Este espacio contiene artículos de opinión y datos informativos sobre arte, cultura, identidad y análisis político. Aunque en esencia, se nutre de la semilla literaria que crece como la vida, y, a ratos, se ausenta como la muerte.
lunes, 5 de abril de 2010
OTAVALO: COBIJA DE TODOS
Las ciudades del Ecuador tienen sus particularidades, sello identitario, costumbres, tradiciones, sentido histórico, dinámica socio-cultural, descripción geográfica, imaginarios colectivos, relación productiva, que marcan sus diferencias, no obstante, del sentido unitario en la composición del Estado-Nación.
Otavalo es uno de los seis cantones de Imbabura. Con más de 110 mil habitantes (según el INEC, con proyección estadística al 2010). Con un fuerte componente interétnico, reflejado en la presencia mayoritaria de indígenas (kichwa otavalos), y, desde luego, de mestizos. En menor grado conviven grupos afro-ecuatorianos, provenientes del hecho migratorio provincial (Intag y Valle del Chota). El intenso movimiento comercial y la labor artesanal son un factor atractivo para la presencia foránea. Otavalo es conocido, además por su encanto natural; sus lagos y montes son la mejor carta de presentación en el ámbito turístico. Por eso, el flujo de visitantes nacionales y extranjeros es un elemento cotidiano en el contexto cantonal; ya sea en la urbe (dos parroquias citadinas), como en la ruralidad (nueve parroquias rurales). En este último sector sobresalen añejas actividades de corte: agrícola y manufacturera.
Otavalo, en el devenir pretérito tuvo sus antecedentes político-administrativos como cacicazgo, asiento, corregimiento, villa y, posteriormente, ciudad; denominación final suscrita por puño y letra del mismísimo libertador Simón Bolívar el 31 de octubre de 1829, por considerarle sitio “…susceptible de adelantamiento”.
Ya en el trajinar contemporáneo, un suceso de connotación para Otavalo fue la declaratoria del Congreso Nacional en el 2003, como Capital Intercultural del Ecuador; por las relaciones interétnicas palpables y, el bagaje policultural asentado en su entorno local. A más de los grupos étnicos descritos, también hay que señalar la coexistencia de europeos, norteamericanos, asiáticos y, sobre todo, latinoamericanos, tras la implantación en nuestro país de la dolarización (2000). No obstante de lo descrito, los signos racistas e intolerantes -aunque sin la fuerza e intransigencia de otrora- no han sido desterrados integralmente de la cotidianidad otavaleña.
Un elemento característico de Otavalo, es la comercialización de artesanías y productos textiles en la conocida Plaza de los Ponchos (Centenario), que data desde la década de los 70 del siglo pasado. En este lugar de difusión mundial laboran más de mil comerciantes y artesanos, los fines de semana. Aunque la conocida feria, ya tiene una regularidad semanal en la venta de sacos, camisas, blusas, pañoletas, bufandas, pantalones, chompas, tapices bordados, alfombras, sombreros de paja toquilla, bolsos, hamacas, bisutería, instrumentos musicales, adornos elaborados por diferentes y variados materiales, provenientes no sólo de la creación local, provincial y nacional, sino, del talento colombiano, peruano, boliviano, etc.
Sin desconocer la relevancia de este rasgo distintivo, la afluencia extrema de mercaderes, ha traído un problema aún intratable: la avalancha de vendedores formales e informales. En el entorno citadino, emerge de los días sábados, la movilidad de más de seis mil comerciantes, convirtiéndose Otavalo -por añadidura- en ciudad-mercado.
Otavalo -según una de sus interpretaciones etimológicas- significa “manta grande que cobija a todos”. Desde este pedazo de serranía ecuatoriana, se desprende un pequeño laboratorio socio-cultural de la realidad ecuatoriana, tal como lo advierte el historiador Enrique Ayala Mora. Otavalo, tampoco, se escapa de sus propias contradicciones e ironías históricas: su parque principal se denomina Simón Bolívar, aunque tiene la efigie del guerrero Rumiñahui; su principal orgullo étnico es la vigencia kichwa-otavalo, sin embargo, en la esfera política, recién en el 2000, se acepta y respalda democráticamente a uno de sus hijos como alcalde: Mario Conejo Maldonado, sociólogo indígena que continúa desde aquel año administrando los “hilos del poder local”, en la tierra de los mindalaes, los brujos milenarios y las deidades andinas.
Otavalo, abril 05 del 2010
Publicado en Diario El Telégrafo, pág.11, 06-abril-2010
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