El Campeonato Ecuatoriano de Fútbol ha concluido en el presente año, entre avatares y dificultades presupuestarias de buena parte de los clubes participantes. Más allá de los resultados finales, queda un sabor agridulce respecto del compromiso de varios actores inmiscuidos en tal ámbito de pasión colectiva.
Primero, considero que la dirigencia no ha sabido responder a la altura de las expectativas de la hinchada.
Desde luego, hay excepciones que confirman la regla. El meollo del asunto se deriva en que el fútbol es visto como un negocio rentable, en donde poco interesa que la camiseta de determinado equipo se destaque con proyección propia. Esa ambiciosa mirada de rentabilidad perjudica en esencia al noble desenvolvimiento del rey de los deportes. Dicho por Eduardo Galeano: “La moral del mercado, que en nuestro tiempo es la moral del mundo, autoriza todas las llaves del éxito, aunque sean ganzúas. El fútbol profesional no tiene escrúpulos, porque integra un inescrupuloso sistema de poder que compra eficacia a cualquier precio”. Y, en esa atmósfera competitiva, los presupuestos se vuelven inmanejables y los sueldos impagables. Quienes sufren las consecuencias de las carencias económicas, por supuesto, son los mismos jugadores, quienes son los protagonistas de este ‘negocio’.
En esa dimensión, la compraventa de los jugadores no se compadece con la realidad monetaria de los conjuntos; las transferencias ilusionan a los hinchas, pero, paulatinamente, el déficit financiero desnuda una lamentable realidad, en donde se pierde el sentido humano, se incumplen los compromisos y se tensiona el ambiente de los camerinos.
La erogación de un salario oportuno no ha sido compensada en nuestro país en este 2013, paradójicamente, en las instituciones de tradición y raigambre popular ubicadas en la serie de privilegio (Deportivo Quito, Nacional, Barcelona, Deportivo Cuenca). Asimismo, otras escuadras aceptan una delicada situación en sus arcas corporativas. Esto deriva en una visible crisis económica que no será saldada de manera inmediata, redundando en otros aspectos logísticos y operativos, que perjudican el normal desempeño del torneo nacional. Es de suponer que se efectuarán planes internos administrativos y de captación de recursos e inversiones frescas provenientes de actividades lícitas que permitan superar los escollos expuestos.
Por otro lado, los medios informativos aún le deben a la afición un sentido pedagógico de su rol, toda vez que no han respondido a una tarea analítica que conduzca a un debate serio, ajeno a empatías o afinidades.
Esto implica un discernimiento cabal de la materia futbolística, con la finalidad de difundir datos estadísticos, episodios históricos y sucesos de coyuntura que permitan contextualizar un enfoque sistémico de esta disciplina deportiva.
Diario El Telégrafo / 10 Dic 2013
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