miércoles, 16 de febrero de 2011

Otavalo: legado y proyección bolivariana


Otavalo conmemora 181 años de condición citadina, de legado bolivariano, de pueblo pujante “susceptible de adelantamiento”. Desde aquel 31 de octubre de 1829 ha quedado la huella indeleble del libertador Simón Bolívar, tras su decreto de erección de villa a ciudad. Este mandato honra a una población valiosa y trabajadora que bajo dicha égida pretérita convive con intensidad en el presente, sin descuidar los eslabones que debe forjar en perspectiva futura.

La fecha anotada conlleva el orgullo colectivo y el compromiso latente por preservar los postulados de aquella corriente bolivariana: libertad, civismo, dignidad; preceptos emancipatorios tan concordantes con el pensamiento y acción del padre de América: Bolívar. De él debemos rescatar los valores inmanentes que corresponden al ser humano en su integridad: lealtad, moralidad, estoicismo, ecuanimidad, justeza, etc. Como afirma Clara Luz Zúñiga: “Bolívar fue íntegro como soldado e ideólogo de la independencia, y en esto radica su verdadera grandeza: supo interpretar, en el curso de la misma guerra las aspiraciones de las gentes sencillas, de indios, negros, mulatos, zambos y llaneros, que se habían levantado contra sus opresores[…] Bolívar fue un superhombre por la extensión y las consecuencias de su obra, por la miseria de los medios que tuvo a su alcance, por la percepción grandiosa de su ideal glorioso, por su visión del futuro, por la fe en sí mismo, por la tenacidad de su acción, por el desprendimiento y el desinterés, por su valor personal, por la fuerza extraordinaria de su ser, por su vida y por su muerte”.

Otavalo a través de la historia ha mantenido un firme romance bolivariano. Porque así lo determinan sus páginas pasadas. Porque así lo exigen los vientos modernos de nuestra patria grande. Porque así se identifican las mujeres y hombres asentados en su geografía local. Otavalo; remanso de preciosidad paisajística en la serranía nacional, alegoría multicultural, comarca vital de ensueño y espacio cosmopolita que entreteje el intercambio productivo-comercial. Ciudad de raigambre bolivariano, de honda condición andino-tutelar e hispánica-occidental. Con derecho propio “capital intercultural” del Ecuador. Bien dice Gustavo Alfredo Jácome: “Ningún hombre como el Otavaleño vive tan unimismado con el paisaje de su primera luz. Cada otavaleño protagoniza una permanente repetición de la leyenda anteica. Hasta hemos inventado un vocablo, la otavaleñidad, para sintetizar en él lo entrañable de nuestra emoción terrígena. Pero esta emoción hemos sabido desbordarla para convertirla en ecuatorianidad”.

La historia nos permite reformular el destino de los pueblos, el vértigo indiscutible del porvenir. Las lecciones que repasamos de la historiografía posibilitan enmendar errores y abrir el camino a la luz del progreso y al adelanto colectivo.

En Otavalo se reedita cada 31 de octubre un episodio esencial de contexto cívico-administrativo y, también, desde el caleidoscopio humano se ratifica el compromiso latente que tienen las ciudadanas/os asentados en el Valle del Amanecer por contribuir al avance integral a través de la faena cotidiana, tal como lo demandó hace cerca de dos siglos el Libertador caraqueño.

Diario El Telégrafo / 27-octubre-2010 / pág.08

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