Este espacio contiene artículos de opinión y datos informativos sobre arte, cultura, identidad y análisis político. Aunque en esencia, se nutre de la semilla literaria que crece como la vida, y, a ratos, se ausenta como la muerte.
miércoles, 16 de febrero de 2011
MAMÁ TRÁNSITO, SIEMPRE VIGENTE
Los pueblos indígenas del Ecuador han atravesado un penoso camino de exclusión y marginalidad. Aquel rescoldo colonialista, heredado tras la imposición española continuó en la etapa independentista e incluso en la naciente República. Luego, la construcción democrática -accidentada e intermitente- en nuestro país no ha sido consecuente con los postulados de inclusión e incorporación de los sectores vulnerables y emergentes.
Los indios de nuestra patria han asumido con entereza y temperamento las contradicciones sociales, en donde la negación interracial se ha superpuesto a la razonable intención de aceptación y reconocimiento de la diversidad étnica. En ese marco, han surgido mujeres y hombres predispuestos a entregar la vida por la resistencia y la dignidad. Así se evoca el perfil de Rosa Elena Amaguaña Alba (10 de septiembre de 1909 – 10 de mayo de 2009), conocida en la esfera pública como Tránsito Amaguaña, nombre asumido toda vez que decidió enrumbarse en el activismo político de izquierda. Tránsito que quiere decir lo mismo que guía, ruta, sendero que conduce a mejores días a sus hermanas y hermanos de raza. Andariega como ninguna, esta huarmi recorrió parajes, chaquiñanes y vías en pos de reivindicar la igualdad social.
Por innumerables ocasiones se desplazó a la Capital de la República para exigir respeto, equidad y mejores condiciones de vida, a las autoridades de turno y para reforzar la pedagogía política (cabe señalar que no cursó estudios formales por el ambiente de atropello impuesto por sus patronos). En su natal Pesillo empezó -desde la infancia- a sufrir en carne propia las desigualdades de una sociedad injusta. Sus padres (Vicente Amaguaña y Mercedes Alba) asentados en la Chimba, parroquia Olmedo, cantón Cayambe, fueron maltratados y oprimidos por los curas propietarios de la hacienda del sector (herencia colonial) y, luego, por particulares, tras la confiscación estatal de esas tierras. El trabajo en la labranza y la servidumbre era fuerte y oprobioso. Aún adolescente contrajo matrimonio con José Manuel Alba. Con ello, el machismo y la violencia golpearon las puertas de su hogar. Tuvo tres hijos, a más de encargarse de la crianza de su sobrina. Los lazos maritales se vieron debilitados por la incomprensión de la pareja, conduciendo a la separación definitiva. Ella tenía la firme convicción comunista y, esa actitud militante contribuyó a la organización de los primeros sindicatos agrícolas, de la mano de prestantes dirigentes como Ricardo Paredes y Luis F. Chávez. En 1931 impulsó una dilatada huelga, en Pesillo, Muyurco y La Chimba, con el propósito de que los hacendados de la zona aceptaran ciertas demandas laborales. Con ello, se fortalecieron los gérmenes sindicales campesinos. La respuesta de los dueños de la tierra fue la represión con la anuencia del oficialismo militar. Tránsito ya era en ese momento cabecilla de las comunidades indígenas, por ello, fue perseguida y, tiempo posterior, apresada en dos ocasiones. Incansable como el viento que se agita en el páramo, a pesar de encontrarse en una crítica situación económica, sin huasipungo, continuó en el proceso organizativo.
En 1944, cobijados de la roja bandera comunista, Tránsito Amaguaña junto con Dolores Cacuango, Nela Martínez, Jesús Gualavisí, entre otros, fundaron la Federación Ecuatoriana de Indios (FEI). La reforma agraria fue un aspecto de la agenda política, que persistiría en décadas posteriores. En 1961, esta lideresa viajó a Cuba y a la ex-URSS, en representación del sector rural y gremios agrícolas. Los últimos años de Tránsito Amaguaña fueron de sosiego, silencio y dolor, junto a la lacerante pobreza de su choza y el frío de la serranía. Su nuera Guillermina Cerón asumió el cuidado y atención personal. A meses previos de cumplir los 100 años de edad murió entre la paz del campo, el respeto, pero también a ratos, la incomprensión de los suyos y, la sabiduría de su voz aleccionadora que invocó a la solidaridad comunitaria: “[…] la unidad es como la mazorca si se va el grano se va la fila y si se va la fila se acaba la mazorca”.
Diario El Telégrafo / 15-septiembre-2010 / pág.08
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