miércoles, 10 de marzo de 2010

VITERI: TRAZOS SILENTES Y ANIMISTAS DE ÉBANO



El arte siempre tendrá múltiples interpretaciones, concomitante, a la cosmovisión de una humanidad compleja, diversa, disímil.

A partir de ese ámbito creacional el ser desde su inteligencia expande aristas que enaltecen los sentimientos y la belleza, como condición primigenia del fenómeno artístico. No obstante, el grito rebelde, la ignominia, la canción triste, también se bifurcan en escenarios creativos, como respuesta del artista ante la desmemoria y la falacia que, en determinados estadios sociológicos ha inducido el poder oficial.

Bladimir Viteri (Ibarra, 1981); militante activo del pincel, se atreve en plenilunio a desentrañar la existencia que se junta con los días rutinarios. Joven creador de trazos silentes, se abre paso con decisión propia, pero, fundamentalmente, con un estilo que irrumpe en la plástica provincial y nacional con buenos augurios. Para él, la condición humana es vasta expresión que se sumerge en el lienzo sin taras mentales. Obsesionado por plasmar los artilugios de la vida; Bladimir se sumerge desde el vacío en los cuerpos de los amantes nocturnos, en la feminidad con sus gestos y siluetas prominentes, en semblantes con la finura de los colores que le vuelven asequibles a cada una de sus composiciones artísticas. Tenue cromática con la cual el espectador degusta de una propuesta con técnicas y materiales múltiples. En una etapa pictórica, por ejemplo, se anteponen líneas simples que acrisolan un mensaje límpido y transparente.

El origen de su vocación tiene referencia en la búsqueda incansable de respuestas que confirmen esos caracteres identitarios que van afianzando su condición de hombre en el entorno societal. Efectivamente, la negritud cobra fuerza en cada uno de sus cuadros. Por tal motivo, -directa o indirectamente- este catador de la pintura se aferra con conciencia y conocimiento a sus raíces terrígenas, a esa historia colectiva que habla de exclusiones y ausencias, de ritmos cadenciosos y calles polvorientas, de promesas incumplidas por políticos rufianes, de carreteras olvidadas, de gambetas futbolísticas, de navidades tristes y quimeras perennes.

“El arte debe ser estudiado no por pueblos sino por culturas y el verdadero enriquecimiento del espíritu humano se hace al confrontarlas entre sí, aún cuando quizás nunca podamos entender en su profundidad una cultura que no sea la nuestra”, reflexiona Claudio Mena Villamar.

Bladimir propaga y dignifica su cultura primigenia y, con ello, ratifica la irrestricta condición de sociedad intercultural en la cual convivimos y transitamos ante el espasmo del tiempo. Somos diferentes y, en la huella de la heterogeneidad vamos asimilando la riqueza policultural. Este joven artista resalta en su producción la libertad para configurar un pensamiento pictórico, una filosofía telúrica proveniente desde el análisis plástico. Bladimir demuestra en sus cuadros su condición de ente libre predispuesto a transmitir con soltura los desvelos de la época posmoderna.

Entre sus muestras propositivas sobresalen: Negritud y Origen, Discursiva a uno mismo, Estética de la Negritud, Ídolos y Animistas, Afro Génesis y Blanco y Negro.

“El hombre contemporáneo ha perdido la capacidad de asombrarse frente al mundo visual y externo”, cavila Mena Villamar. Sin embargo, y, contradiciendo esta apreciación, el citado creador nos brinda pautas sensibles y poetizables para asombrarnos de nuestro entorno, para entender y tolerar la multietnicidad, para cerrar los ojos por un instante y comprender los insondables significados de la vida, de la paisajística natural, y, claro, los avatares que trae consigo el delirante oficio de pintor.

Otavalo, octubre del 2009

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