domingo, 10 de agosto de 2014

Volver al fulgor de la grafía


En el papel el verso anida como una necesidad del espíritu. Como el pan, el agua, el fuego, el aire. Como el regocijo infantil y la caricia del nieto. La poesía habita en el torbellino y la inclemencia, en la calma y el sosiego. Es el instintivo llamado de la paz y la bienaventuranza, de la niebla y la ceniza. Es el contubernio con lo propio y lo ajeno, con la desidia y la esperanza. Es la cosecha de reliquias y sortilegios. Es el suspiro de experiencias furtivas y la premonición de la parca.

“Maneras de volver” (Ediciones Vitruvio, Madrid, tercera edición, 2011), de Rafael Soler (España, 1947), es un libro que germina desde el cántaro y la memoria. No es un solaz cualquiera, sino la aprehensión de la vida y la profundidad de un canto con voz agigantada y oportuna. Es la búsqueda de la amada, y, con ello, la profanación del amor. Es el recuento de las historias perdidas y el recuerdo de los cuerpos ausentes.
Poesía que es el naufragio después
de la bohemia y los fracasos inconfesables
 
El poemario está dividido en tres partes: Amor kebap, Vivir es un asunto personal y la Casa helada. En términos generales, es el regocijo de la carne y la ironía del beso, la cavilación de lo pasado entre amigos y la abundancia de los abrazos, y la mortaja extraviada en el seno de la noche. Rafael, desde el vespertino contacto con los labios envolventes, dice: “Yo no elegí ser el primero en navegarte/ y surcar tu cuerpo cada noche como un río/ bebiendo amaneceres que no me pertenecen/ yo no subí las cimas coronadas de tu cuerpo/ ni bajé a sus profundidades/ yo no busqué la deriva de tu sueño/ ni tengo cien años para darte/ yo estaba en mi camino sentado con la tarde/ y tú pasaste”.

Poesía que se impone ante la vacilación del viejo oficio, que transita por los bordes de la inclemencia sin importarle el futuro, tan solo la conjunción de lo coexistido. Es el naufragio después de la bohemia y los fracasos inconfesables. Es la exclamación de códigos que atraviesan la añoranza. Como expresa el autor: “Una promesa/ que sonríe con sorna cuando hablo/ un buzón que abro solo si se queja/ algunas oraciones en buena compañía/ un ascensor donde tropiezo conmigo cada tarde/ un homenaje que nunca merecí/ un divorcio merecido/ odio al alcohol/ incomprensible y falso/ dos plumas/ una sincera la otra perezosa/ y un día más para seguir conmigo”.

En la ruptura con el aburrimiento que provoca el ruido de la urbe y el peregrinaje que conduce a la muerte, la versificación sugiere: “En nombre de todo lo prohibido/ del duelo que nos viene y su dolor profundo/ de vida hasta las cejas pido/ resucítame/ y por un instante en vilo nada cambiaré de lo vivido”.

Rafael Soler con “Maneras de volver”, ha retornado a su inefable pasión poética, en donde los grillos se observan con el blanquecino semblante lunar, para legarnos el brillo del amanecer, como antítesis de tristeza.

Diario El Telégrafo /  22 May 2013

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