Este espacio contiene artículos de opinión y datos informativos sobre arte, cultura, identidad y análisis político. Aunque en esencia, se nutre de la semilla literaria que crece como la vida, y, a ratos, se ausenta como la muerte.
miércoles, 16 de febrero de 2011
Un grito a la criatura ausente
Oriana Fallaci (1929-2006) fue una mujer inteligente y controversial. Con profundas pasiones y convicciones. El periodismo fue su profesión, y, mejor aún, su filosofía de vida. De nacionalidad italiana, Fallaci se destacó como una incansable entrevistadora, perseverante indagadora de la realidad y pensadora contemporánea. Varios son sus textos legados, entre ellos, “Carta a un niño que no llegó a nacer”; reflexión desgarradora que sojuzga al hombre por su insensibilidad ante el derecho a la maternidad, ante la legítima aspiración de prolongar la existencia con la procreación y crianza de un hijo/a. O como se desprende del libro: “…la maternidad no es un deber moral. Ni siquiera es un hecho biológico. Es una elección consciente”.
La trama de la historia es cautivante. Tras su lectura queda el estremecimiento de un testimonio autobiográfico. Todo empieza por un embarazo y la posterior confrontación existencial respecto de asumir esta etapa de gestación, en la vorágine de una sociedad consumista, individualista, machista, egoísta. Al final, la voz protagónica pierde a esa criatura con quien mantuvo intensos y dolorosos diálogos desde su vientre; cavilaciones alrededor de la sobrevivencia humana. En varios pasajes del relato se desprende un tierno monólogo en pro de la vida y de las cosas hermosas que se anteponen en la convivencia social. La dedicatoria es insuperable: “A quien no teme la duda/ a quien se pregunta los por qué/ sin descanso y a costa/ de sufrir de morir/ A quien se plantea el dilema/ de dar la vida o negarla/ está dedicado este libro/ de una mujer/ para todas las mujeres”.
“Carta a un niño que no llegó a nacer” es una confrontación al establishment expresado en las estructuras socio-culturales, que incluyen creencias, preceptos, costumbres, tradiciones. A través de interrogantes -antes que respuestas-, se revelan las dificultades del hombre por alcanzar una plena libertad. La disyuntiva gira en torno al aborto; tema controversial que es rechazado frontalmente por aquellas beatas entumidas en la misa dominical o por aquellos sacerdotes intransigentes -muchos de ellos practicantes de pedofilia- cuyo criterio reduccionista va de la mano con la intolerancia. Tal cuestión amerita una profunda interiorización conceptual, ética, fisiológica, legal, etc., que supere los subjetivismos y las verdades parciales. Para Fallaci, por ejemplo, “Uno no es un ser humano por derecho natural, antes de nacer. Humano se vuelve uno después, cuando ha nacido, porque está con los demás, porque los demás lo ayudan, porque una madre, una mujer, un hombre o no importa quién, le enseña a uno a comer, a caminar, a hablar, a pensar, a comportarse como ser humano”. La problemática incluye también la práctica de la paternidad.
“Carta a un niño que no llegó a nacer” es la pugna a favor de la vida o la descarnada huella de la muerte, en donde surge la digresión filosófica respecto de la existencia de Dios. En tal sentido, Fallaci asume una posición contraria a los designios divinos -por su condición de atea-, y, más aún, discrepante a una superestructura dominante enraizada en la Iglesia Católica.
Un relámpago literario para repensar y reaccionar ante la compleja condición humana.
Diario El Telégrafo / 24-noviembre-2010 /pág.08
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