mediación de conflictos. Con esto, el derecho consuetudinario, se afianza como un mecanismo que debe entenderse complementario al sistema jurídico ordinario. Jamás paralelo o de similar jerarquía, sino incluyente al ordenamiento legal nacional. Esto, considerando la condición unitaria del Estado ecuatoriano.

Sin embargo, a ratos se observa el uso y abuso en la aplicación de los derechos colectivos, los mismos que están amparados por preceptos constitucionales y tratados internacionales, factor que no puede contravenir con tales cuerpos normativos, ni con los elementales derechos humanos. No hay que olvidar el principio del debido proceso, como garantía de un idóneo juzgamiento.

Esta distorsión ha generado una reacción negativa por parte de la población mestiza, sumado a ello el influjo morboso y sensacionalista de la prensa “independiente” que califica los casos de delitos o infracciones cometidos en jurisdicciones indígenas, desde concepciones neocolonialistas, sin considerar la complejidad del asunto indígena, el cual está atravesado históricamente por el oprobio y la inequidad.

Esta realidad conlleva a una compartida responsabilidad de los actores inmersos: representantes de las Funciones del Estado (especialmente la Judicial), dirigentes indígenas, periodistas, educadores, etc., en la ardua tarea de discutir la importancia de entender nuestra heredad indígena, de incorporarla a la estructura judicial y, algo que me parece medular, contribuir en la construcción de una sociedad armónica y orgullosa de su dimensión multiétnica.


Diario El Telégrafo, octubre 19 del 2011

30-S: RESTROSPECTIVA Y MIRADA AL FUTURO

El 30 de septiembre del 2010 es una fecha de ingrata recordación en las páginas de la historia inmediata del Ecuador, ya que la paz y seguridad colectiva se vio afectada por un intransigente reclamo policial. Los sucesos acaecidos en aquel aciago día han sido valorados desde diferentes ópticas, según la mirada interpretativa de los actores involucrados y de la ciudadanía común.

En tal sentido, hay que recordar que las demandas de la fuerza pública superaron las dimensiones meramente salariales y de reconocimiento formal (insignias y condecoraciones). El descontento policial -reflejado en una revuelta pública- tuvo otras connotaciones de evidente desestabilización institucional. Los hechos hablan por sí solos: agresión presidencial, toma de pistas aéreas, interrupción de la tarea legislativa, amotinamiento en cuarteles, pronunciamientos atentatorios al Estado de Derecho, irrupción en medios informativos estatales, interrupción del tránsito, violencia en las calles, quema de llantas, emisión de gases lacrimógenos, disparo de proyectiles, heridos y muertos. Asimismo, robos, asaltos y saqueos patentizaron la indefensión de la gente. En definitiva, varias horas de convulsión e incertidumbre social.

La obligada retención del presidente Rafael Correa en la casa de salud, por tropas uniformadas fue ciertamente injustificable, y, con ello, la actuación posterior de la oposición política, en donde se revelaron protervos afanes conspiradores y golpistas, contando para el efecto, con la anuencia de la inteligencia norteamericana, según lo detalla Eva Golinger. Así también, se colige que sectores de derecha (Sociedad Patriótica, Madera de Guerrero, PRIAN, entre otros) aplaudieron dicha sublevación y, sus acólitos provenientes de una supuesta “izquierda radical” (MPD, Pachakutik) convocaron a un frustrado levantamiento en contra del régimen. Al contrario de ello, la gente emergió, sobre todo en Quito, desde la indignación para defender la democracia y “luchar hasta las últimas consecuencias”, como relata María del Carmen Garcés.

Lo gravitante de este acontecimiento fue la ruptura democrática; atentatoria al marco legal vigente. Y, el deterioro de la entidad policial, cuya legitimidad se vio severamente afectada dentro y fuera de su estructura orgánica. La gente perdió la confianza en los gendarmes, quienes actuaron desde la barbarie. Como lo expresó en un cartel María Fernanda Restrepo, aquel fatídico 30-S, en las afueras del Regimiento Quito: “Los que están armados jamás pueden dialogar”. Eso es lo que le hace falta al Ecuador: un diálogo sin máscaras, ajeno a las mezquindades y abierto a las sugerencias y alternativas de solución ante los grandes problemas que aquejan a la nación.

En tanto, tras las lamentables secuelas aún continúan las investigaciones en las instancias judiciales, sin que se esclarezca este episodio de manera contundente y se sancione a sus principales responsables.

Que el 30-S del año pasado nos sirva de testimonio cardinal en la perspectiva de radicalizar nuestra democracia, la misma que no deja de ser vulnerable como consecuencia de sus raíces heredadas y, que, la madurez ciudadana coadyuve a cimentar renovadas directrices y fortificar remozados liderazgos en la clase política ecuatoriana.


Diario El Telégrafo, octubre 16 del 2011

VERSO VITAL Y FUEGO PERDURABLE


La poesía es la expresión fidedigna del ser humano, en cuya esencia emerge el dolor y la rebeldía, la tentación y el martirio, la cavilación y el ensueño. Las palabras se funden en un torrente de ideas provenientes de la nada, en pos de la perpetuidad del verso.

La intimidad traspasa el papel y se perenniza en un ritual taciturno, en donde el poeta se sumerge en mares lejanos y se desangra a partir del vital oficio. Entonces, aparece el acto mágico de la creación y recreación literaria, sin ambages, libre como los colibríes, a la vez que, lacerante como la condición del expatriado.

Carmen Váscones considera que “la poesía, es una constancia del abrazo entre la composición y descomposición, entre la destrucción, construcción y reparación, entre la muerte y la vida, entre el cielo y el fuego, entre lo bestial y humano, entre la nada y la palabra. Entre tú y yo”.

“Palabra de Dragón” (Casa de la Cultura Ecuatoriana – Núcleo de Chimborazo, agosto del 2011), es el poemario perteneciente a Patricia Noriega Rivera. Un cántico irreverente de búsquedas y cuestionamientos, de penumbra y precipicio, de lascivia y pasión, de ímpetu y redención, de infancia y melancolía.

El amor y el desamor asoman en una recurrente línea descriptiva, a la par, que, se dibujan sintetizados esos detalles comunes que van marcando la huella existencial. Las lágrimas de esta poeta se transforman en estalactitas que superan el acto ordinario. El recuerdo se interpone con el horizonte; es la sombra de la noche asomando en la rendija de las habitaciones prohibidas, son los espejos que proyectan cuerpos aletargados ante el umbral del precipicio. Como lo describe la autora: “Entonces empezó a serpentear/ y danzamos en medio del vino./ Mi brazo en su espalda y su mano en mis ojos./ Nos arrogamos de inmortalidad/ al ver nuestros cuerpos en el techo,/ cuando conocimos la libertad de los animales/ desnudos”.

Es el erotismo que se dispone a recorrer en la piel de las conciencias desmitificadas de amaneceres clandestinos, es la furia de los fonemas que erizan la piel de las beatas dominicales, es la celebración del acto carnal y de la evocación lúdica: “Contigo me pierdo en medio del cinismo,/ así como en la escritura,/ que es la soledad total,/ es uno devorándose a sí mismo,/ es el eco del grito”.

Las piezas poéticas están debidamente agrupadas en capítulos, en donde se anteponen subtítulos precisos y sugerentes. Se denota un trabajo de depuración textual.

Patricia Noriega enciende a las almas perdidas con su discurso lírico dedicado a la tierra y al culto de la pacha mama, a la amistad perdurable y al influjo de la ciudad vacía. Ella interpreta su cosmogonía a través de la tinta y el silencio. Invoca al jaguar y se abraza entre la lluvia con el mítico dragón.


Diario El Telégrafo, octubre 12 del 2011

lunes, 10 de octubre de 2011

PERUGACHY O LOS COLORES QUE AMAMANTAN EL ARTE


El arte sensibiliza corazones. En sus interioridades resume el anhelo, las ilusiones y desencantos del hombre. Transmite las vivencias de una época. Subvierte la cotidianidad. Se antepone a la penumbra. Recrea lo esencial de la existencia a través de códigos comunicacionales. Es el lenguaje del mundo.

El arte estimula los sentidos del público espectador. Delinea signos que sirven para el múltiple ejercicio interpretativo. En sus adentros desentraña la realidad próxima enriquecida de la simplicidad de los hechos. Los sueños se imbrican en líneas, figuras, molduras, esculturas e instalaciones, para el deleite y cavilación del ojo humano. Los motivos y las técnicas son recursos que afianzan las ideas vitales. El creador/a es un demiurgo que testifica con su obra el inevitable tránsito del tiempo.

Jorge Perugachy (1954) es un reconocido pintor que configura su obra a partir de una apropiación temática proveniente de las culturas ancestrales y de la ritualidad prehispánica. Los trazos y composiciones tienen un hilo conductor que fusiona el paisanaje y la movilidad citadina. Sus series de recurrente proyección son: “Mujeres de la Noche”, “Mujeres Andinas”, “Ángeles Andinos”, “Vírgenes del Sol” y “Ausencia”.

En el taller de Jorge Perugachy reposan silenciosos matices e innumerables diseños primarios que revelan la prolijidad creativa y la febril búsqueda de nuevas formas y texturas en el amplio lienzo. Este esteta sigue conquistando variados puntos geográficos, así tenemos al continente asiático, en países como China y Malasia.

Perugachy increpa a la sociedad moderna a través de una fuerza cromática que reivindica los elementos inherentes a la voluptuosidad y ternura femenina, a la madre naturaleza desde la óptica milenaria y, a las bondades que se desbordan en su ciudad de procedencia: Otavalo, entorno preñado de volcanes y colibríes, ponchos azules y alpargatas, templos e imágenes religiosas, callejuelas empedradas y antiguas casas de teja, fusión interétnica y amalgama cultural.

Los conceptos y colores sustraídos por Perugachy les pertenecen al cielo y al campo, a los ríos y a las aves, a las frutas y a los dorados maizales, a las caseras y a las comadres, a las medias de seda y a los senos que amamantan la vida, a los expatriados con rumbo incierto.

Jorge Perugachy, además, cumple con otro rol, el de gestor cultural. Por ello, desde el 2006, en Otavalo, bajo su iniciativa y, contando con el auspicio oficial del Gobierno Autónomo Descentralizado Municipal de dicho cantón, se emprende anualmente el Museo al Aire Libre; proyecto de divulgación de las corrientes pictóricas contemporáneas.

Perugachy trasplanta la gracia de Dios en expresivas pinturas que denotan ingenio y autenticidad, rigor y oficio, obsesión y encantamiento. En sus cuadros los colores hablan por sí mismos.

Diario El Telégrafo / octubre 05 del 2011

UNA COLECCIÓN NECESARIA


La poesía recoge los recuerdos infantiles, la remembranza adolescente, la evocación tras la adultez, la decepción amatoria, los besos derramados en la piel ajena, la tentación de la carne, el último alarido de la víctima, el instante cotidiano, la melancolía de la noche dominical, las lágrimas convertidas en gotas de lluvia, el sol brillando a plenitud, la sonrisa junto con el saludo fraterno, el abrazo de despedida, el arco iris irradiando la esperanza, la cosecha de la tierra bendita, el inevitable devenir de la vida y, desde, luego, la renuente cita con la muerte.

La poesía atrae a la composición rítmica y a la entonación musical. Los versos acogen la fuerza onomatopéyica, se abren paso a partir de imágenes que se perennizan en la memoria del lector/a. Asimismo, la tristeza aparece entretejida en el poema, a la par, con la multicolor mirada humana y los destellos de la naturaleza circundante. En el caleidoscopio poético se distingue a la luminosidad femenina, en cuyo contenido se desprende la fecundidad milenaria.

Cada autor/a exterioriza un compendio de circunstancias vivenciales; ilusiones y desencantos. Aquel mensaje es una luz que alumbra el acto intelectual, y, que, cuyo derecho autoral, no es exclusivo del creador, sino también, de la complicidad de la persona que descifra los códigos literarios. Según Iván Oñate: “…para la Poesía […] no hay otra musculatura que esa capacidad de nostalgia que llevas en tu sangre y se enraiza más allá de la duración, más allá de toda muerte”.

La Casa de la Cultura Ecuatoriana - Núcleo de Imbabura, de manera acertada publica -desde hace un par de años- con regularidad la Colección de Poesía “José Ignacio Burbano”; cuadernillos que contienen la propuesta lírica contemporánea de la azul provincia henchida de lagos y cobijada de imponentes montes. Ya son varios los folletos de bolsillo editados, en cuyas portadas, complementariamente, sobresalen obras de artistas plásticos de la región norte del Ecuador.

Juan Carlos Morales, Nelson Villacís, Juan F. Ruales, Gabriela Ponce, Valeria Guzmán, Yolanda Luna, Elena Castillo, Vanessa Mosquera, Ximena Flores Venegas, Carmen Jaramillo, Edison Navarro Cansino, entre otros/as, anteponen el grito rebelde del insurgente, la retórica de los jilgueros, la descripción de las horas rotas, la cadencia de los cuerpos ardientes, el ensueño del trovador trashumante, la energía lunar, la expiración de la trivialidad, la arquitectura de la ciudad antigua, el solitario encuentro con las ideas fugaces, la belleza del sutil lenguaje.

Esta colección poética debe acrecentarse con renovadas firmas, sin que ello, implique, aminorar su calidad, ni descuidarse de la correspondiente rigurosidad selectiva. Que el fuego de la palabra siga ardiendo en el parnaso imbabureño.

Diario El Telégrafo / septiembre 28 del 2011

Merecido homenaje


La condición humana a veces -plagada de mezquindades- es renuente a resaltar la existencia provechosa del prójimo. El hombre, como ser integral en la composición comunitaria tiende en la contemporaneidad a replegarse en un extremo individualismo, que merma una actitud solidaria y fraterna.

Dicho de otra manera, relievar la valía del otro/a cada vez se reduce al formalismo en la coyuntura de ciertos intereses creados por afanes particulares. El desprendimiento no es precisamente una cualidad de la actual sociedad. Menos aún, el reconocimiento de las virtudes y talentos ajenos.

Por eso, es trascendente sumarme desde esta columna, a la iniciativa gestada días atrás por la matriz de la Casa de la Cultura Ecuatoriana “Benjamín Carrión, en Ibarra, en la cual se rindió un homenaje a la ilustre crítica de arte, Inés M. Flores, proveniente de la citada ciudad; mujer universal en la perspectiva de la difusión cultural.

Exaltar la supremacía de esta ilustre dama, es pertinente en este país de ausencias y olvidos. Amante de las artes plásticas, estudió en la Escuela Municipal de Bellas Artes de Guayaquil, en la Universidad Nacional de Colombia y en el Instituto Paul Coremans de México. Ha ocupado importantes cargos y membresías dentro y fuera del Ecuador. Museógrafa y museóloga. Experta en aspectos inherentes a la curaduría. Consultora de la UNESCO en labor patrimonial en Argentina, Chile y Perú. Conferenciante de cursos de Historia del Arte. Coordinadora de innumerables exposiciones, muestras itinerantes e instalaciones pictóricas. Su mecenazgo artístico ha permitido que noveles pintores vayan acrecentando su presencia en el complejo espacio de la creación, así como también, que, artistas de trayectoria probada consoliden su firma en el ámbito público.

Inés M. Flores es una profesional desprendida y generosa. De habilidad en la técnica de la interpretación artística y analista de obras que confluyen de la vocación lúcida y creacional. Sus escritos han aparecido en infinidad de catálogos y publicaciones semejantes. Enamorada del arte; su vida es un cúmulo de emprendimientos y satisfacciones. Sus manos acogen la sabiduría de los años. Como dice Marco Antonio Rodríguez: “Esas manos, buidas de inteligencia y sensibilidad, expertas, teóricas, estudiosas, apasionadas; pero sobre todo, humanas (demasiado humanas), han permitido convertir innumerables sueños en arte, han liberado el arte que los artistas llevan dentro”.

Merecida distinción la que le hizo la CCE, junto con la adhesión de otras instituciones, a esta ejemplar ciudadana que con su esfuerzo y tesón contribuye al anhelo de Benjamín Carrión: convertirle a nuestra nación, en una potencia cultural.

Diario El Telégrafo, septiembre 21 del 2011

miércoles, 14 de septiembre de 2011

LA CCE EN LA MEMORIA DE UN LOJANO


Stalin Alvear (1942), es escritor y abogado, oriundo del sur del Ecuador. Amante de las letras, sus textos son digeribles y susceptibles de continuación lectora. Autor de varios libros entre la ficción y la realidad. Ciudadano inquieto del destino nacional y latinoamericano. Camarada de izquierda. Gestor de las manifestaciones que emanan del espíritu humano, en su expresión excelsa.

Hace ya varios años tuve el gusto de hojear su libro “Antes que me olvide” (1995); un compendio testimonial de vivencias personales asignadas entre la inspiración y el desencanto, entre los amores furtivos y la doctrina política, entre el humor y la nostalgia. “De lo acaecido, sólo sus fosas reunifican añicos, le dan corporeidad a la memoria, a esa incógnita que deambula entre huesos”, asevera.

Con regocijo llegó a mis manos un nuevo trabajo autobiográfico de Stalin Alvear, con el sello editorial de Libresa: “Tu casa, nuestra casa” (2011); cuyo contenido es un cúmulo de relatos y reflexiones como presidente nacional de la Casa de la Cultura Ecuatoriana (CCE), en el período 1996-2000, cuyo antecedente administrativo lo adquirió al frente del núcleo institucional en su provincia de origen: Loja.

Alvear rememora paisajes y pasajes inherentes a la compleja tarea de difundir el intelecto del hombre. Se percibe una ferviente pasión por la obra mayor acuñada por su coterráneo, el insigne maestro Benjamín Carrión. Es una especie de compromiso militante ante semejante legado. Y, desde el pretérito no tan lejano, Stalin Alvear confiesa las dificultades presentadas como titular de la CCE y, su, inquebrantable afán por defender la autonomía de la entidad. En ese contexto, transmite con ahínco el empeño de democratizar a la casona cultural, contando para ello, con un enfoque inclusivo y de entera participación popular. Sobre el tema, José Benigno Carrión sentencia: “La Casa de la Cultura no puede ser un coto cerrado para determinada élite de intelectuales, tiene que convertirse en un albergue, como lo soñó su mentalizador -amplio y generoso- para todos quienes tienen afanes culturales”.

“Tu casa, nuestra casa” es una advocación anecdotaria en donde sobresalen amistades entrañables, episodios particulares y una alta dosis de razonamiento respecto de la gestión cultural, en donde no se escapan mezquindades, padrinazgos, rivalidades y rencores, propios de la vulnerable condición humana.

Las ejecutorias de Stalin Alvear en la CCE sabrán ser evaluadas y juzgadas en el sendero que determina la historia. Su sóla permanencia en dicho organismo en momentos de atisbo e incertidumbre le dan méritos de persona de bien.


A eso, hay que sumar algo sustancial: su condición derivada de lojanidad, cuya huella identitaria ha sido minimizada por ciertos círculos de alcurnia social e intelectual, quienes se olvidan de que también desde los márgenes provinciales se contribuye al fortalecimiento de la patria ecuatoriana.



Diario El Telégrafo, septiembre 14 del 2011

LAGUNA DE SAN PABLO: AZULIDAD Y ENSUEÑO


Otavalo posee en su enclavado geográfico una belleza paisajística peculiar. Ciudad de embrujo y afectos. Tierra en donde se fragua una dimensión social múltiple, conjugándose una realidad multiétnica y policultural. En su seno se acrecienta una dualidad esencial: hombre-paisaje, cuya consecuencia genera en el individuo un especial sentimiento -indescriptible a ratos- de veneración telúrica. Es la energía terrígena que convoca a un permanente ritual de adoración y querencia. Tal vez con alguna dosis de chauvinismo, pero con la certeza vital que emerge de los elementos de la tierra. Parafraseando a Plutarco Cisneros Andrade: “… en Otavalo, es imposible definir dónde comienza la tierra y dónde termina el hombre”.

Es en Otavalo, precisamente, en donde se asientan las lagunas de Mojanda (Caricocha, Huarmicocha y Yanacocha) y la de San Pablo. Ésta última embebida de ensueño y leyenda. Imponente reflejo de agua -en cuyos adentros brota la totora-, que permanece inmarcesible con la huella del tiempo, no obstante, el deterioro generado por la inconsciencia humana.

La laguna de San Pablo tiene una denominación milenaria: Imbacocha (Imbakucha), desde la cosmovisión andina, en donde el agua es fuente purificadora y componente femenino, por ser generadora de vida. De ahí que se desprende su trascendencia cultural, prevaleciente en las comunidades indígenas circundantes. Además, cabe señalar la latente preocupación ambiental por su condición de ecosistema lacustre y, su aprovechamiento para competencias natatorias (desde 1940), en la festividad septembrina del Yamor.

Esta laguna también es dadora de encanto poético. Carlos Suárez Veintimilla exclama: “Azul invitación de ancha frescura/ en las curvas resecas del camino,/ jugando al escondite con los ojos/ que presintieron su temblor dormido./ La laguna es un remanso dulce/ como el alegre retozar de un niño/ que se aquietó en asombro ante los cielos/ con sonriente respirar tranquilo”.

En tanto, Remigio Romero y Cordero versifica: “El lago de San Pablo, sibarita/ de lo azul, tiene sueño al pie del monte./ Cartas que el lago le mandara al cielo/ parecen, al volar, desde él, las garzas./ Se mira el caserío en el agua dulce,/ argonautas de barcas de totora,/ indios lacustres por las ondas vagan,/ ajenos a las horas de los siglos”.

Y, Gustavo Alfredo Jácome, en su “Romancero Otavaleño”, recreando la tradición oral, detalla la apasionada relación entre la laguna descrita y el Taita Imbabura: “Amor de monte y laguna,/ idilio de roca y agua,/ cosmogonías platónicas/ eternidad de dos almas./ Y allí moran, ella y él,/ desde los siglos en alba./ Si miraron una vez/ y esa mirada fue basta./ El monte inclinó la testa -reverencia enamorada-,/ le sonrió la laguna/ con una sonrisa de agua./ Y desde entonces se amaron”.

Los orígenes de la laguna de San Pablo, datan a partir de los designios bíblicos: “Al principio Dios creó el cielo y la tierra”, esto es, en la génesis de la creación universal, para bendición del entorno otavaleño.


Diario El Telégrafo, septiembre 07 del 2011

RODRÍGUEZ O LA CONFIGURACIÓN DEL EXPRESIONISMO


El arte plástico devela las interioridades del mundo. Sus intrínsecas maneras de entender los fenómenos sociales, surgen desde variadas ópticas que el creador antepone como sello original.

Ángel Rodríguez Quimba (Otavalo, 1972), es un pintor que se abre paso a partir de la cosmogonía personal. Desde el autoconocimiento ha ido forjando un camino, entre el hiperrealismo, expresionismo y lo neofigurativo. La afinidad por las artes surge desde temprana edad. El dominio del dibujo se acrecienta con el uso del acrílico, tintas y aglutinantes naturales, petróleo industrializado, collage. Su expresión tiene un fuerte contenido social, para lo cual sobresalen texturas fuertes y agresivas, junto con chorreados, manchas, veladuras, craquelados. A ello, se suma su preocupación con el aspecto ecológico, en donde plasma un mensaje irónico y de protesta. Esa sensibilidad se configura en sus cuadros, de manera que el ojo receptor se detiene por un instante con el afán de reflexionar ante el deterioro ambiental y la problemática social, económica, psicológica, filosófica, que deviene tras un sistema oprobioso, injusto y desigual.

Su preocupación por el mejoramiento técnico le acercó a las aulas universitarias y a la investigación. Esto, le conllevó a ampliar el marco conceptual, en donde trasplanta la decadencia de una sociedad desorganizada y consumista.

Las pinceladas se someten a un ritual particular que nace de la motivación del creador. Ante eso, Rodríguez se identifica plenamente con la cotidianidad, como un cúmulo de factores favorables para el desarrollo del espacio pictórico, por lo tanto, sus exposiciones transcurren con igual estimulación entre una galería o los pasillos de un terminal terrestre. Lo importante para él es socializar sus demonios internos y legar una evidencia artística en la comunidad. Sus semillas dolorosas y emociones testimoniales reflejadas en el óleo, también han compartido convocatorias y concursos públicos. Por ejemplo, en el 2011, el Gobierno Municipal de Otavalo, dentro del proyecto Museo al Aire Libre -impulsado por el maestro Jorge Perugachy- le concedió el reconocimiento de joven promesa local.

Su preocupación esencial es la humanidad, para lo cual despliega una poética visual en intensas jornadas de solitaria creación. El arte, es para Rodríguez, la perpetuación de las huellas del tiempo, con lenguajes lúdicos y deslumbrantes.

Este pintor está consciente de las dificultades que conlleva el campo artístico, no obstante, su persistencia supera las mismas, prevaleciendo aquella insaciable construcción de su identidad propia.

Letras de Imbabura No.56, CCE, septiembre del 2011

INTENCIÓN VERBAL EN LA PIEL POÉTICA


El aroma del café, “la mecha del día”, los juegos inocentes, la tertulia interminable, los buenos deseos de los amigos, la querencia íntima de la pareja, la tristeza del domingo en la tarde, el ascenso de las coloridas cometas al enorme cielo, el invierno opacando la ilusión de los derrotados, la humedad de los cuerpos tras la incesante lluvia, la estación del tren detenida en el recuerdo, la esperanza del hombre por días venturosos. Eso refleja la poesía, como eco que estalla en los oídos del caminante.

La historia de amores inconfesables, el peregrinaje a la prosperidad, la búsqueda del sosiego, el misterio de la nada, el resplandor de las flores que emanan a borbotones, la confusión de la vida, el suicidio del pescador, la nube extraviada en la plenitud del horizonte, “la melancolía del sol” al final del mar, la extensa orilla acumulando caracolas, el vestigio de los besos ardientes. Eso es la poesía; el aquelarre perennizando quimeras.

“Verbal” (Rueca Editores, Quito, 2008) intitula el poemario de Julia Erazo Delgado (Quito, 1972), con ilustraciones de Sara Palacios. Este cántico deviene de los elementos de la tierra; el sol, la luna, las estrellas, los pájaros, el fuego, las montañas, el agua como reino, espejismo y travesía: “el agua abre sus ojos sobre la montaña/ se desborda como un vestido de encajes/ cubre el vientre del planeta”.

“Verbal” describe los ritmos insondables de la existencia humana, la callejuela impregnándose de sombras moribundas, la agonía del desterrado, el fantasma de la abuela, la foto familiar en blanco y negro, la música que nos aparta de la soledad.

El enunciado amatorio altera la quietud del texto: “fugazmente te encuentro/ contigo hablo/ niño a niño/ como el agua entre tu cuerpo/ cuando llueve/ o mi boca con tus labios/ cuando hay beso”. En similar tendencia se distinguen los siguientes versos: “caminas descalzo por mi vida/ el cielo se queda absorto con tus huellas/ mis besos/ ovillos de lana para tus uñas y dientes/ a veces jarabe de frutas”.

Con “Verbal”, Julia Erazo ratifica su capacidad creativa y el merecido lugar adquirido por ella en la lírica contemporánea ecuatoriana. Persona sensible que cumple con las expectativas en el quehacer literario y que traza senderos en el cúmulo materno, en la realización profesional, en la acertada complementariedad de esposa, es decir, en la excelsa condición de mujer.


Diario El Telégrafo, agosto 31 del 2011

“OÍDME, MIS HERMANOS”


El frecuente devenir se detiene ante el ímpetu de las metáforas impregnadas en el papel. Es la fuerza demoledora de la poesía que se erige como huella impecable ante el vértigo del tiempo. Son las palabras que se juntan taladrando el oído de finas melodías. Es el regocijo de los buenos deseos. Es el fantasma de la desolación.

La liturgia poética recoge los intersticios de la vida, resume la penumbra de la muerte. Le hace un guiño al aguacero febril y se deleita de la alegría de los pueblos. Las imágines reaparecen inmarcesibles pese a la desidia contemporánea. La ensoñación prevalece en las miradas atentas a las estrellas esparcidas en el infinito cielo. La nocturnidad forma parte de este deleite sagrado. La poesía expresa el tormento de los días, las quimeras juveniles, la pasión del cobijo carnal, la retórica del profeta derrotado, la infatigable condena del hombre ante sus debilidades, las creencias de los peregrinos, el rescoldo de las dudas y los temores, la fe que alienta el horizonte luminoso del mañana.

“Oídme, mis hermanos” (Verbum-Trilce Ediciones, Colección “Los Confines” N°4, España, 2009), titula el poemario de Alfredo Pérez Alencart, el mismo que está traducido al alemán. Sus textos profundizan el fenómeno migratorio, la huella amatoria, la búsqueda de equidad social, la tradición bíblica, las “lágrimas dulces de la tierra”.

Alfredo Pérez Alencart (1962, peruano-español) a más de poeta es ensayista. Ha recibido varias distinciones en el campo literario, como el Premio Internacional de Poesía “Medalla Vicente Gerbasi”, otorgado por el Círculo de Escritores de Venezuela. Es profesor de Derecho del Trabajo en la Universidad de Salamanca.

En “Oídme, mis hermanos”, Pérez Alencart traza surcos a partir de la realidad perturbadora y vital. En sus páginas configuran el cántico de los jilgueros, la estampa de las ciudades recorridas, la soledad de la mujer que envejece junto con sus fracasos, la ternura de los niños desnudos, la enfermedad que devora la amistad, el pan para el hambriento, el drama del necesitado, la derrota del exiliado, el regazo maternal, el “amor sagrado”.

La poesía atrae a la sensibilidad y a la reflexión, dentro de las entrañas del lector/a. Como dice Alfredo Pérez: “Una voz puede tocarnos el corazón. / No lo olvidéis jamás”.


Diario El Telégrafo, agosto 24 del 2011

RASTROS DE DIVERSIDAD

Las sociedades contemporáneas tienen un eje dinámico cambiante y un reordenamiento permanente. Se articulan alrededor de fenómenos globalizadores, sin que ello signifique descuidar su legado histórico-cultural.

Las condiciones híbridas en la composición social determinan ciertos aspectos de desarrollo múltiple, en donde no se alejan las desigualdades e inequidades. En el caso latinoamericano, la riqueza continental se basa en la combinación étnica, la misma que tiende a establecer rupturas ante la oleada homogeneizadora a la que con frecuencia nos somete la corriente capitalista.

Las identidades no son estáticas, ya que ostentando elementos esenciales de expresión vivencial, se van renovando en un proceso enriquecedor y colectivo. El pretérito es una huella indeleble por el cual se forjan esas identidades, pero, eso, no es un óbice al momento de retroalimentarse con nuevos y crecientes escenarios culturales. El hombre, es, entonces, visto desde los más disímiles órdenes: antropológico, filosófico, artístico, productivo, político, económico, recreativo, en el marco de las relaciones armónicas con el resto de elementos de un grupo humano.

En el caso ecuatoriano, su diversidad confirma lo anotado. Nuestra nación posee lazos indisolubles que forjan una identidad propia; costumbres, tradiciones, signos lingüísticos, gastronomía, manifestaciones religiosas, fiestas populares, idiosincrasia, etc. A ello, se suma la fuerte mixtura étnica: mestizos, indígenas, afrodescendientes, sin olvidar la creciente ola migratoria, como consecuencia de los signos de movilidad presente. Esto, determina la condición de país multiétnico y plural. En tal valoración, la construcción de una sociedad intercultural es imperiosa. No sólo como una aspiración declarativa, sino como el resultado de una práctica tolerante y flexible. La interculturalidad supera la perspectiva de respeto a la otredad, ya que sus vasos comunicantes afianzan el sentido cultural, espacial, geográfico y humano. Esta característica grupal, genera una convivencia pacífica y solidaria. Rompe estereotipos sociales que van en detrimento del reconocimiento y activa relación entre seres diferentes. Desde esa percepción, las comunidades evitan rupturas y, al contrario, promueven el diálogo intercultural.

Otavalo -capital intercultural del Ecuador- otea caminos de unidad, acogiendo en su seno telúrico al orbe, a partir de su condición territorial policultural. En este embrujo citadino se asientan comunidades indígenas de marcado abolengo artesanal, artístico y comercial. Pero también, como fruto del rastro hispano, la coexistencia mestiza. Esta realidad, resume la aspiración colectiva de suscitar elementos unitarios en medio de la latente multiplicidad.

Diario El Telégrafo, agosto 17 del 2011

IMPRESIONES DE NICARAGUA (II)

Nicaragua tiene una población cercana a los seis millones de habitantes. Su moneda es el Córdova. En su bandera oficial están impregnados los colores: azul y blanco. Posee una tradición agrícola y ganadera. Entre su comida criolla, aparece el vigorón, el gallo pinto, el quesillo. Managua, su capital, es de ambiente y calidez caribeña. Varias ciudades resaltan: Masaya, León y la colonial Granada. Asimismo, sus lagos reflejan embrujo, como el imponente mirador de Catarina.

En Nicaragua, en el mes de julio pasado, se conmemoraron los 32 años de la revolución popular sandinista y los 50 años de fundación del FSLN, con diversos actos, entre ellos, el II Encuentro Internacional de la Juventud y los Estudiantes de Izquierda de Latinoamérica y el Caribe.

Tal celebración motiva a repensar la necesaria unidad continental, en momentos en donde el imperialismo norteamericano sufre los destellos de la crisis moral y económica como consecuencia de la aplicación de un sistema oprobioso e inequitativo. Basta ejemplificar lo sucedido en la década de los 90 del siglo XX en Nicaragua, en donde se impuso el neoliberalismo generando posteriores secuelas de desempleo, hambruna y descomposición social. Posterior a ello, el FSLN luego de retomar el poder gubernamental “desde abajo”, por la vía democrática, a partir del 2007 viene impulsando políticas sociales como la alfabetización, salud, saneamiento ambiental, titulación de tierras, apoyo a la pequeña y mediana empresa, entre otras, que repercuten positivamente en la esperanza de la gente.

Aquella sombra de represión y sometimiento dictatorial, es un penoso recuerdo que se supera con el advenimiento de la dignidad y el bienestar común, para lo cual el Gobierno de la Reconciliación y Unidad Nacional aplica programas en la perspectiva de una justa redistribución de la riqueza; elevando los niveles de vida: espiritual y material.

Nicaragua camina pujante con el legado de Augusto César Sandino y Carlos Fonseca Amador, con el fuego ardiente de su historia, con la solidaridad de las naciones del mundo, con el ideal socialista enarbolado a través de las banderas rojinegras, con la incansable construcción de una sociedad regocijada de valores inmanentes.

La revolución sandinista tiene una premisa elemental: dibujar sonrisas con el pueblo.


Diario El Telégrafo, agosto 10 del 2011

IMPRESIONES DE NICARAGUA (I)

Nicaragua es un país de dolores y utopías, de contrastes y esperanza. Una nación situada en el centro de nuestra patria grande, con una historia que habla de guerras e injusticia, pero, también de resistencia y dignidad humana. Queda la sombra somocista y, con ello, la muerte y la miseria. Desde luego, queda el hálito de mejores días, en donde las mujeres y los hombres se encauzan por el sendero de la democracia y la libertad.

En Nicaragua se venera el canto azul de Rubén Darío, se convoca al amor, a la paz y a la vida, como una proclama a favor del ser humano, en donde los valores éticos y morales se sobreponen ante la vorágine capitalista. La juventud se erige altiva, alegre y rebelde; abierta a la transformación de las estructuras sociales.

En el escenario político, el Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN), es la vanguardia de la izquierda que coadyuva -como instancia orgánica de discusión militante- para el cambio socio-económico, a través del liderazgo indiscutible del presidente Daniel Ortega Saavedra. Precisamente, su gobierno insta a la unidad y a la reconciliación nacional, fortaleciendo un proceso revolucionario cuyo contexto es diferente al de la década de los 80 del siglo anterior.

La actual revolución sandinista, de carácter democrático e incluyente, tiene como elementos constitutivos al cristianismo, al socialismo y a la solidaridad. Dicha revolución -como ha dicho el comandante Ortega- le pertenece a las mujeres, a los jóvenes, a los campesinos, a los trabajadores, a los profesionales, al pueblo en su conjunto. El sentido general de la revolución es desterrar la pobreza y generar las condiciones necesarias del progreso colectivo, utilizando para el efecto, las armas de la inteligencia, el conocimiento, la tecnología y la conciencia humana.

Atrás quedaron las huellas insurrectas y combativas -a ratos necesarias- que indujeron a la conformación de guerrillas asentadas en el campo y en la urbe. Ahora emerge la radicalización de la participación popular, en espacios generosos y de mutuo respeto. Sin embargo, no se puede obviar a personajes como Tomás Borge Martínez o Edén Pastora Gómez; hombres que apostaron por la liberación nicaragüense. Su ejemplo, motiva a la construcción de nuevos derroteros en dinámicas contemporáneas complejas.

En Nicaragua he aprendido una lección pragmática: el revolucionario está en donde el sol aparece.


Diario El Telégrafo, agosto 03 del 2011

Gabriela: barro y poesía - III parte


Esta radiografía existencial es un cúmulo de ideas y preceptos, y, a la vez, de realidades internas. Gabriel Mistral era dulce y e inflexible. Creadora y luchadora. Reservada y henchida de alegría por la sonrisa inicial de sus alumnas. Una mujer "hecha rudamente, a cincel, tallada de precipicios” a decir de Volodia Teitelboim.

Muchas cosas se han dicho de su intimidad, llegando incluso, al extremo de especular su preferencia sexual. Como si eso importara a la hora de deslumbrarnos con el trazo perfecto de su adjetivación, o de asombrarnos por ese estilo inconfundible que aportó positivamente a la literatura hispanoamericana, al igual que Juana de lbarbourou y Alfonsina Storne. Es que, así son esos enormes personajes que sobrepasan el umbral de la perennidad, sin inmutarse por la infamia que refleja la mediocridad de los vencidos. Gabriela fue brillante, pese a esa infranqueable oscuridad que le envolvieron sus días y su complicado temperamento. “Si no soy más que una pobre mujer que ha padecido, que enseña niñas y que suele hacer un mal verso cada año. Cuando no enseño, leo: me interesa más el alma de los otros que la mía, cuya monotonía me ha fatigado”.

Es que a través de la lírica se internó en “el alma de los otros”, aunque, también, expuso sus demonios, temores y anhelos. Paulatinamente, hizo del acto de escribir, un hechizo para paliar el sufrimiento de los días interminables, en donde las ausencias fueron parte de su realidad. Por eso, el día y la noche fueron el tiempo propicio para desentrañar con esas imágenes inconfundibles todos los rinconcitos del globo terráqueo. Ella ¬-que recibió de su país natal en 1951, el Premio Nacional de Literatura- tuvo una fuerte expresión de apego a la sinceridad que sólo brinda la niñez. La escritura se convirtió en un ritual imparable. Mujer henchida de introspectivo canto que aún palpita en una especie de ofrenda al género femenino. En su melodía se desprende el anticipo a la separación definitiva, advirtiendo una enorme fuerza espiritual. “Te acostaré en la tierra soleada/ con una dulcedumbre de madre/ para el niño dormido/ y la tierra ha de hacerse suavidades de cuna,/ para tocar tu cuerpo de niño dolorido/ Malas manos tocaron tu vida desde el día/ en que, a una señal de astros, yo dejé su plantel nevado de azucenas. En gozo florecía./ Malas manos entraron trágicamente en él./ Y yo le dije a Dios: Por las sendas mortales le llevan ¡Sombra amada que no sabe guiar!/ Arráncalo, Señor, a esas manos fatales/ o le hundes en el hondo sueño que le sabes dar”.

Murió en Estados Unidos, tras un intenso peregrinaje, el 10 de enero de 1957. Hoy queda su rima exquisita, el fruto de la angustia y el temblor de su poesía; "Guedejas de nieblas/ sin dorso y cerviz,/ alientos dormidos/ me los vi seguir,/ y en años errantes/ volverse país,/ y en país sin nombre/ me voy a morir".

Diario El Telégrafo, julio 27 del 2011

Gabriela: barro y poesía - II parte


La literatura que caracterizó a Gabriela Mistral tuvo dos enfoques marcados: la que estuvo dirigida a los infantes a través de las rondas, llena de ternura y transparencia melódica y rítmica. En tanto, que, la otra, ligada con la vivencia individual, en donde se plasma el dolor, la angustia y el desenfado por los sentimientos terrenales. Al respecto, Aída Moreno Lagos afirma: "La obra poética de Gabriela Mistral puede dividirse en dos parte: la que esta escritora ha llorado sus íntimos pesares o ha puesto alas a sus impresiones de la vida y la naturaleza, y la otra, la que ha dedicado a interpretar el alma de la niñez penetrándola con toda su intuición de educadora inteligente para traducir sus balbuceos o sus anhelos prístinos".

La propia Moreno sentencia que “la modalidad literaria es tan de ella que sus composiciones, aun sin firma, pueden reconocerse. Y de la aparente desarmonía o desgarbo de sus versos, fluye un conjunto armónico tan íntimo y tan puro que el espíritu al percibirlo parece arrodillarse porque en el presiente el advenimiento de la belleza y de la verdad".

Mistral vio la luz en Chile, como Pablo Neruda -el comunista de los veinte poemas de amor- , Salvador Allende, los integrantes de lnti Illimani, Víctor Jara, Nicanor y Violeta Parra. Fue cónsul de su país en Génova, Madrid, Lisboa, Nueva York, Los Ángeles y Brasil. Por eso, se deduce su obsesión errante, otro de los pilares para la creación literaria. Esas andanzas en medio de la desolación y el desaliento. Pero, desde luego, también entre la esperanza y la utopía por una sociedad distinta.

"Hablaba pausadamente, sonriendo, y cuando le aparecía el gesto duro de la araucana que llevaba dentro, sus ojos lucían un brillo sorprendente, como si una luz interior brotase de ellos, para desbaratar sombras e iluminar caminos. La fuerza interior le venía de lo indio y lo vasco que había en ella, y que proclamaba jactanciosamente", ilustra José Pereira.

Pero la mismísima Mistral se autodefine así: "soy cristiana de democracia total. Creo que el cristianismo, con profundo sentido social, puede salvar a los pueblos. He escrito como quien habla en la soledad, porque he vivido muy sola en todas partes. Mis maestros en el arte y para regir la vida: la Biblia, el Dante, Tagore y los rusos. Mi patria es esta grande que habla la lengua de Santa Teresa, de Góngora y de Azorín. El pesimismo es en mí una actitud de descontento creador, activo y ardiente, no pasivo. Admiro, Sin seguirlo, el budismo; por algún tiempo cogió mi espíritu. Mi pequeña obra literaria es un poco chilena por la sobriedad y la rudeza. Nunca ha sido un fin en mi vida; lo que he hecho es enseñar y vivir entre mis niñas. Vengo de campesinos y soy uno de ellos. Mis grandes amores son mi fe, la tierra, y la poesía".

Diario El Telégrafo, julio 20 del 2011

Gabriela: barro y poesía - I parte


Hablar de Gabriela Mistral es aludir a un mito latinoamericano. Al menos así lo consideran varios estudiosos de su obra y, de su vida. En esa imagen de mujer afligida y triste se esconde un misterio permanente. En sus ojos delata ese ímpetu por conquistar el mundo a través de la palabra oral y escrita. Nació en la ciudad de Vicuña-Chile, el 7 de abril de 1889.

Sus orígenes fueron humildes. Tal hecho marcó honda raíz a lo largo de su existencia. Su condición de maestra fue inmanente. Amó a la niñez, tal vez, como una forma secreta de suplir su vacío maternal, aunque, paradójicamente, se refiera a ella como la mayor obra de arte, el oficio que nunca se detiene y el viaje perdurable. Mistral no fue Mistral. Fue Lucila Godoy Alcayaga. Hija de Jerónimo Godoy Villanueva y Petronila Alcayaga. Desde temprana edad se inmiscuyó en la enseñanza a las generaciones tiernas. Desde luego, que la literatura fue parte vital dentro de esa soledad que la acompañó como una sombra en constante acecho. Escribió en verso y en prosa. Personalmente, tengo profundo apego por su prosa poética; esa mezcla lírica que le envuelve al lector/a con la metáfora fina, y, con la aguda interpretación de los hechos que desnudan la condición humana.

Según José Pereira Rodríguez, ella: “escribía como hablaba: con gracia, con profundidad, con dominio de la expresión y con singular atractivo e interés. Por esto, leerla es escuchar el eco inextinguido de su voz que lucía simpáticas inflexiones melodiosas”.

La grandeza de su figura no fue consecuencia exclusiva del Premio Nobel de Literatura obtenido en 1945, sino su desprendida actitud en la búsqueda incansable por construir una sociedad justa, solidaria y libre, sin mayores apasionamientos políticos ni enfoques doctrinarios que -a ratos- obnubilan esos fines altruistas, sino con la tierna presencia femenina y la inigualable reflexión intelectual que sobrepasó barreras geográficas, diversidades étnicas, estratos sociales y niveles culturales. Su grandeza radicó en dedicar interminables horas a la formación de los párvulos, de esos “locos bajitos”, en frase de Joan Manuel Serrat. Gabriela creó poesía, y a su vez, trazó en sus días el enigma que determina el verso. Por eso dijo “La poesía es en mí, sencillamente, un rezago, un sedimento de la infancia sumergida. Aunque resulte amarga y dura, la poesía que hago me lava de los polvos del mundo y hasta de no sé qué vileza esencial parecida a lo que llamamos el pecado original, que llevo conmigo y que llevo con aflicción”.

Diario El Telégrafo, julio 13 del 2011

jueves, 25 de agosto de 2011

TIBÁN O LO BURDO DE LA POLÍTICA


La práctica política en nuestro país carece de decencia, de vergüenza propia. Sus actores irrumpen desde lo grotesco. El noble concepto de esta actividad se ve opacado con determinados afanes grupales. La ideologización pasa a un segundo plano; no importa ser de izquierda y pactar con la derecha si esto permite canonjías y visibilización mediática. Asimismo, no hay inconveniente que esa misma derecha alcance acuerdos coyunturales con izquierdistas ortodoxos. Aunque lo descrito parecería contradictorio, esa es la paradójica realidad por la cual se mueven ciertos sectores de la política criolla.

Sin la intención de generalizar, la mayor parte de la clase política ecuatoriana deshonra el designio popular. La escasez de ideas es evidente. El contenido discursivo es superficial y trillado. Queda la impresión de que más vale quien tiene voz altisonante y mensaje ligero. Cuando nuestros políticos/as arengan a la ciudadanía subsiste la duda y, lo que es peor, el sentimiento de indignación, en tanto se percibe la subestimación y el engaño a la gente. A la hora de considerar a nuestros políticos/as la memoria alimenta aquellos episodios que resumen la reciente historia nacional, en donde los intereses particulares fueron en detrimento del anhelo de bienestar colectivo. Y, a más de los hechos desagradables, esa misma historia nos recuerda nombres y apellidos: los Bucaram, los Alarcón, los Mahuad, los Gutiérrez, en plural, ya que alrededor de estos sombríos personajes estuvieron -están- una camada de indeseables politicastros que perviven en la burocracia gubernativa, a partir de la zalamería; ellos son quienes malentienden la lealtad con esbirrismo.

En ese contexto, la política huele a putrefacto, emana olores nauseabundos, sirve de escarnio para los villanos.

Lourdes Tibán, asambleísta de Pachakutik, es un ejemplo de lo burdo de la política. Del neopopulismo en su máxima expresión. Es el resultado de un híbrido de etnocentrismo trasnochado con marcados afanes de protagonismo personal. Es el enunciado de la insolencia y la intolerancia. Es la caja de resonancia de la derecha reencauchada. De ninguna manera representa al legado del movimiento indígena. Mucho menos a una visión progresista. Ella refleja la folklorización de nuestra política tercermundista.

Extraído de Diario El Telégrafo, julio 06 del 2011

REINVENTAR LA POLÍTICA

El ejercicio político debe ser entendido desde la nobleza de los actos. Desde el alto espíritu del pensamiento y el debate altruista. Desde la confrontación racional de las ideas. Desde el mensaje elocuente que contenga sabiduría y enseñanza. La política es una ciencia que imparte elementos aleccionadores, en el marco de estrategias que permitan mejorar la condición social. En esa tarea es esencial la irrupción de liderazgos que posibiliten el pleno desempeño de planes y programas que dignifiquen al ser humano. La política no sólo que es ciencia, también es práctica cotidiana que rebasa cualquier pronóstico y que se cimenta en la esperanza del hombre que anhela un mañana mejor.

Lamentablemente, la política en el Ecuador ha ido camaleónicamente degenerando en politiquería, que es lo mismo que decir, en una manera vulgar de pugnar por los tentáculos del poder. La política en nuestro país no asimila un adecuado nivel de madurez, pese a los aleccionadores hechos de la historia reciente, en donde el sentir ciudadano derrocó ofrecimientos populistas gubernamentales, a través de la protesta en las plazas y calles, reivindicando -entre otras cosas- la eticidad en el manejo de la Cosa Pública. Esto es, la gente común, consciente del insultante estilo de actuación política, intervino directamente reprobando a los sujetos políticos en su conjunto.

Más allá de la afinidad ideológica, la población aspira una mejor conducción de sus mandatarios y, espera el restablecimiento de la institucionalidad. Tales propósitos pretenden, además, reivindicar el legado político, tan maniatado a intereses particulares y corporativos, y, reducido a protervos fines que contrarían el bien común. Los actores políticos de nuestro medio, son elementos constitutivos de una especie de cofradía envilecida de aquella lucha por detentar el poder, para quienes lo primordial es acceder a las canonjías de la mal consabida política, espacio desde el cual, tras acceder al mismo, recién empiezan a fijarse metas, desde luego, cortoplacistas, que se verán sometidas a las variables que imponen los pactos y acuerdos de trastienda.

En el Ecuador se requiere reinventar la política, para lo cual es imprescindible el involucramiento de todas y todos -no sólo de partidos y movimientos-, desde los más diversos e impensables escenarios. La reformulación del fenómeno político, dependerá, entonces, del grado de compromiso ciudadano.


Extraído de Diario El Telégrafo, junio 29 del 2011

INSEGURIDAD

La inseguridad en nuestro país no es el resultado de una percepción. Tampoco un hecho aislado. Diariamente, en los medios masivos de comunicación se reproducen noticias ligadas a sucesos delictivos: asesinatos, asaltos, plagios, sicariato. Diferentes modalidades que los malhechores utilizan en desmedro del indefenso ciudadano/a.

Una ola de miedo ronda en el Ecuador. Ahora la delincuencia atraca en las calles y en el interior de los domicilios y locales comerciales. Con saña y audacia. Con mecanismos macabros. Los ladrones se organizan en bandas, con modernas armas y maneras de operación inimaginables. Los robos se suscitan en el día y en la noche. No existe un horario definido para ello. La ciudadanía se siente desamparada. Lamentablemente, el Estado no responde con efectividad ante el clamor de las personas afectadas. Aún faltan acciones concretas que reduzcan los índices delincuenciales. Tal situación, implica el adecuado financiamiento para la implementación de equipos, estrategias policiales, campañas de prevención y concienciación, operativos de control. Pero, fundamentalmente, políticas gubernamentales que permitan la reducción de los índices de pobreza. Esto es, la ejecución de planes y proyectos que reorienten la condición de vida de la población, que mejore el estatus de existencia humana.

No soy partidario de prácticas represivas que degeneren en un clima de alarma ciudadana. Lo pertinente, es alcanzar los mecanismos idóneos para que los organismos oficiales garanticen la protección de la gente, de acuerdo a lo establecido por la ley. Y, también hay que considerar el rol esencial del sistema judicial, tan venido a menos, por su pérdida de credibilidad y marasmo institucional.

Junto con la labor estatal, la predisposición de la población se vuelve complementaria, ya que con su involucramiento también se contribuiría al retorno de la seguridad. En suma, el tema analizado, compete a todos los miembros de la sociedad.


Extraído de Diario El Telégrafo, junio 22 del 2011


POESÍA EN LA MITAD DEL MUNDO


Las palabras fluyen en la penumbra, se convierten en luz al final del túnel. Emanan como las aguas del mar. Se agitan como las banderas en el fragor de la protesta. Son esquirlas que comunican las necesidades y los anhelos del hombre. Son elementos rítmicos que sintetizan las sensaciones y pensamientos humanos.

Las palabras son huellas sempiternas cuando se aproximan a la belleza literaria, son valiosos códigos en el desciframiento de la huella creativa. Cuando las palabras pactan con los astros y los soles cuadrados, ellas se vuelven metáforas y símiles que reflejan los escondrijos de la cotidianidad. Entonces, aparece la poesía, tan sutil, tan delicada, tan determinante.

La poesía, esa doncella que seduce y conmueve, se parece a la mujer fatal que camina por los intersticios de la nocturnidad. La expresión poética danza con las sábanas de los amantes derruidos por la sombra del pecado, amamanta a las crías ávidas de vinagre y calor, dibuja las líneas impregnadas en el imponente cielo, convoca a los duendecillos que protegen la energía telúrica de los tótems, respira el amor de los desprotegidos, aspira mejores días para los jóvenes indignados. La poesía es nostalgia, aroma de café, carcajada inútil, descripción del caminante esquizofrénico, revelación de la montaña enamorada de aquel lago que aguarda en sus pies por siglos, lluvia de invierno, selva adentro que detalla los confines del mundo, melodía interminable en el bar clandestino, cántico irreverente que estremece los salones de baile.

La poesía anuncia el alumbramiento de una nueva criatura, la existencia esperanzadora de Dios, el reposo del jubilado, el extendido abrazo del amanecer. La poesía nos acerca a la amistad, a la desnudez de la tierra, a la fragilidad de la fe, al parnaso en su amplia dimensión.

El Tercer Encuentro Internacional “Poesía en Paralelo Cero”, se desarrolló hace pocos días, de manera itinerante, en Quito, Otavalo, Ibarra, Esmeraldas, Atacames, con la participación de una treintena de vates de diversos países. Un jolgorio en homenaje a la llamarada poética, a la inspiración expuesta en el verso. Una iniciativa gestada desde el lúcido activismo cultural y el febril corazón de Xavier Oquendo Troncoso, con el afán de divulgar la producción literaria y estrechar fraternalmente las manos de los hacedores de los blancos poemas. Parabién por ello.

Extraído de Diario El Telégrafo, junio 15 del 2011

EXPERIENCIA PERSONAL

La semana pasada fui objeto de un robo a domicilio. Los malhechores se sustrajeron objetos de valor, entre ellos, cuatro computadoras portátiles. Luego, del malhadado incidente, la decepción se impone como huella inmediata. También el miedo, sobre todo, por lo que pudo haber sucedido con mi familia.

La sensación que deja este tipo de fechoría, es, a ratos, indescriptible. El vacío y el temor se conjugan entre la indolencia de posibles testigos/as. Más aún, en el plano personal, duele la pérdida de información periodística, literaria y de material fotográfico. Archivos de uso particular. Queda también el mensaje alentador y al abrazo solidario. La vida valorada desde los elementos intrínsecos del hogar. Aquello no tiene cuantía.

Tal experiencia implica otro escenario: conocer los bemoles del sistema judicial y de la policía especializada, no exenta de una engorrosa tramitología y de una estructura burocratizada, en donde la herramienta tecnológica camina en el caparazón de la tortuga.

Con ello, se desprende una sensación de impotencia. Creo que el meollo de la discusión del viraje en los procesos judiciales en nuestro país, tiene que ver con la actitud de los operadores judiciales y con el combate frontal en contra de la corrupción. La estructura actual es heredera de un cúmulo de vicios, en donde, penosamente, ciertos profesionales del Derecho son los principales beneficiados.

Insisto en algo que me parece esencial: la modificación actitudinal de los servidores judiciales. El afán de contribuir a la equidad humana, a partir de un puesto de trabajo. Y, la capacitación constante de los citados funcionarios y de los elementos de la fuerza pública.

Por otra parte, es innegable que el fantasma de la pobreza sigue latente en nuestro país. Y, como consecuencia de la mendicidad, la delincuencia e inseguridad crecen, sin que medien acciones valederas y contundentes. ¿Qué debemos esperar para que ello ocurra?


Diario El Telégrafo, junio 08 del 2011


Las puñaladas de un poeta irreverente


Desde las interioridades del ser humano, la poesía conquista el mundo con la autenticidad que faculta la construcción de imágenes a partir de los lugares comunes y de la provocación que deviene de la palabra sensible.

"17 puñaladas no son nada" (editoriales Mar Abierto y Eskeletra) titula la antología personal de Pedro Gil (1971); aquel poeta manabita que describe la marginalidad alejándose de lo críptico y abrazando la penumbra provocada por el hombre. Este vate enciende la hoguera poética desde la realidad de su entorno, desde la calamitosa convivencia social. Creador vital que entiende que la revelación del verso solo tiene sentido en la medida en que vivamos en el fragor de los actos y en la desnudez de las ideas. Se desentiende de lo convencional con el afán de sumergirse en la insolencia del verbo, en el lenguaje irónico que demanda la irreverencia literaria.

Gil se abraza con el lupanar y la oscuridad noctívaga. Con la recurrente búsqueda de nuevos amaneceres, el silencio de viejos cementerios y la reincidente evocación lunática: “Mejor vámonos marchitando/ al otro barrio/ de las posibilidades/ porque de los albañales/ pueden surgir luces y mariposas./ sorprende mi sinceridad./ arriba murmuran buenas noches./ como todo un adán que soy/ me retiro/ tarareando suave/ suave/ suave/ hasta perderme en el túnel de la noche”.

La poesía de Pedro Gil, sumada también su valiosa incursión prosística, resume su propia vida, sus intersticios, sus soledades, sus exabruptos. Parió para ser poeta, para aferrarse de la lírica, para abofetear a la formalidad lingüística: “aquí tengo mi talento. El Poema./ el que salí a buscar/ desde la entrepierna de mi madre”.

Su felicidad es fugaz como el vuelo del indefenso colibrí. La adicción a la literatura y al mar es más fuerte que el vicio a la bohemia. Cuando las metáforas se agotan en su léxico profano, Pedro se refugia en los oleajes de su ciudad para reencontrarse con antiguos dioses; dadores del peyote y la imaginación: “estoy considerado como uno de los mejores/ atletas del ocio./ soy el hombre que esta vida se merece…/ burlé al suicidio/ cuando me buscaba./ yo, hijo de un etílico/ y una desventurada,/ he llevado una vida feliz./ ¿por qué la gente no ríe,/ si tan solo cuesta unas lágrimas?”.

Pedro es un ser sensible, predestinado a la maldición de las palabras. Un terrorista que huye del presidio y del desamor, que no mira atrás, tal como lo indica el manual de vida: "no es malo que las pecadoras orinen agua bendita/ y que en las bibliotecas sólo haya mentiras:/ entre el arte de la palabra/ en mí canta un terrorista amante de la paz".

17 puñaladas no son nada es un libro-provocación, un escupitajo -parafraseando a Henry Miller- que decanta la vida y la muerte.

Tomada de la edición impresa de Diario El Telégrafo, Miércoles 01 de Junio del 2011

jueves, 14 de julio de 2011

Basura televisiva

La televisión ecuatoriana adolece de creatividad y profundidad temática (exceptuando pocos casos). Tal criterio puede sonar trillado, sin embargo, es un fenómeno recurrente y visible. La parrilla programática está recargada de violencia, sexismo, lugares comunes, improvisación. Y algo que es impensable en el periodismo: falta de eticidad.

Uno de los factores de la trivialización de la tarea televisiva es la ausencia de profesionalismo, en los conductores/as. Al igual que un limitante nivel académico de los presentadores/as. La TV no puede entenderse como un hobby, no debe practicarse desde el escenario fútil de la curvatura femenina. Este medio audiovisual tiene un amplio y directo influjo en la sociedad contemporánea, por ello, su responsabilidad pedagógica es determinante. La TV tiene parámetros vitales de existencia, que se resumen en el sentido verbal de: informar, educar y entretener. Al parecer, tenemos la sensación de que los productores han reducido su propuesta al divertimiento, descuidando la ventaja didáctica que la pantalla chica puede brindar a la comunidad. La labor informativa -no exenta de intereses- se sostiene con un esquema homogéneo, en donde los medios privados tienen una agenda y actores propios, que los alejan de la mentada independencia periodística. La búsqueda de la verdad tiene componentes definidos en la línea editorial de cada medio. En el aspecto educativo, nuestra TV pierde el año.

La propagación de programas ligeros va en detrimento de la esencia televisiva. Para colmo, parece que el receptor/a empieza a acostumbrarse a la propuesta mediática, sin que prime la capacidad cuestionadora frente a los contenidos. Esto es, el vértigo de lo cotidiano se impone ante el razonamiento individual. La masificación discursiva va de la mano con la banalidad de la imagen.

Aquellos shows de farándula se entremezclan con realities y enlatados. Un verdadero cóctel de mediocridad. A lo mencionado, hay que añadir la propagación de la crónica roja. En otras palabras, el absurdo de lo evidente. O basura televisiva.

La desacralización de los hechos se confunde con la insolencia del lenguaje y la vulgaridad de lo retratado. Los sucesos tienen sinónimo de morbo y mirada de tercer mundo.

¿Debemos seguir aceptando este entramado televisivo o es el momento adecuado para exigir modificaciones en su estructura conceptual y renovación en su esquema propositivo?

Diario El Telégrafo / Miércoles 25 de Mayo del 2011

Tras la consulta

Con el evento electoral del sábado 7 de mayo, la discusión cotidiana previa se vio politizada desde las más diversas orientaciones. Tal debate todavía se dilata en nuestro país en el fragor de los resultados aún no oficializados, pero que, sin embargo, arrojan una tendencia favorable a la tesis gubernamental, aunque con un margen inferior al esperado por el presidente Rafael Correa.

Pese a que el contenido de las preguntas de la consulta popular tuvo un alto enfoque jurídico, en buena parte el elector/a esgrimió cada una de ellas, desde el razonamiento. Más aún en temas relativos al sistema de justicia, afiliación a la seguridad social, responsabilidad mediática, relación banca-medios. A ello se añade, en una lectura inicial, que el ciudadano/a común emitió su voto con alguna dosis de protesta por la actitud altisonante del Ejecutivo, por las descalificaciones e insultos de los allegados al régimen correísta. Esto, proveniente, especialmente, del malestar de la clase media. Aquello no intenta, tampoco, reducir la adhesión ciudadana al proyecto de la Revolución Ciudadana, pero, de alguna manera, sí expresa su incomodidad. En esto, los medios de comunicación privados asumieron un papel determinante, ya que incidieron en la decisión del electorado.

Por su parte, la oposición no debería celebrar los resultados de la consulta, ya que el porcentaje del No, si bien objeta la expectativa gobiernista, no reproduce un apoyo expreso a la vieja práctica política, reproducida en los Gutiérrez, Viteri, Páez, Montúfar, y demás, que están muy lejos de convertirse en una opción política contradictoria que fortalezca el equilibrio democrático, por su carencia de liderazgo nacional y de discurso propositivo. Y, con ellos, paradójicamente, se han sumado facciones minoritarias de izquierda que sobreviven con agenda particularizada e intereses gremiales y grupales propios.

El Movimiento PAIS, ala política del Gobierno, debe ejercer, puertas al interior, un ejercicio de autocrítica. Ponderar los avances del proceso de cambio y también diseñar las rectificaciones ante los errores cometidos en el camino.

Hay que aceptar que las rupturas y alejamientos con ex aliados y grupos políticos afines no es un buen negocio. Así como deben reconsiderarse los nexos con el movimiento indígena y otros sectores de la tendencia, por menores que sean. Otro aspecto pendiente es la valoración del trabajo de los gobiernos locales y seccionales de PAIS y la evaluación de los funcionarios gubernamentales, quienes deben responder al proyecto del Buen Vivir y no a aspiraciones particulares.

Diario El Telégrafo / Miércoles 18 de Mayo del 2011