viernes, 2 de diciembre de 2016

Poesía como susurro que atraviesa cielos ajenos




Desde los silencios necesarios, la poesía emerge con el fulgor que demanda la hermosura escrita. El dolor y la furia del mundo arremeten sin tregua alguna. Es el cúmulo de los hechos cotidianos que toman un giro especial en la mirada del vate.

Por ello, la contemplación, no es un asunto fortuito. Sino el resultado de la capacidad de asombro ante el orbe. La fragilidad de las palabras deviene  en señal de aquella ternura que la humanidad ha extraviado en sus propios tentáculos ante el ocaso civilizador.

La poesía explora la esencia del hombre; sus demiurgos, sus temores, sus emociones, sus deseos inconfesables. La huella lírica tiene aroma perpetuo. He ahí uno de los elementos fundamentales para resaltar su vigencia en el tiempo y en el espacio.

Pero ¿cuál es la tarea que asume el poeta? Tal vez la de un prestidigitador de las palabras, más allá del solaz de fin de semana. Esto, es, el poeta se convierte en un denodado trabajador en pro de la construcción de un discurso poético que plasme en imágenes los cuestionamientos, sensaciones y afectos que gravitan en su entorno.

Juan Suárez Proaño, aborda el misterio de la vida, a través de la profanación poética. Y, en ese encomiable intento, cosecha un poemario cuyo nombre HACEN FALTA PÁJAROS (El Ángel Editor, Quito, 2016), provoca en el lector(a) asombrosa inquietud, en el pleno interés de acometer en su contenido.

Con luz de luciérnagas, los textos toman cuerpo en la plenitud de la noche. Es el conjuro de lo indecible en boca del joven poeta, o mejor dicho, en pluma con tinta abundante en manos de este hacedor de ilusiones. La memoria es surco que sobrepasa los linderos del olvido: “Los hombres somos/ del lugar al que pertenece nuestra memoria”.

Juan desnuda al verbo, con firme convicción ante la riqueza de nuestro idioma castellano. Lo hace extasiado como el resplandor del día o como la hogaza en la mesa del indigente en la quietud del domingo. El optimismo es un anhelo relativo ante los intersticios revelados en la patria que se desangra en línea imaginaria: “A fin de cuentas/ el optimismo es una hoja seca/ una paloma en mitad de la plaza/ la brisa de césped/ una posibilidad de saltar el muro/ por la mañana”.

El poeta confiesa desde su ventana: “Dicen que todo poema está hecho de polvo/ al igual que los hombres”. La invención literaria tiene alas abundantes que recorren el anchuroso cielo con la intención de expandir el credo emancipador.

En la lícita recreación digo: “Seremos la lluvia que siempre fuimos, junto con el cántaro y la tierra”.

En la expresión declarativa reaparecen calles anónimas, lágrimas de intimidad y exilio, puertas envejecidas por la indiferencia, pájaros diminutos y ausentes, ciudades sórdidas en la reminiscencia de los días: “Mis manos han aprendido a tocar el tiempo/ fuertes y sobrias como mis años/ con el mar/ con las ganas estériles de la muerte/ con el río”.

La mujer idealizada también entreteje este corpus poético, del cual, el autor, dice algo así, como: “Hacer el amor/ en la trinchera/ bajo la sombra/ de la guerra”.  Y, desde luego, se alude a las heridas, a los tormentos y a los olvidos que duelen en la médula del alma.    

Poesía -la de Juan Suárez- que toca y estremece, o sea, que perturba los sentidos. En el bello texto dedicado a Juan Gelman, profesa su admiración a este inmenso y entrañable ser, que hizo de la versificación su forma elocuente de existencia y resistencia diaria. Como afirma nuestro Juan: “Te hicieron agujeros en la carne: Juan./ Tumbas, que no fueron en el aire/ ni en el agua,/ tumbas cavadas en tus lágrimas/ en tus dedos envejecidos/ por el lento paso de noviembre”.

En HACEN FALTA PÁJAROS, se alude a la esperanza y a la efímera búsqueda de la felicidad, sin embargo, de la tristeza y el llanto que provoca el desamor o el trueno de las ojivas.

Destaco la prolijidad y composición de los poemas: “Polvo”, “Del mundo”, “Del padre al tiempo”, “Gelman”, “Asombro”, “Buen hombre” y “Sentidos”.

Que el extravío de las aves sea celebración fecunda en la senda trazada por Juan Suárez. Que los poemas publicados emprendan vuelo como caricia y beso eterno.





jueves, 1 de diciembre de 2016

Las mujeres como conjuro y desolación

HOMBRES SIN MUJERES; sobresaliente cúmulo de relatos en donde el ser se desnuda más allá del deseo, redescubriendo aquellos instintos depredadores tras la noche. 

Historias de alcoba, de ciudad, de sufrimiento, de muerte, en donde se asumen los temores y dudas ante la soledad. Y, en esa lucha íntima se entrelazan aventuras y desventuras; la relación de pareja pugna por descifrar esos sentimientos contaminados en la esfera social. 

Libro que alude al amor, y, a su vez, al dolor, luego del beso final. Me quedo con "Un órgano independiente". Textos que dejan cicatrices, en el cual su autor, Haruki Murakami, sugiere que: "Para los hombres sin mujeres, el mundo es una mezcolanza vasta e intensa, es la otra cara de la Luna en su totalidad".

Las maldades de la piel niña

TRAVESURAS DE LA NIÑA MALA, de Mario Vargas Llosa, novela extensa que devela las interioridades del fuego amoroso, desde donde emergen las cenizas del desamor. En sus páginas se insertan los rostros y rastros de relaciones de pareja, cuya esencia supera la sensiblería y el dramatismo, y se acomete en la profundidad de la dicha, pero, especialmente, del dolor. Es el efecto de la condición humana, en donde los sentimientos van más allá de lo cotidiano, en un juego macabro de dimensiones inesperadas. Es la tortura de la piel y del deseo.
 
¿Será que en un determinado momento aquella niña mala se atraviesa en nuestras vidas -como en el caso de Ricardo Somocurcio-, dejándonos una profusa huella en el corazón? Quién sabe.

Experiencia nómada


Cuando se traspasan las fronteras de alguna manera las visiones, percepciones y hábitos de los viajeros(as) se modifican y se ensanchan a partir de la interpretación vivencial. Es un ejercicio placentero que nos conduce al conocimiento y reconocimiento de la otredad. Y, al descubrimiento de latitudes distintas. A partir del contacto externo, las ciudades se vuelven cercanas, aunque el desplazamiento sea por un lapso corto.

Sobre la esporádica visita a las principales urbes -si cabe tamaña expresión- de nuestra América, trata el texto Cómo viajar sin ver (Alfaguara, España, 2010), de Andrés Neuman (Argentina, 1977); bitácora en la cual se recogen hechos, vicisitudes, episodios, instantáneas de un intenso itinerario que efectuó el autor a propósito de la obtención de un premio literario y su correspondiente difusión. “Solo quería escribir de lo que mirase, escuchase, comprendiese o malinterpretase mientras atravesaba ese laberinto denominado Latinoamérica”, explica.

Experiencias de un atento observador que bifurca su gesta creativa con el rastro geográfico tan disímil en la era globalizante. Una aproximación periodística exquisita en donde la crónica se confunde con otros géneros, ratificando la nueva oleada que pervive en este noble oficio en los actuales tiempos. Libro nómada elaborado entre aeropuertos, hoteles, restaurantes, vehículos de alquiler.

En las páginas de Cómo viajar sin ver sobresalen destellos poéticos propios y ajenos - con aliento melancólico por la diáspora-, entre la múltiple topografía y multiplicidad identitaria: “Al viajar a determinados lugares, nos desplazamos hacia delante con el cuerpo y hacia atrás con la memoria. Entonces avanzamos hacia algún pasado”. Asimismo, en otro pasaje se lee: “Hacer maletas nos obliga a suspender el pasado. El tiempo resbala por la piel del viajero. Para el sedentario, en cambio, el tiempo pasa lento y deja huella. La quietud es el motor del recuerdo. La nostalgia recae en quien se queda”.

Es más que un anecdotario; un testimonio que nos acerca a historias comunes y, también, a impresiones diversas originadas en Buenos Aires, Montevideo, Santiago, La Paz, Caracas, Bogotá, Asunción, Tegucigalpa, Miami... Desde luego, la mitad del mundo se incluye en dicho circuito: “Ecuador es un país que madruga mucho y, sin embargo, sigue esperando amanecer”.

Roberto Bolaño ya lo advirtió: “Tocado por la gracia. La literatura del siglo XXI pertenecerá a Neuman y a unos pocos de sus hermanos de sangre”.

Neuman, el peregrino, intenta en la coyuntura compartir la verdad de nuestros pueblos, mejor dicho, su verdad, con lucidez total. Buen viaje.