lunes, 10 de octubre de 2011

UNA COLECCIÓN NECESARIA


La poesía recoge los recuerdos infantiles, la remembranza adolescente, la evocación tras la adultez, la decepción amatoria, los besos derramados en la piel ajena, la tentación de la carne, el último alarido de la víctima, el instante cotidiano, la melancolía de la noche dominical, las lágrimas convertidas en gotas de lluvia, el sol brillando a plenitud, la sonrisa junto con el saludo fraterno, el abrazo de despedida, el arco iris irradiando la esperanza, la cosecha de la tierra bendita, el inevitable devenir de la vida y, desde, luego, la renuente cita con la muerte.

La poesía atrae a la composición rítmica y a la entonación musical. Los versos acogen la fuerza onomatopéyica, se abren paso a partir de imágenes que se perennizan en la memoria del lector/a. Asimismo, la tristeza aparece entretejida en el poema, a la par, con la multicolor mirada humana y los destellos de la naturaleza circundante. En el caleidoscopio poético se distingue a la luminosidad femenina, en cuyo contenido se desprende la fecundidad milenaria.

Cada autor/a exterioriza un compendio de circunstancias vivenciales; ilusiones y desencantos. Aquel mensaje es una luz que alumbra el acto intelectual, y, que, cuyo derecho autoral, no es exclusivo del creador, sino también, de la complicidad de la persona que descifra los códigos literarios. Según Iván Oñate: “…para la Poesía […] no hay otra musculatura que esa capacidad de nostalgia que llevas en tu sangre y se enraiza más allá de la duración, más allá de toda muerte”.

La Casa de la Cultura Ecuatoriana - Núcleo de Imbabura, de manera acertada publica -desde hace un par de años- con regularidad la Colección de Poesía “José Ignacio Burbano”; cuadernillos que contienen la propuesta lírica contemporánea de la azul provincia henchida de lagos y cobijada de imponentes montes. Ya son varios los folletos de bolsillo editados, en cuyas portadas, complementariamente, sobresalen obras de artistas plásticos de la región norte del Ecuador.

Juan Carlos Morales, Nelson Villacís, Juan F. Ruales, Gabriela Ponce, Valeria Guzmán, Yolanda Luna, Elena Castillo, Vanessa Mosquera, Ximena Flores Venegas, Carmen Jaramillo, Edison Navarro Cansino, entre otros/as, anteponen el grito rebelde del insurgente, la retórica de los jilgueros, la descripción de las horas rotas, la cadencia de los cuerpos ardientes, el ensueño del trovador trashumante, la energía lunar, la expiración de la trivialidad, la arquitectura de la ciudad antigua, el solitario encuentro con las ideas fugaces, la belleza del sutil lenguaje.

Esta colección poética debe acrecentarse con renovadas firmas, sin que ello, implique, aminorar su calidad, ni descuidarse de la correspondiente rigurosidad selectiva. Que el fuego de la palabra siga ardiendo en el parnaso imbabureño.

Diario El Telégrafo / septiembre 28 del 2011

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