Este espacio contiene artículos de opinión y datos informativos sobre arte, cultura, identidad y análisis político. Aunque en esencia, se nutre de la semilla literaria que crece como la vida, y, a ratos, se ausenta como la muerte.
miércoles, 10 de marzo de 2010
MARTÍ: GERMEN DE REBELDÍA, PATRIOTISMO Y SENSIBILIDAD POÉTICA
“El verdadero hombre no mira de qué lado se vive mejor,
sino de qué lado está el deber”
J.M.
José Julián Martí Pérez (Cuba, 1853-1895), es un referente de la libertad, lucha social y desprendimiento humano. Su trayectoria vital ajustada a la búsqueda por la igualdad de los hombres y mujeres y, por la autodeterminación de los pueblos, se convierte en la actualidad en un ejemplo de indeclinable ética del patriotismo.
Desde temprana edad tuvo preocupaciones relacionadas con el quehacer político de su país, el mismo que se regía bajo la tutela colonialista de España. Su origen humilde no fue un obstáculo para adentrarse al estudio y al conocimiento de la realidad latinoamericana y mundial. En ese aspecto, la guía de su maestro Rafael María Mendive fue determinante. Fue con él que aprendió las corrientes del pensamiento que imperaban en la época, al interior de las aulas de la Escuela de Instrucción Primaria Superior Municipal de Varones de La Habana.
La idea de librarse del yugo español fue tomando cuerpo de tal manera que junto a varias amistades (Fermín y Eusebio Valdéz Domínguez, Manuel Sellén, Santiago Balvín…) empezaron de manera aún incipiente a discutir sobre tan anhelada meta. Antes de cumplir 18 años fue encarcelado en un acto calificado por el poder monárquico como delito de “infidencia, por una carta suya condenando la actitud de un condiscípulo que ingresó en el ejército español”, según narra Alejandro Querejeta. Tal apresamiento, que inicialmente tuvo sentencia de seis años con trabajos forzados fue luego -por insistencia familiar- reemplazado con la deportación a España. Este episodio fue determinante para Martí, porque tal destierro le permitió ahondar en su iniciativa de liberación a favor del pueblo cubano. De manera paralela continuó con su inagotable preocupación intelectual. Cursó estudios de Derecho, Filosofía y Letras. Conoció de cerca a pensadores de la talla de Víctor Hugo, en vista de que recorrió parte de Europa. En su estancia en España afinó su concepción de la democracia y la teorización política, a la par que se vio multiplicada su producción literaria y periodística, haciendo suya la cita de Theodor Adorno: “En el exilio la única casa es la escritura”. En 1874 retornó al continente americano. México, Guatemala, Venezuela, Estados Unidos, Haití, Jamaica, Costa Rica, Panamá, fueron naciones en donde Martí continuó incubando una posición ideológica que le acercaba a las armas y, por lo tanto, a la necesaria construcción revolucionaria en la isla cubana. En el país azteca se reencontró con su familia. Contrajo matrimonio en 1877, con Carmen Zayas Bazán. De ella escribe los siguientes versos: “Es tan bella mi Carmen, es tan bella, / que si el cielo la atmósfera vacía/ dejase de su luz, dice una estrella/ que en el alma de Carmen la hallaría”. La pareja se divorció en 1891, por discrepancias de Zayas ante la incesante actividad política y cultural de su esposo fuera del hogar. Cabe señalar que Manuel Mercado fue amigo personal de Martí, con quien sostuvo una reveladora correspondencia.
Según Juan Paz y Miño “Tres ideas entrelazadas formaron la esencia del pensamiento martiano: la libertad de Cuba, el sentido latinoamericanista de la revolución y el anhelo por evitar que un nuevo colonialismo se extienda sobre los países de la región”.
De aquello se desprende que Martí fue un íntegro patriota, un gestor visionario de la inclusión latinoamericana y, un ferviente militante antiimperialista. Así como en su momento el libertador Simón Bolívar advirtió respecto del afán expansionista y de dominación geopolítica proveniente desde Norteamérica, Martí en una epístola a Mercado, en el epílogo de su vida, grafica similar percepción: “…ya estoy todos los días en peligro de dar mi vida por la patria y por mi deber -puesto que lo entiendo tengo ánimos con que realizarlo- de impedir a tiempo con la independencia de Cuba que se extiendan por las Antillas los Estados Unidos y caigan, con esa fuerza más, sobre nuestras tierras de América. Cuanto hice hasta hoy, y haré, es para eso…”.
Su amor a Cuba impresiona. Fue un hombre que cultivó a través de las letras la pasión por la patria y, por intermedio del fusil la emancipación de los pueblos. Ese sentimiento terrígeno y de defensa a la tierra natal se reflejó en su escritura, aún a costa de cierta beligerancia: “El amor, madre, a la patria/ no es el amor ridículo a la tierra / ni a la yerba que pisan nuestras plantas: / es el odio invencible a quien la oprime, / es el rencor eterno a quien la ataca”. De manera constante sea en verso o en prosa reflexionó alrededor del tema citado: “La patria necesita sacrificios. Es ara y no pedestal. Se la sirve, pero no se la toma para servirse de ella”.
Fue autor de varios libros, entre los que sobresalen: “El presidio político en Cuba”, “La república española ante la revolución cubana”, “Diarios de Campaña”, “Nuestra América”, “Ismaelillo”, “Versos Sencillos”, “Versos Libres”. Supo canalizar una propuesta múltiple a través de diferentes géneros literarios, en donde se imprime la huella de la corriente modernista. No obstante de su intenso y prolífico aporte en el campo bibliográfico, siempre estuvo pendiente de la organización político-revolucionaria. Por ello, fundó en abril de 1892 el Partido Revolucionario Cubano. Su decidida actitud combatiente se reflejó en la guerra de 1895; año de su deceso en pleno combate en Dos Ríos, al oriente cubano, “de cara al sol” como él anunció en sus “Versos Sencillos”. Recién en 1898 se concretó el fin del colonialismo español en la Isla, aunque, paradójicamente, con la intromisión de tropas norteamericanas y, por ende, de un nuevo sistema de coloniaje. Luego de aproximadamente cuatro años Cuba alcanzó un relativo nivel de independencia. El legado de insurrección, rigurosidad académica, preocupación ideológico-política, y sensibilidad poética impuesto por “El Apóstol” sigue incólume en el tiempo y, desde luego, se mantendrá vigente de forma imperecedera por medio de las páginas de la historia: “Yo soy un hombre sincero / de donde crece la palma, / y antes de morirme quiero / echar mis versos del alma. / Con los pobres de la tierra / quiero yo mi suerte echar: / el arroyo de la sierra / me complace más que el mar”.
Otavalo, octubre del 2007
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