domingo, 10 de agosto de 2014

Verso errante en el camino incierto

La sencillez de las cosas y las simples formas de asumir la cotidianidad se juntan en el poemario “Incierto caminar” (Sarau das Letras Editora, 2012), del brasileño David de Medeiros Leite.

En este poemario se leen fragmentos de vida, como un carnaval de colores y un cúmulo de impresiones detenidas en el tiempo. Sus textos son estampas de los días que transitan por la orilla común.

Es el torrente musical que requiere el hombre para aminorar las penas. Es la expresión del autor a partir de sus experiencias itinerantes y particulares descritas entre paradojas y notas melancólicas. Es el detalle de parajes y lugares retenidos en la oración del peregrino.

“Las imágenes (agradables)/ del sueño colorido,/ despiertan sentimientos/ que dormitaban/ en la memoria./ Los recuerdos, recostados/ en las cenefas del corazón,/ suscitan sueños,/ avivando remembranzas”, escribe David de Medeiros Leite.

La poesía referida contiene imágenes que seducen a la aurora, coquetean con la madrugada y se regocijan con la ventisca del mar bravío, en cuya orilla aparecen esbeltas y valientes mujeres de río del fuego, en espera de alimento y esperanza. Los anhelos se esparcen como las semillas que el hombre comparte con los pájaros libres. Las horas sobrevienen en la irónica monotonía de los sucesos intrascendentes: “Por la ventanilla del tren, rápida la vida pasa…/ Una triste joven pasa./ Arando la tierra, el hombre pasa./ Una flor, en el humilde jardín, pasa…/ Llevando la vida,/ un entierro también pasa…”.

Las tradiciones religiosas, a ratos, emergen en los versos de David de Medeiros Leite, especialmente ciertos acontecimientos populares de su país. El tono rítmico es un elemento constante en sus poemas de contextura corta, en su mayoría.

También se destaca una evocación de corte existencial: “Púrpuras tardes,/ preludios y presagios,/ que otros pasos y espejos/ urdirán de misterios/ otras noches sin estrellas…”.

“Incierto caminar” es una ofrenda de afectos, un canto de paz en época navideña, un exhorto por vientos mejores en la ruta trazada: “La carretera, que se hace de ida y retorno,/ transporta realidad y desvarío./ Hay vida en su cauce y en su entorno,/ así como en el curso de un río./ También está el caminante solitario,/ absorto en su mundo siempre errante,/ sin fecha, sin agenda, sin horario./ La carretera es esta voluntad de llegar…/ Y es el paso que transforma a todo instante/ la vida en un incierto caminar”.

Como dice Fernando Gil Villa: “…el poeta es el único ser sobre la tierra que no tiene raíces, sino que las va echando continuamente, razón por la cual es incierto su caminar, y sin embargo, misterio de los misterios, llega más lejos que nadie".

Diario El Telégrafo /  20 Mar 2013

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