El telón se cierra y queda la satisfacción de haber disfrutado del buen toque del balón. De hermosos goles. De emociones prolongadas. De tácticas remozadas en la cancha. De planteamientos esgrimidos desde la técnica moderna. Del espíritu impregnado de garra y pundonor. De fuertes marcaciones. De contragolpes mortales. De individualidades determinantes. De gambetas que ilusionaron al graderío. De pases que fulminaron las adversidades. Del aparecimiento de figuras rutilantes. Y por otra parte, hubo el padecimiento tras la derrota. La frustración ante la impotencia de equipos eliminados de forma fugaz. La decepción de selecciones que defraudaron a sus compatriotas. La presión física y psicológica que provocó que el rendimiento de ciertos ídolos que dominan la pelota tropezara con el fracaso.
El Mundial de Fútbol 2014, efectuado en la tierra del ‘juego bonito’, en términos generales, ha concitado la complacencia de los espectadores. Y más allá de los resultados y de los sucesos impredecibles, propios de este deporte -como la humillante derrota del dueño de casa por el actual campeón Alemania-, queda el deleite demostrado en la cancha por los 32 equipos participantes.
Hay claves que rescatar del fútbol, por ejemplo, la construcción de identidades colectivas, en donde no basta la genialidad de particularidades (como se demostró con Argentina y Brasil). Siempre tendremos preferencias, porque el fútbol también se juega con el alma y con el fervor subjetivo, por eso, aplaudo el liderazgo de Javier Mascherano -sin cinta de capitán-, la efectividad de James Rodríguez, la personalidad de Bastian Schweinsteiger, las atajadas de Keylor Navas, la finura de Neymar, las enseñanzas del entrenador Louis van Gaal.
De nuestro continente hay que preponderar el rol protagónico alcanzado por Colombia y Costa Rica. Al igual que Chile, Uruguay y México. En tanto, la intervención de los ‘albicelestes’ despuntó todas las expectativas. Y precisamente de estas válidas experiencias debe nutrirse Ecuador. Si bien nuestro seleccionado tricolor clasificó a esta cita futbolística, su nivel estuvo debajo de las aspiraciones del país y de los entendidos del balompié. Entonces, la Federación Ecuatoriana de Fútbol (FEF) debe repensar en la posibilidad de bríos diferentes en la conducción técnica, ya que el ciclo de Reinaldo Rueda -a mi modesto criterio- ha llegado a su final.
Pero hay algo sustancial y de fondo: la necesaria renovación de la dirigencia de la FEF, por sanidad moral y por obvias razones de democratización institucional. Los 16 años de presidencia de Luis Chiriboga es un tiempo más que suficiente que debe proseguir con balances, informes y un pormenorizado examen de los recursos manejados, que permitan dar la vuelta a la página y concebir opciones de vientos modificatorios en el manejo de la FEF y un nuevo proceso en el ámbito de selecciones. Una posible reelección de Chiriboga a inicios de 2015 sería una desmesurada manera de entronizarse en un estamento que no debe asumirse de propiedad privada.
Capítulo aparte merece la deficitaria tarea comunicacional ecuatoriana -especialmente en radio y televisión- en este Mundial. Transmisiones de limitado análisis y con una narración que ofende al idioma castellano. Quienes asumen su condición de periodistas deportivos están muy lejos de serlo, con pocas excepciones.
Es una lástima que escuchemos criterios sin mayores argumentos ni contextualización, y transcripción de los hechos futbolísticos aplicando frases trilladas y vacuidad en la utilización del lenguaje, en donde prevalece la improvisación y la redundancia. Esto, para desconsuelo de los aludidos, no se aprende en un simple ‘manual’.
Diario El Telégrafo / 15 Jul 2014
http://www.telegrafo.com.ec/opinion/columnistas/item/claves-y-lecciones-tras-la-pelota-mundialista.html
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