miércoles, 27 de octubre de 2010

FANTASÍA Y ESPECTÁCULO EN EL GRAMADO


Con el presente texto cierro la serie de comentarios relativos al denominado rey de los deportes: el fútbol.

En esta entrega haré brevemente énfasis a su procedimiento evolutivo, sentido anecdotario, vínculo inexorable entre el balón y el pueblo, su fiesta principal, incidencia mercantilista, entre otros aspectos inherentes a la tradición futbolera.

Es bien difundido que el fútbol tuvo sus principios reglamentarios en Inglaterra. Aunque también se conoce que históricamente las comunidades primigenias de China practicaron un juego cercano a la pelota y los pies. Similar destreza lúdica se sabe hubo en la antigüedad en los grupos sociales egipcios y japoneses. Y, no se descarta que en otros territorios también se haya replicado esta actividad cargada de potencia y dinamismo.

El primer mundial de fútbol se realizó en Uruguay en 1930. El país anfitrión de consagró campeón. Louis Laurent fue el primer anotador de la historia de los mundiales, representando a su nación contra México. Desde aquella época el fútbol tendió a profesionalizarse; se mercantilizó perdiendo cierto encanto. Entró a formar parte del libre mercado. Del negocio lucrativo. De la explotación laboral. De la fama fútil y el desplome humano.

El fútbol latinoamericano tiene afinidad al toque suave, creativo, al pase corto, demorado en la jugada inmediata, sobrepoblado de gambetas, a la individualidad que impone la propia sobrevivencia del hombre-jugador. En tanto, que el fútbol europeo es mecanicista, rudo, regulado en la precisión geométrica, rápido y exigente en el desempeño físico, en otras palabras, calificado por algunos como profesional y moderno. Y, en esa modernidad, el fútbol pierde el sortilegio de la barriada, de la inocencia infantil en las improvisadas canchas de tierra, de la dignidad por defender los símbolos del club. En el libro “El fútbol a sol y sombra” de Eduardo Galeano, el autor considera que “El juego se ha convertido en espectáculo, con pocos protagonistas y muchos espectadores, fútbol para mirar, y el espectáculo se ha convertido en uno de los negocios más lucrativos del mundo, que no se organiza para jugar sino para impedir que se juegue. La tecnocracia del deporte profesional ha ido imponiendo un fútbol de pura velocidad y mucha fuerza, que renuncia a la alegría, atrofia la fantasía y prohíbe la osadía”.

El fútbol es fiesta, carnaval y entretenimiento. Derrota, impotencia y lamento. El estadio habla a través del público. Grita sin descanso como un loco personaje extraído del manicomio (aunque todos sabemos que el verdadero manicomio no se encuentra al interior de cuatro paredes desgastadas y sucias, sino en los exteriores de ese frío edificio construido de cemento e indiferencia). Este deporte le perteneció por mucho tiempo al género masculino. Pero hoy, la mujer ha ingresado en esta esfera de entrenamientos, partidos oficiales, contrataciones y farándula. El fútbol es universal. No tiene género. Le pertenece a todos y a todas.

Tras el pitazo final, regreso nuevamente a la mirada de Galeano: “En el fútbol, ritual sublimación de la guerra, once hombres de pantalón corto son la espada del barrio, la ciudad o la nación. Estos guerreros sin armas ni corazas exorcizan los demonios de la multitud, y le confirman la fe: en cada enfrentamiento entre dos equipos, entran en combate viejos odios y amores heredados de padres e hijos”.

Artículo publicado en El Telégrafo, 11 de agosto del 2010, pág.08

Fútbol: pasión y sentimiento de masas


El fútbol tiene un lenguaje propio. Es un deporte que convoca a la emoción y al esfuerzo particular y grupal. Apasionante para muchos, banal para algunos, el juego de la pelota es una manera desenfrenada de desechar pesares y un ejercicio inconsciente de catarsis social.

El fútbol se relaciona con el hecho cultural. Se acerca a la cultura de masas. Por lo tanto, no conoce de fronteras. Coexiste en la cotidianidad. Jorge Valdano manifiesta que “el fútbol es cultura porque responde siempre a una determinada forma de ser. Los jugadores actúan como el público exige, de forma que el fútbol se termina pareciendo al sitio donde crece”. En buena parte la idiosincrasia se ve expresada en las actitudes y particularidades que tienen los equipos. Este deporte se convierte en un elemento complementario de la identidad popular.

El fútbol le pertenece al pueblo. A ratos aturdido. A veces melancólico. Siempre esperanzado. El ritual inicia tras el movimiento del balón. La felicidad del aficionado se detiene en el tiempo, se reproduce en las calles, en las plazas y, desde luego, en los estadios: monumentos destinados al derrumbe de multitudes en donde se conjugan gritos infinitos y lágrimas anónimas; templos aturdidos de ruido y fiesta.

El árbitro: individuo con vestimenta negra (guardando la tradición), cuyo accionar lo vuelve enemigo común; juez que monitorea y controla lo incontrolable, esto es, el desborde del balón en medio de las pasiones humanas.

Daniel Samper Pizano cree que “el fútbol es mucho más que veintidós hombres y una pelota de cuero. Hay algo más que alegría en protagonistas y espectadores cuando se produce un buen pase, y hay mucha más que la felicidad pasajera de los dos puntos cuando revienta el gol de la victoria. El fútbol es una fuerza que brota de la última víscera, de lo más hondo de la existencia, de las aguas oscuras del conflicto humano”. Es un sentimiento que se desborda desde la subjetividad del hombre, es el placer del fanático reducido a cada fin de semana. La cancha tiene el color de la esperanza. Acoge con maltrato a esos 22 gladiadores que se sumergen en su césped en defensa de una camiseta. Cada partido atrae tensión y nerviosismo. Un tiro de esquina es una opción a la meta trazada. El disparo de un penal es la puerta abierta a la consolidación del ansiado gol. Son 90 minutos en donde la angustia y el vértigo se anidan en la hinchada.

El fútbol al ser espacio de creación, también se relaciona con la manifestación literaria. Pier Paolo Pasolini asevera que “en el fútbol hay momentos que son exclusivamente poéticos: uno de ellos es el momento del gol. Cada gol es siempre una invención, una subversión del código, cada gol es ineluctabilidad, atropello, estupor, irreversibilidad. Tal como la palabra poética”. En definitiva como describe el propio Pasolini: “El fútbol que expresa más goles es el fútbol más poético”.

Artículo publicado en El Telégrafo, 04 de agosto del 2010, pág.08

El milagro del fútbol


El fútbol mueve masas. Agita corazones. Se inserta en la profundidad de los más variados estratos sociales. Por ejemplo, en los barrios marginales, en donde la figura del balón de cuero es tan solo un espejismo.

El fútbol es pasión descarnada; sinfonía de orquestas disímiles cuyas características se entremezclan con la habilidad individual y el solidario ritmo colectivo. Es desprendimiento y tentación. Fama y desdicha.

Domingo tras domingo los estadios son testigos de la fiebre humana, del hincha común, del parcero anónimo que intercambia el fracaso diario y el aliento de esperanza. La cerveza se riega en los cuerpos sufridos de los espectadores. Las barras complementan el jolgorio en medio de la jungla y el sol canicular. El fútbol es sinónimo de intuición, fortaleza, disciplina, parsimonia y ñeque en el gramado.

Todo va bien hasta cuando reflexionamos sobre la mercantilización de este noble deporte. Todo tiene sentido y lógica, hasta cuando reparamos en su afán de lucro y espectáculo, el mismo que esconde poderosos intereses comerciales, mediáticos, publicitarios, económicos y, hasta políticos. Otra vez el ogro del poder acechando con sus inmensos tentáculos. Aquí cabe la sentencia de Daniel Samper Pizano: “El fútbol es un fenómeno social pero, hasta el momento, está mejor vendido que jugado”.

Entonces cuando caemos en cuenta de esta triste realidad, el fútbol pierde su encanto, se evapora la gambeta mágica, y el estilo del toque suave y suscitador se pierde en la neblina de días pasados y, en este caso, mejores. Y recordamos las jornadas felices en donde la pelota era de trapo o de periódicos marchitos y, los arcos se confeccionaban con la ropa de los protagonistas o de las piedras que se recogían de los alrededores de la canchita maltratada por el sistema que ha privilegiado a unos pocos en perjuicio de la mayoría. Y es -irónicamente- de esa mayoría de donde han surgido los genios del fútbol.

Por eso el fanático -ese personaje pintarrajeado de ilusiones, aturdido entre gritos incesantes, disfrazado con la ilusión de la gloria, abanderado del pitazo inicial- prefiere el juego bonito (jogo bonito) que se impone a fuerza de la destreza del típico astro futbolero, que se desplaza sonriente junto con el pase perfecto, que armoniza las jugadas retenidas en el tiempo y en el espacio, que entreteje el camino hacia las redes, para gritar al unísono el gol. En otras palabras, la poesía en la cancha. Como dice Héctor Negro: “El ritual o la fiesta del domingo, que han hecho/ para que crezca el fútbol con milagro de pan./ El gol vendrá estallando desde truenos dispersos/ y su eco prodigioso ya no se apagará./ Regueros rumorosos volcarán los regresos/ y más allá del lunes la pasión arderá”.

El fútbol es un diálogo íntimo con la pelota, el sutil encanto de la número cinco expresando el lenguaje universal de la estética. Más allá de certámenes rimbombantes, jingles auspiciosos, documentos precontractuales, premios onerosos, cuya finalidad se divorcia con el honor y sudor a la camiseta.
El fútbol tiene códigos que se perennizan con el aplauso de la gente, con las lágrimas derramadas ante el resultado adverso, con el inagotable abrazo que emana del triunfo, con la amistad transmitida por el intercambio de camisetas, con el cúmulo de acciones que le hacen un deporte creíble, amado y sensible. Y, por supuesto, popular.

Artículo publicado en El Telégrafo, 28 de julio del 2010, pág.08

COMUNICACIÓN ORGANIZACIONAL


Para abordar el tema expuesto es necesario referirme de manera general a la comunicación.
En tal sentido, podemos definir a la comunicación como un proceso interactivo con el cual el hombre transmite ideas, sensaciones, emociones, sentimientos hacia el resto del conjunto de la sociedad, sean una o más personas. En cierto modo la comunicación tiene el influjo de su entorno socio-cultural, de los sistemas: político y económico que van imponiéndose desde las estructuras de poder, del entorno sociológico y ambiental. Esa incidencia influye en la aplicación de los modelos comunicacionales.
Incluso me atrevería a sentenciar que las comunidades humanas poseen como eje esencial las relaciones interpersonales y, a partir de ese hecho cotidiano, pero no por eso menos relevante, los diferentes actores sociales construyen vínculos interactivos en escenarios indistintos, como el hogar, el aula, el barrio, el lugar de trabajo, el centro de diversión, el negocio privado, el ente estatal, etc.
Según Rodrigo Santillán Peralbo: “Solo cuando se establece una correlación recíproca entre significados que se intercambian se produce el proceso de comunicación. Si existe correspondencia entre los códigos (entendido que el código como término del acto comunicativo es el idioma, que obligadamente tiene que ser el mismo entre emisor y receptor, de lo contrario no habrá comunicación) del comunicador y del perceptor, el mensaje tiene grandes posibilidades de éxito; es decir, los referentes lingüísticos deben ser iguales entre emisor y receptor”.
En la interrelación del hombre con el fenómeno social, ha sido esencial la aplicación de un sistema comunicativo, a partir de mecanismos e instrumentos (lenguaje táctil, oral, visual, escrito, alfabeto, papiro, tinta, imprenta, papel, video, etc.) desarrollados por los integrantes de la colectividad, paralelo a las diferentes etapas histórico-culturales. A lo largo de la historia de la humanidad su evolución ha sido ciertamente vertiginosa. Hoy nos encontramos enfrentados a la vorágine de las tecnologías de la información y la comunicación.
Con tales antecedentes, la comunicación organizacional es el eje vinculante de la entidad o corporación entre sí con su comunidad cuya dinámica va configurando una verdadera cultura organizacional a través de la formulación de un plan estratégico.
Dicho aquello, la comunicación en la existencia corporativa se vuelve una necesidad elemental, ya sea, para que fluya una interconectividad entre los públicos internos, o, para que la relación entre la entidad y los públicos externos se convalide en la práctica cotidiana, desde una lógica que brinde respuestas con responsabilidad social, legitimando así, la vigencia y permanencia institucional en el imaginario colectivo.
Es lógico considerar que las instituciones a partir de sus políticas, metas y objetivos planteados pretendan -como mecanismo de posicionamiento- la proyección al conjunto de la comunidad a la que se deben. En gran medida, la razón de ser y de existir de los entes colegiados son los públicos. En la empresa privada: los clientes y consumidores; en la institucionalidad pública: los usuarios, beneficiarios, en suma, la ciudadanía. Como dice Germán Hennessey Noguera: “Si las organizaciones son colectivos humanos, la comunicación es una necesidad de las organizaciones. La comunicación debe ser una gestión no propiedad de una persona, sino apropiada por todas las personas; no excluyente, sino incluyente. Comunicación no debe ser una gestión externa a la gente, sino para la gente, con la gente y por la gente”.

Artículo publicado en El Telégrafo, 21 de julio del 2010, pág.08

Publicidad y responsabilidad mediática


Los medios de comunicación masivos tienen un compromiso determinante en su ámbito de acción social. La función que cumplen no se limita tan sólo al proceso informativo o a la transmisión de los principales hechos. Sino, que, también, se convierten en catalizadores de la realidad circundante, con lo cual, directa o indirectamente, influyen en el devenir comunitario.

Los medios transmiten sensaciones, emociones, pensamientos, sentimientos, sucesos. Con ello, reflejan la crudeza de los actos, a ratos, en “vivo y en directo”. El lector, oyente o televidente asimila tal fenómeno comunicacional, con lo cual obtiene elementos de juicio que le permiten definir un determinado razonamiento o conclusión.

Por tal motivo, la regulación del aspecto publicitario en la esfera mediática a través de un cuerpo jurídico será vista de forma positiva, concomitante al impacto que éste tiene en la comunidad. La Asamblea Nacional discute recogiendo las recomendaciones de la comisión especial respectiva -no obstante de dilaciones y poca seriedad parlamentaria- lineamientos que arriben a un consenso de cara a la aprobación de la Ley Orgánica de Comunicación. Al momento se agota el análisis de propuestas de diferentes bancadas legislativas, gremios profesionales, actores sociales y de ciertos asambleístas tras iniciativa particular.

En lo relativo al tema publicitario resalta la responsabilidad social de los medios sobre el pautaje que efectivicen en su malla programática. Hay varios parámetros que deben medirse más allá de la norma legal. Es indudable que debe prevalecer la condición ética del anunciante, por encima de la tendencia utilitaria y el objetivo pragmático de convencimiento del potencial cliente o comprador. Si la publicidad es considerada como “una forma destinada a difundir o informar al público sobre un bien o servicio a través de los medios de comunicación con el objetivo de motivar al público hacia una acción de consumo” (www.es.wikipedia.org), es evidente que el Estado como ente de control público debe establecer ciertas “reglas del juego” que permitan, por un lado, generar mecanismos de divulgación empresarial y corporativa y, por otro, crear un ambiente idóneo para que la ciudadanía defina por cuenta propia sus necesidades y requerimientos de consumo.

En más de una ocasión se ha puesto en el tapete de discusión la manera poco creativa de difundir productos publicitarios. Mujeres semi-desnudas, cuerpos esbeltos, sexismo, violencia visual, tendencia consumista en grado extremo, son elementos visibles en la prensa escrita y, con mayor fuerza en la TV (menos en la radio), los mismos que degeneran la verdadera vocación del concepto publicista. Por ello, tras la evolución institucional en nuestro país en los últimos años, el ciudadano/a (antes que consumidor/a) tiene espacios de reclamo y denuncia. Así por ejemplo, la Defensoría del Pueblo. Igualmente, se plantean mecanismos de protección infantil y adolescente.

Es legítimo que los entes empresariales, industriales, productivos, propendan a estimular la adquisición de sus productos y prestación de servicios, pero eso, no implica, que trastoquen ni lesionen los elementales preceptos de moralidad y sentido común de la gente.

Por otra parte, la potencial ley también controlaría que en época electoral los medios se circunscriban a las políticas de la función electoral, en cuanto a la distribución de propaganda. Tal hecho, democratiza la participación ciudadana y, motiva a la intervención en los procesos eleccionarios. Tras la aprobación de la mentada ley se aspira a que nuestro país tenga un instrumento legal viable en relación a la difusión de spots y cuñas en los medios de comunicación.

Artículo publicado en El Telégrafo / 14 de julio del 2010 / pág.08

BASTIDAS O LA MANO DADORA DE EXPRESIÓN


José Bastidas Narváez (Otavalo, 1960) es un hombre sencillo, de apariencia carismática, pequeño de estatura, pero inmenso de sentimientos nobles. Él transmuta a través de la paleta sueños propios y ajenos, transfigura en el óleo seres extraños que develan la crueldad humana, establece cánones a partir de hechos individuales que marcan huellas indelebles, sugiere signos que decantan la tragicomedia de una época maquillada de modernidad.

Artista con ese hálito característico de la sensibilidad, transita por los caminos insospechados del fenómeno pictórico. Le apuesta a los colores intensos, como la lluvia que reaparece con apremio en invierno. Él conoce de la solidaridad desde la infancia, por ello, su conducta se acerca a la preocupación social. Silencioso gira alrededor de la cátedra y el enunciado lúdico. Las horas noctámbulas sirven de temporalidad para el desarrollo creativo. Como un explorador nato, Bastidas insiste en la búsqueda de nuevas respuestas a esas añejas interrogantes filosóficas. Para Marco Antonio Rodríguez, el citado pintor elabora un discurso “que enseña una manera de ir estructurando sus composiciones, entre variantes y signologías, entre fondos y formas, como quien extrae la materia ambicionada de una cantera que está explotando con febrilidad y pasión”. Cantera en donde se acumulan determinados preceptos de vida; mujeres endemoniadas con el fragor de la tentación, hombres ensimismados ante la destrucción ambiental, figuras fantasmagóricas extraídas de mundos ajenos, criaturas grises atrapadas en la deteriorada fauna, en suma, actos cotidianos observados con sarcasmo e irreverencia.

De mirada transparente y risueña, Bastidas entreteje su propuesta creacional con humildad, sin desprenderse de la subjetividad que convierte a su obra en un vendaval de alto componente humano. Él trabaja ausente de elogios públicos, concentrándose en la amalgama de lo medular: el arte plástico. Cabe decir que su paso por el Colegio “Daniel Reyes” y la Universidad Central del Ecuador (Escuela de Educación Técnica, Facultad de Filosofía) coadyuvó en el afán del perfeccionamiento profesional. La crítica de arte, Inés Flores sentencia: “Sensible con el hombre del pueblo, el pintor hace sus personajes -trabajadores, músicos populares, señoritas del común, etc.- el objeto básico de su temática. Y trata cada uno de sus asuntos de modo espontáneo y directo, sin refinamientos ni preocupaciones esteticistas, con un dibujo fuerte, de rasgos estilizados y una paleta de colores intensos. Las veladuras en la obra de Bastidas contribuyen a matizar, los efectos cromáticos, en el contexto de una composición equilibrada y firme”.

Bastidas es un pintor con oficio definido, entre la lontananza de lo banal y el ansia de lo estético. Ha expuesto en varias ciudades de nuestro país. Así también, en España, Colombia, Venezuela, México, Costa Rica, Bolivia, Brasil, Suiza, Chile, Argentina, Bulgaria, Egipto. En el pasado mes de junio, el Museo de Arte de Queens, en Nueva York (Estados Unidos) abrió sus puertas para exhibir su reciente obra en una muestra con el título “Juegos Cromáticos”.

Este pintor abstrae lo insubstancial en la perspectiva elocuente de trascender con la pincelada precisa. Él posee la mano -o mejor dicho- las manos dadoras de expresión que a su vez redescubren a la hermosura.

Artículo publicado en el Telégrafo / 07 de julio del 2010 / pág.08

ALBA


La Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América – Tratado de Comercio de los Pueblos (ALBA-TCP) es un acuerdo histórico, que recoge el legado integracionista de Simón Bolívar. A partir de la afirmación de la unidad en la diversidad, los países miembros (Venezuela, Cuba, Bolivia, Nicaragua, Ecuador, Mancomunidad de Dominica, San Vicente y las Granadinas, Antigua y Barbuda) coinciden en la impostergable necesidad de sumar esfuerzos comunes en los aspectos: político, económico, productivo, ambiental, cultural. En esa línea promueven proyectos en las áreas de la educación, salud, ciencia, tecnología, turismo, industria, comercio, telecomunicaciones, infraestructura, energía y minería.
Esta propuesta tiene como peculiaridad la cooperación de los citados Estados y, paralelamente, el intercambio de experiencias de los movimientos sociales, en un andamiaje ciudadano incluyente y democrático. Al respecto, conviene subrayar el alto sentido convocante de la ALBA, en términos de radicalizar la concepción democrática. De alguna manera se retoma el criterio de Heinz Dieterich sobre democracia participativa. Él cree que ésta es “… la capacidad real de la mayoría ciudadana de decidir sobre los principales asuntos políticos de la nación. En este sentido, se trata de una ampliación cualitativa de la democracia formal, en la cual el único poder de decisión política reside en el sufragio periódico por partidos-personajes políticos. En la democracia participativa, dicha capacidad no será coyuntural y exclusiva de la esfera política, sino permanente y extensiva a todas las esferas de la vida social…”.
La ALBA irrumpe en la agenda regional a fines del 2004, con la denominación de Alternativa Bolivariana para las Américas, reivindicando la lucidez libertaria de Bolívar, Martí, Sucre, O’Higgins, San Martín, Sandino, entre otros pensadores y estrategas que propugnaron la creación de la patria grande. Es innegable el componente ideológico de la ALBA, cuyo enfoque propugna un socialismo de nuevo tipo; la práctica consistente y consecuente con el remozamiento de una izquierda que responda a los actuales momentos de los pueblos americanos y, que, a través de su ideario y tesis basadas en nuestra realidad, contraponga alternativas viables al desgastado modelo capitalista. Asimismo, las visiones coincidentes de varios países de nuestro continente, repercuten en una posición geopolítica radical, cuya perspectiva es ir trazando lineamientos concretos concomitantes al respeto a la soberanía y autodeterminación de los pueblos de Latinoamérica y el Caribe.
En tal sentido, el 24 y 25 de junio en Otavalo, se desarrolló la X Cumbre de la ALBA, con la participación de centenares de delegaciones diplomáticas, autoridades indígenas y afrodescendientes, la presencia de los mandatarios: Hugo Chávez, Evo Morales y Rafael Correa, de Venezuela, Bolivia y Ecuador, respectivamente y, de Esteban Lazo, vicepresidente de Cuba. Al final del evento se suscribió la Declaración de Otavalo.
De este documento se desprende “la construcción de un modelo alternativo de soberanía económica expresado en una Nueva Arquitectura Financiera (…) para consolidar un sistema de intercambio y cooperación recíproco, solidario, participativo y complementario, que fortalezca nuestra soberanía alimentaria”. Así también el “compromiso para avanzar en los procesos de construcción de sociedades incluyentes, culturalmente diversas y ambientalmente responsables, que excluyan la explotación del ser humano, en las que existan condiciones para un diálogo entre iguales y un intercambio real de saberes, conocimientos y visiones en nuestra región”.
Cabe decir que en la Cumbre -como eje central- se discutieron preceptos relativos a la interculturalidad, plurinacionalidad y aplicación de políticas públicas que superen los complejos racistas, es decir, temas propios de nuestras naciones heterogéneas.

Artículo publicado en diario El Telégrafo / 30 de junio del 2010 / pág.08
Fotografía: Thalía Ambrossi