miércoles, 16 de febrero de 2011

“ESO HIZO LUCIO…”


Aquel griterío de la turba policial, guiada por el rumor, alentaba el recuerdo del ex presidente Lucio Gutiérrez, como el propulsor de beneficios salariales. En la afueras del Regimiento Quito No. 1, la confusión era evidente, al igual que la desinformación y el desconocimiento de las tropas ante su exclamación colectiva.

Nada de lo que afirmaban era cierto. Así lo alertaba el Primer Mandatario, en medio de la ira de los protestantes, los golpes, el gas lacrimógeno, y el desconcierto de un país absorto por la insubordinación sui géneris. Más tarde, desde los alrededores de la casa de salud, al cual fue ingresado Rafael Correa, la pantalla chica registró el audio que arengaba “dale bala”. Entonces, el tiroteo entre uniformados no cesaba. Un triste episodio de violencia e irracionalidad. La fuerza pública empleando recursos bélicos, unos para obstruir la salida del Presidente, y, otros, para facilitar su retorno al Palacio de Carondelet. Escenas patéticas que contaron con la desgracia de heridos y muertos y, el posterior estado de excepción. Un día de obligada revisión en la historia nacional.

Considero que tal reclamo, no se restringía aisladamente a la reivindicación de bonificaciones o a la imposición de condecoraciones, sino que detrás de la revuelta se escondían fines desestabilizadores. Los griteríos en contra de una ley secundaria, eran apenas una justificada manera de exteriorizar desde el fondo de la condición humana: resentimientos, malestares e incomodidades, hasta ese momento escondidos y bien disimulados puertas adentro de los cuarteles. Sin olvidar el fantasma de la oposición política, cuyo eje articulador fue de adhesión a los quejosos, desde la derecha y, lo que es paradójico, desde la aparente “izquierda revolucionaria”. Se advierte, más allá de la imprudente actitud del presidente Correa, un claro objetivo sedicioso. Un acto de amotinamiento e irrespeto a la investidura del Ejecutivo. Una jornada de indisciplina, que se fragua en el marco de los oscuros tentáculos de la asonada. Y, con ello, de la politización institucional. Los manifestantes quebrantaron de forma manifiesta el Art. 163 de la Constitución de la República, al incidir directamente en el caos, la inseguridad y desprotección ciudadana. Con esa actuación, tendrá que transcurrir algún tiempo para que la Policía Nacional vuelva a recuperar su credibilidad y alcance estándares óptimos de reconocimiento por parte de la sociedad civil.

Tras el 30-S mucha tinta ha corrido desde las diferentes percepciones y criterios. Esa capacidad de análisis es plausible en la medida de encontrar los eslabones que permitan redefinir nuestro alicaído espíritu democrático. Al final, pudo haber sido peor. Un momento catastrófico en el quehacer político del Ecuador. Mirando al futuro es conveniente construir los cimientos de la cultura democrática que superen el enfoque representativo, y, consoliden los parámetros de orden participativo. Un síntoma positivo fue la presencia de la gente en las calles de Quito y el resto del país, el 30-S, en pos del respeto a las libertades, la democracia y la paz social.

Diario El Telégrafo / 13-octubre-2010 / pág.08

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