La rabia
tras el ocaso, la extenuada jornada por el pan en la mesa, el ambiente efímero en
el metro, la indiferencia habitante en la metrópoli que se “encoge de hombros”,
el paisaje que rememora el sol en la niñez, la melancolía del beso real en la
expectación adolescente, la promesa rota por la desidia y la carencia familiar,
la orfandad ante el desarraigo, conforman elementos temáticos en “Bariloche”
(Alfaguara, España, 2015), de Andrés Neuman.
Novela corta
cuyo protagonista -Demetrio Rota- recoge la basura de Buenos Aires en las
noches. Si bien, es una labor práctica poco deseada, pudiera entenderse como un
estallido metafórico que corre el velo de la inmundicia de una sociedad apática
en oleada desechable.
Demetrio
colecciona puzles con escenas del campo, en una introspección al pasado en
donde el lago Nahuel Huapi figura como fondo central. Igualmente, cabe una
interpretación relacionada con el rompecabezas que vamos ajustando y
desajustando en el anchuroso teatro que deviene de la vida.
“Bariloche”
desde la elipsis es latente presente de un hombre frustrado ante el sistema,
fatigado por un trabajo que desgasta energías en su tránsito habitual por 9 de
Julio, Independencia o Corrientes y, que se encoge en su soledad en Chacarita.
También es recuerdo, con aroma a arrayán y a inocencia. “El tiempo cambia con
los tiempos”.
Demetrio labora
junto con su compañero el Negro, entre desperdicios y olores nauseabundos, con
quien comparte cínicamente el placer de su mujer Verónica. Su círculo se reduce
a pocos amigos y descanso matinal.
“Bariloche”
-finalista del Premio Herralde de Novela 1999-; texto esencial para
entender en la intemperie la abyección que circula como ceniza contemporánea. Demetrio
renuncia a la llaga en que se mueve apesadumbrado y adopta la decisión fatal, ante
lo cual confirma entre el desaliento, que, desde los basurales también se gesta
literatura.