Este espacio contiene artículos de opinión y datos informativos sobre arte, cultura, identidad y análisis político. Aunque en esencia, se nutre de la semilla literaria que crece como la vida, y, a ratos, se ausenta como la muerte.
lunes, 10 de octubre de 2011
PERUGACHY O LOS COLORES QUE AMAMANTAN EL ARTE
El arte sensibiliza corazones. En sus interioridades resume el anhelo, las ilusiones y desencantos del hombre. Transmite las vivencias de una época. Subvierte la cotidianidad. Se antepone a la penumbra. Recrea lo esencial de la existencia a través de códigos comunicacionales. Es el lenguaje del mundo.
El arte estimula los sentidos del público espectador. Delinea signos que sirven para el múltiple ejercicio interpretativo. En sus adentros desentraña la realidad próxima enriquecida de la simplicidad de los hechos. Los sueños se imbrican en líneas, figuras, molduras, esculturas e instalaciones, para el deleite y cavilación del ojo humano. Los motivos y las técnicas son recursos que afianzan las ideas vitales. El creador/a es un demiurgo que testifica con su obra el inevitable tránsito del tiempo.
Jorge Perugachy (1954) es un reconocido pintor que configura su obra a partir de una apropiación temática proveniente de las culturas ancestrales y de la ritualidad prehispánica. Los trazos y composiciones tienen un hilo conductor que fusiona el paisanaje y la movilidad citadina. Sus series de recurrente proyección son: “Mujeres de la Noche”, “Mujeres Andinas”, “Ángeles Andinos”, “Vírgenes del Sol” y “Ausencia”.
En el taller de Jorge Perugachy reposan silenciosos matices e innumerables diseños primarios que revelan la prolijidad creativa y la febril búsqueda de nuevas formas y texturas en el amplio lienzo. Este esteta sigue conquistando variados puntos geográficos, así tenemos al continente asiático, en países como China y Malasia.
Perugachy increpa a la sociedad moderna a través de una fuerza cromática que reivindica los elementos inherentes a la voluptuosidad y ternura femenina, a la madre naturaleza desde la óptica milenaria y, a las bondades que se desbordan en su ciudad de procedencia: Otavalo, entorno preñado de volcanes y colibríes, ponchos azules y alpargatas, templos e imágenes religiosas, callejuelas empedradas y antiguas casas de teja, fusión interétnica y amalgama cultural.
Los conceptos y colores sustraídos por Perugachy les pertenecen al cielo y al campo, a los ríos y a las aves, a las frutas y a los dorados maizales, a las caseras y a las comadres, a las medias de seda y a los senos que amamantan la vida, a los expatriados con rumbo incierto.
Jorge Perugachy, además, cumple con otro rol, el de gestor cultural. Por ello, desde el 2006, en Otavalo, bajo su iniciativa y, contando con el auspicio oficial del Gobierno Autónomo Descentralizado Municipal de dicho cantón, se emprende anualmente el Museo al Aire Libre; proyecto de divulgación de las corrientes pictóricas contemporáneas.
Perugachy trasplanta la gracia de Dios en expresivas pinturas que denotan ingenio y autenticidad, rigor y oficio, obsesión y encantamiento. En sus cuadros los colores hablan por sí mismos.
Diario El Telégrafo / octubre 05 del 2011
UNA COLECCIÓN NECESARIA
La poesía recoge los recuerdos infantiles, la remembranza adolescente, la evocación tras la adultez, la decepción amatoria, los besos derramados en la piel ajena, la tentación de la carne, el último alarido de la víctima, el instante cotidiano, la melancolía de la noche dominical, las lágrimas convertidas en gotas de lluvia, el sol brillando a plenitud, la sonrisa junto con el saludo fraterno, el abrazo de despedida, el arco iris irradiando la esperanza, la cosecha de la tierra bendita, el inevitable devenir de la vida y, desde, luego, la renuente cita con la muerte.
La poesía atrae a la composición rítmica y a la entonación musical. Los versos acogen la fuerza onomatopéyica, se abren paso a partir de imágenes que se perennizan en la memoria del lector/a. Asimismo, la tristeza aparece entretejida en el poema, a la par, con la multicolor mirada humana y los destellos de la naturaleza circundante. En el caleidoscopio poético se distingue a la luminosidad femenina, en cuyo contenido se desprende la fecundidad milenaria.
Cada autor/a exterioriza un compendio de circunstancias vivenciales; ilusiones y desencantos. Aquel mensaje es una luz que alumbra el acto intelectual, y, que, cuyo derecho autoral, no es exclusivo del creador, sino también, de la complicidad de la persona que descifra los códigos literarios. Según Iván Oñate: “…para la Poesía […] no hay otra musculatura que esa capacidad de nostalgia que llevas en tu sangre y se enraiza más allá de la duración, más allá de toda muerte”.
La Casa de la Cultura Ecuatoriana - Núcleo de Imbabura, de manera acertada publica -desde hace un par de años- con regularidad la Colección de Poesía “José Ignacio Burbano”; cuadernillos que contienen la propuesta lírica contemporánea de la azul provincia henchida de lagos y cobijada de imponentes montes. Ya son varios los folletos de bolsillo editados, en cuyas portadas, complementariamente, sobresalen obras de artistas plásticos de la región norte del Ecuador.
Juan Carlos Morales, Nelson Villacís, Juan F. Ruales, Gabriela Ponce, Valeria Guzmán, Yolanda Luna, Elena Castillo, Vanessa Mosquera, Ximena Flores Venegas, Carmen Jaramillo, Edison Navarro Cansino, entre otros/as, anteponen el grito rebelde del insurgente, la retórica de los jilgueros, la descripción de las horas rotas, la cadencia de los cuerpos ardientes, el ensueño del trovador trashumante, la energía lunar, la expiración de la trivialidad, la arquitectura de la ciudad antigua, el solitario encuentro con las ideas fugaces, la belleza del sutil lenguaje.
Esta colección poética debe acrecentarse con renovadas firmas, sin que ello, implique, aminorar su calidad, ni descuidarse de la correspondiente rigurosidad selectiva. Que el fuego de la palabra siga ardiendo en el parnaso imbabureño.
Diario El Telégrafo / septiembre 28 del 2011
Merecido homenaje
La condición humana a veces -plagada de mezquindades- es renuente a resaltar la existencia provechosa del prójimo. El hombre, como ser integral en la composición comunitaria tiende en la contemporaneidad a replegarse en un extremo individualismo, que merma una actitud solidaria y fraterna.
Dicho de otra manera, relievar la valía del otro/a cada vez se reduce al formalismo en la coyuntura de ciertos intereses creados por afanes particulares. El desprendimiento no es precisamente una cualidad de la actual sociedad. Menos aún, el reconocimiento de las virtudes y talentos ajenos.
Por eso, es trascendente sumarme desde esta columna, a la iniciativa gestada días atrás por la matriz de la Casa de la Cultura Ecuatoriana “Benjamín Carrión, en Ibarra, en la cual se rindió un homenaje a la ilustre crítica de arte, Inés M. Flores, proveniente de la citada ciudad; mujer universal en la perspectiva de la difusión cultural.
Exaltar la supremacía de esta ilustre dama, es pertinente en este país de ausencias y olvidos. Amante de las artes plásticas, estudió en la Escuela Municipal de Bellas Artes de Guayaquil, en la Universidad Nacional de Colombia y en el Instituto Paul Coremans de México. Ha ocupado importantes cargos y membresías dentro y fuera del Ecuador. Museógrafa y museóloga. Experta en aspectos inherentes a la curaduría. Consultora de la UNESCO en labor patrimonial en Argentina, Chile y Perú. Conferenciante de cursos de Historia del Arte. Coordinadora de innumerables exposiciones, muestras itinerantes e instalaciones pictóricas. Su mecenazgo artístico ha permitido que noveles pintores vayan acrecentando su presencia en el complejo espacio de la creación, así como también, que, artistas de trayectoria probada consoliden su firma en el ámbito público.
Inés M. Flores es una profesional desprendida y generosa. De habilidad en la técnica de la interpretación artística y analista de obras que confluyen de la vocación lúcida y creacional. Sus escritos han aparecido en infinidad de catálogos y publicaciones semejantes. Enamorada del arte; su vida es un cúmulo de emprendimientos y satisfacciones. Sus manos acogen la sabiduría de los años. Como dice Marco Antonio Rodríguez: “Esas manos, buidas de inteligencia y sensibilidad, expertas, teóricas, estudiosas, apasionadas; pero sobre todo, humanas (demasiado humanas), han permitido convertir innumerables sueños en arte, han liberado el arte que los artistas llevan dentro”.
Merecida distinción la que le hizo la CCE, junto con la adhesión de otras instituciones, a esta ejemplar ciudadana que con su esfuerzo y tesón contribuye al anhelo de Benjamín Carrión: convertirle a nuestra nación, en una potencia cultural.
Diario El Telégrafo, septiembre 21 del 2011
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