Este espacio contiene artículos de opinión y datos informativos sobre arte, cultura, identidad y análisis político. Aunque en esencia, se nutre de la semilla literaria que crece como la vida, y, a ratos, se ausenta como la muerte.
jueves, 4 de febrero de 2021
miércoles, 3 de febrero de 2021
Las canalladas de un hombre duro con la hoja en blanco
No hay mejor manera de constatar que la literatura redime, cuando la misma aflora de los recovecos grises, en donde la realidad -que atraviesa la propia invención- es un cúmulo de practicidad, dureza y resistencia. Cada huella trazada en el sendero es una pista para el rompecabezas creativo. Entonces ¿qué sucede cuando el escritor describe con su texto catártico la abyección humana? ¿Cuál es el impacto de la germinación artística que bebe -literalmente- de la niebla de la noche? ¿Qué motiva en el creador transmutar al papel su lacerante pesadilla en una conjunción ficcional y pragmática en donde lo que interesa es el fruto narrativo o lírico? Pues una sensación demoledora en el lector/a. Una especie de ataque epiléptico en ayunas. Un golpe bajo cuyo efecto nos deja sin respiración. Un alarido en la madrugada insomne. Una bofetada en el alma. La interiorización del individuo en pos del destello de luz existencial.
Sorbo de nostalgia
Las tazas
desandan
el
aroma del tiempo,
redescubren
la
memoria de otras latitudes,
delatan
las calles transitadas
las
cúpulas
en
la amplitud de la historia;
ciudades
desconocidas
de
piedra
de
viento
de
equinoccio
de
infancia
de
verdor
de
lejanía.
Las
tazas
acumulan
aguas
del mundo,
el
hombre
sorbe
el último
aliento
de mar.
Morada
ajena
cuyo
faro
anuncia
el horizonte.
Las
tazas
aguardan
en
mi estante
los
colores
del
errante,
la
melodía
de
otros lares
como
nostalgia pura.
De Tránsito y
fulgor del barro, Aníbal Fernando Bonilla, El Ángel Editor, Quito, 2018.