miércoles, 16 de febrero de 2011

No se lo digas a nadie


Jaime Bayly deslumbra a la crítica con la propuesta narrativa del libro: No se lo digas a nadie (Seix Barral, Biblioteca Breve, abril 1999). De hecho este texto con varias reimpresiones, causó más de un comentario en el círculo literario. Para Mario Vargas Llosa, por ejemplo, “esta excelente novela describe con desenvoltura y desde dentro la filosofía desencantada, nihilista y sensual de la nueva generación”.

La obra se divide en tres partes, en cuya trama se destaca la vivencia del personaje central: Joaquín Camino, desde sus años de adolescencia, hasta su caótica etapa de plena juventud. Al inicio se advierte que “las historias que aquí se narran sólo ocurrieron en la imaginación del autor; cualquier semejanza con la realidad es pura coincidencia”. La homosexualidad como temática recurrente y obsesiva se refleja en las páginas escritas como un fantasma que asecha sin remordimiento alguno en la mente y psiquis del creador, con toda la crudeza del hecho y la franca actitud descriptiva. Esta preferencia sexual latente en la realidad subterránea y clandestina de la sociedad contemporánea, se detalla desde la experiencia de Joaquín, con el agregado experimental de las drogas y la intensa nocturnidad. Un entorno familiar agobiante y ficticio (Maricucha, Luis Felipe, Ximena) incide de manera determinante en la reacción contraria de Joaquín a los valores espirituales difundidos con exceso por su madre (Maricucha), a la condición machista expresada por su padre (Luis Felipe), quien le impone una conducta direccionada y vertical desde la infancia, al burdo estilo del pequeño burgués latinoamericano. Para Joaquín, los primeros años de vida son crueles en tanto se expresa una rigidez religiosa materna que raya en el fanatismo. Posterior a esta etapa, la culminación de los estudios superiores se ve afectada por un total quemeimportismo y por el ansia de exploración de la conducta humana. Joaquín participa de una independencia existencial, bajo una dependencia a mantener relaciones masculinas, y a las substancias psicotrópicas. La relación social es considerable: Alexandra, Juan Carlos, Gustavo, Gonzalo Guzmán (actor), Rocío, Juan Ignacio,... Todos ellos “coqueros” de peso. Aunque a ratos se siente la necesidad de abrazar a la soledad, cayendo en una depresión y en un vacío como efecto de los alucinógenos consumidos. Bayly tiene la cualidad de interpretar -antes que reivindicar- con absoluta fuerza fidedigna un tema tan añejo como el hombre mismo y que se esconde en las taras mentales y en los conceptos preestablecidos: el homosexualismo.

Al recrear historias diversas alrededor de este icono temático, atiende también la opción de polemizar sobre el oficio literario, en concordancia a la raíz principal de las historias contadas. Con la novela No se lo digas a nadie, Bayly irrumpió en las letras como una fuerza reveladora, testimoniando además la conducta superficial de su país de origen: Perú, por supuesto desde su original forma de contar, la cual ha sido recogida en la película que lleva el mismo nombre de la obra y que bajo la dirección del cineasta Francisco Lombardi obtuvo en el 2000, un galardón en el Festival de Cannes.

Diario El Telégrafo / 15-diciembre-2010 / pág.08

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