miércoles, 16 de febrero de 2011

Hechizo cromático, influjo andino y alas de fertilidad


No es ninguna sorpresa que desde Otavalo surjan quijotes furibundos de arte. No hay asombro cuando un coterráneo otavaleño bofetea al orbe con sus cualidades artísticas. Jorge Perugachy (1954), es oriundo de este valle andino; en donde los viejos curanderos limpian el alma, en donde los indígenas madrugan a la labranza de horizontes prósperos, en donde las artesanías emergen con encanto peculiar, o en donde el mestizaje envuelve a la convivencia cotidiana. Metafóricamente, Otavalo vigila la soledad de la luna llena y protege los manantiales azules que reposan en su entorno.

Perugachy, con su obra, rinde un homenaje lúdico a la mujer. La temática femenina está latente en sus cuadros, como un eje recurrente y vital. La mujer reconocida como atributo de vida. La mujer-fertilidad, mujer-ternura, mujer-virgen, mujer-prostituta. Hay una fusión misteriosa con elementos andinos. También se aprecia el prototipo de aquella huarmi latinoamericana que lucha y reivindica sus derechos, que pugna por visibilizar los saberes y aprendizajes. Son ángeles que hechizan con su parsimonia, son vírgenes del sol, son figuras anónimas cobijadas con nuestra autenticidad ancestral, expresadas a través de series propositivas. El rastro histórico de la feminidad se desliza en la sensualidad de los labios, en la voluptuosidad del corpus, en la tentación de los senos y los muslos, en la salinidad de la carne.

Otavalo es la geografía esencial de creación, aliento y desencanto. Los matices y colores reflejan el sentimiento terrígeno, el paisaje comarcano, los tradicionales bodegones, retratos, elementos abstractos, trazos expresionistas. No se aleja de la problemática social, expuesta como consecuencia del fenómeno migratorio. La descripción andina es fuente infinita de riqueza, resplandor de paz y sosiego, cielo transparente y distinto a otros lares del mundo occidental. Perugachy, tras cuatro décadas de rigurosa indagación en el oficio pictórico, ha expuesto, paralelamente, ya sea en nuestro territorio patrio o en Colombia, Israel, Egipto, México, Inglaterra, Estados Unidos, España, China. El acrílico, la acuarela, la témpera, el óleo, son materiales utilizados, a más de otras sustancias y líquidos entremezclados que posibilitan la tarea creativa.

Perugachy asevera que la realidad del hombre americano es la realidad del hombre carcomido por la infelicidad. Muchas veces “la sonrisa más hermosa es el llanto”. Detesta la prostitución artística de varios de sus colegas. Sobre el quehacer pictórico revela: “Mi paleta es la única que conoce mis secretos, de rebeldía, de desamor, de pena y de ternura. Crecí contracorriente y aprendí a levantarme después de cada caída; pero también aprendí los secretos de la línea y del color. Arte, te busqué, y cuando llegaste a mí, me envolviste como la tierra a la semilla”.

Otavalo-Jorge Perugachy y Jorge Perugachy-Otavalo; comunión diaria de montañas y ríos que antes de separarlos, siempre se unifican. Otavalo permanece sigiloso en sus cuadros que son vivencias sepultadas en el desván de la añoranza, grabadas en la memoria rescatada de esos inolvidables juegos infantiles. Las golondrinas, flores, lagunas, moradas añejas, son angustias espirituales que palpitan en este creador cada vez que recuerda a su incomparable lugar de origen.

Diario El Telégrafo / 02-febrero-2011 / pág.08

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