En Ecuador la tarea de publicar revistas especializadas se ha vuelto
en todo momento una hazaña o empresa de enormes ribetes -más aún si el
contenido pretende la proyección poética-, ya sea por la solvencia
financiera o por la efectiva distribución al potencial público lector.
Lo anterior, precisamente, estimula la Secretaría Técnica del Consejo
Nacional de Cultura (CNC), desde febrero de 2010, con la impresión de
Ruido Blanco.
Esta revista llega a mis manos en sus números 4 y 5, en cuyos contenidos resaltan entrevistas a Efraín Jara Idrovo y Humberto Vinueza; ensayos sobre la obra de Gonzalo Rojas y Nicanor Parra, respectivamente.
Desde luego, la poesía se refleja de cuerpo entero, con el lente contemporáneo de Cecibel Ayala, Javier Cevallos Perugachi, Fabián Darío Mosquera, Alexis Naranjo, Carlos Vallejo, Marcela Noriega, Danny Torres, entre otros “jinetes del habla”. A ello se suman reseñas bibliográficas. Cabe enunciar la inteligente colaboración de Luis Carlos Mussó, Andrés Villalba, Felipe García Quintero -con su crítica del lenguaje en San Juan de la Cruz-, Eduardo Milán. Se complementan ilustraciones de Celso Rojas y Carlos Rosero.
Ruido Blanco es una revista atrayente de elegante presentación (cuyo editor es Raúl Pacheco Pérez), en la cual se conjuga el papel en blanco con la enunciación del ruido que emana el río de ideas, emociones, sentimientos, en la diáspora de la vida y de la muerte. Es un acertijo límpido en donde el soplo de las letras se impone ante el desaliento humano.
De sus páginas emerge un hermoso epígrafe de Francisco Granizo: “Advertido o inadvertido, el poeta ha de salir a la inaudita aventura al misterioso filo de la medianoche del alma y en luz de ceguera ha de perseguir la presa imposible”. En similar línea, Laura Solórzano acota que “la poesía es una exploración que se abre camino entre la conciencia cotidiana, el lenguaje usual y el pensamiento íntimo […] solo desde la imaginación y la verdad se trazan los ductos del poema […] el lenguaje de la poesía es lenguaje trastornado (reflejo del mundo mismo, del sistema que trastorna al individuo dada su rapacidad y desdén), es lenguaje alterado por la conciencia, experiencia y sensibilidad que, a su vez, altera y trastorna a su lector. Alteración de apertura del ser sensible que desarrolla en sí mismo otras formas de sentir”.
Ruido Blanco es un cúmulo de palabras e imágenes que confluyen en un antiguo rito en donde se desmitifican los placeres ajenos y dolores propios. Es la fiesta de la poesía en todo su fulgor, para lo cual se combina la creación, rigor académico e investigativo, y el placer expresado en la esencia lírica. Que esta publicación continúe en la senda trazada por el CNC y sus alas sigan expandiendo la memoria literaria, que brota, prioritariamente, del territorio ecuatorial.
Diario El Telégrafo / 16 Ene 2013
Esta revista llega a mis manos en sus números 4 y 5, en cuyos contenidos resaltan entrevistas a Efraín Jara Idrovo y Humberto Vinueza; ensayos sobre la obra de Gonzalo Rojas y Nicanor Parra, respectivamente.
Desde luego, la poesía se refleja de cuerpo entero, con el lente contemporáneo de Cecibel Ayala, Javier Cevallos Perugachi, Fabián Darío Mosquera, Alexis Naranjo, Carlos Vallejo, Marcela Noriega, Danny Torres, entre otros “jinetes del habla”. A ello se suman reseñas bibliográficas. Cabe enunciar la inteligente colaboración de Luis Carlos Mussó, Andrés Villalba, Felipe García Quintero -con su crítica del lenguaje en San Juan de la Cruz-, Eduardo Milán. Se complementan ilustraciones de Celso Rojas y Carlos Rosero.
Ruido Blanco es una revista atrayente de elegante presentación (cuyo editor es Raúl Pacheco Pérez), en la cual se conjuga el papel en blanco con la enunciación del ruido que emana el río de ideas, emociones, sentimientos, en la diáspora de la vida y de la muerte. Es un acertijo límpido en donde el soplo de las letras se impone ante el desaliento humano.
De sus páginas emerge un hermoso epígrafe de Francisco Granizo: “Advertido o inadvertido, el poeta ha de salir a la inaudita aventura al misterioso filo de la medianoche del alma y en luz de ceguera ha de perseguir la presa imposible”. En similar línea, Laura Solórzano acota que “la poesía es una exploración que se abre camino entre la conciencia cotidiana, el lenguaje usual y el pensamiento íntimo […] solo desde la imaginación y la verdad se trazan los ductos del poema […] el lenguaje de la poesía es lenguaje trastornado (reflejo del mundo mismo, del sistema que trastorna al individuo dada su rapacidad y desdén), es lenguaje alterado por la conciencia, experiencia y sensibilidad que, a su vez, altera y trastorna a su lector. Alteración de apertura del ser sensible que desarrolla en sí mismo otras formas de sentir”.
Ruido Blanco es un cúmulo de palabras e imágenes que confluyen en un antiguo rito en donde se desmitifican los placeres ajenos y dolores propios. Es la fiesta de la poesía en todo su fulgor, para lo cual se combina la creación, rigor académico e investigativo, y el placer expresado en la esencia lírica. Que esta publicación continúe en la senda trazada por el CNC y sus alas sigan expandiendo la memoria literaria, que brota, prioritariamente, del territorio ecuatorial.
Diario El Telégrafo / 16 Ene 2013
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