miércoles, 10 de marzo de 2010

Fisgoneando la obra de Gualsaquí



La propuesta pictórica de Whitman Gualsaquí Sasi (Otavalo, 1960) se entrelaza en imágenes de huarmis tiernas y entes anónimos; engendros en medio de flores, frutas y luna llena; género femenino resumido en siluetas especiales, propias de la esbeltez y belleza de la carne en la plenitud del día.

Que duda cabe al afirmar que la pintura no es más que un proceso de catarsis del artista frente al lienzo, sumergido en un torrente de angustia, desaliento y llanto, pero al mismo tiempo, en una búsqueda incesante por encontrar la luz al final del túnel. Nuestros pintores tienen la ventaja de convivir en un entorno lleno de un realismo fantástico, desde donde surgen personajes inverosímiles y hechos insólitos. Esto, como parte de una idiosincrasia que reafirma la estirpe andina, entre montañas y lagos, entre la solidaridad de la gente y la tranquilidad del campo, entre rituales ancestrales de los pueblos nativos y las habilidades artesanales innatas.

Gualsaquí, arrastra por su origen geográfico, una marcada huella otavaleña; entendida ésta, en la identidad de dicho lugar milenario, la misma que es recogida en sus cuadros, y, transmutada en trazos, considerando la relación interétnica y los elementos constitutivos de una sociedad compleja por su heterogeneidad cultural; cuyos principales actores: mestizos e indígenas, asimilan sumergidos en la modernidad, y, paradójicamente, en el subdesarrollo, la constante evolución societal. En el lienzo sobresale el desdibujo, contando para el efecto con la diversidad humana en una construcción de vasos comunicantes que giran entre la sensibilidad y el silencio. Ese silencio que es parte fundamental en el taller de trabajo del pintor; sitio vital en donde se fragua a partir del color, figuras atrayentes confundidas con los frutos que brotan de la madre tierra, con pájaros cantores quienes mágicamente se inmovilizan en el dibujo.

Ternura: esa es la palabra ideal para resumir la idea artística de Whitman, para lo cual la feminidad se enmarca con melancolía, y, paralelamente, con una alta dosis de erotismo, reflejada en las medias de seda resplandeciendo en las largas piernas, como acto inicial de un interminable juego macabro que trastoca las sábanas, sin importar el frío de la nocturnidad.

Según Ernesto Sábato, el arte “es la manera de ver el mundo de una sensibilidad intensa y curiosa, manera que es propia de cada uno de sus creadores, e intransferible”. La visión artística de Gualsaquí le acerca a los innumerables rostros de mujeres, en la negritud, en la indianidad, en el mestizaje; con los ojos abiertos para evitar el asecho carroñero de una sociedad que goza de la impunidad y el absurdo, así, como también, con los ojos cerrados para detener al tiempo, y soñar con las historias de amor más entrañables en los lugares de riqueza paisajística y bondad natural, que sólo la creación humana es capaz de bosquejarla. La plenitud femenina se destaca en miradas infantiles con una inmejorable dosis de ingenuidad, y, también, de tristeza, tal vez, por los padres ausentes, por los amigos furtivos, por las aulas inexistentes, por los juegos inconstantes, por la falta de un plato de comida, por el dolor que se siente al caminar con los pies delcazos, por la dureza de los corazones impuesta en la barriada pobre ante necesidades y anhelos perdidos junto con el engaño y la explotación.

El mismo Sábato cree que “el artista es en general un ser disconforme y antagónico, y porque en buena medida es precisamente su desafecto a la realidad que le ha tocado vivir lo que lo lleva a crear otra realidad en su arte”. Por ello, tal vez, Whitman pese a estar radicado en la Capital de la República, busca instantes de escape del bullicio y el vértigo, retornando a la provincia azul en donde reposan deidades y viejas historias; fuente incontenible de arte y sosiego. Huye de esa realidad individualista, para construir en la tela su propia realidad.

El lenguaje expresionista de Gualsaquí, cuyo interés por el arte proviene del legado familiar, se divulga a través de incontables siluetas con colores múltiples que nos infunden alegría, aunque en el fondo se imponga la reflexión ante la sugerente tristeza del ser humano. Whitman Gualsaquí me acerca por su nombre al poeta Walt Whitman, y a aquel verso que define a “…un hombre que riega las raíces de todo lo que crece”.

Otavalo, marzo 2 del 2007

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