Tras la publicación en esta columna del
artículo “Tópicos de la cultura” de mi autoría, un amable lector
sugirió ampliar el debate de la temática tratada a razón de desmenuzar
las categorías relativas a cultura hegemónica y cultura popular. Menuda
sugerencia que aspiro a satisfacer en las subsiguientes líneas, sin
afanes eruditos ni mucho menos, tan solo con la intención de contribuir
en el diagnóstico de este apasionante campo de la sociedad.
Tal diferenciación tiene su punto de
partida en la estratificación social y en el modelo económico imperante.
Así, por largo lapso, el predominio del capital acentuó las asimetrías
sociales, provocando condiciones contrapuestas en el arte, en detrimento
de otras manifestaciones que se insertaban en lo folklórico y/o
artesanal. No podemos dejar de lado a la educación, política y
tecnología como factores de influencia en la dinámica cultural.
Esta situación alentó formas
alternativas de la gestión artística, en donde la democratización de los
espacios sea el puente inicial para el desarrollo de lo citado. Sin
embargo, el arte como efecto histórico ha sido sinónimo de propensión
elitista. Y, con ello, de divorcio con las esferas populares.
Enhorabuena, los tiempos cambian, y hoy las brechas se acortan, en
relación al acceso a las manifestaciones culturales, expuestas con
plenitud en la música, danza, teatro, cine, pintura, escultura,
literatura, etc. Para entender con mejor fluidez lo anotado, cito a
Abdón Ubidia: “Cultura culta y cultura popular. Cultura dominante y
cultura resistente. La demarcación bipartita de estos ámbitos ya no
tiene sentido en el mundo actual. La avasallante presencia de la cultura
de masas, ha venido a trastornar este esquema”. En esa línea, Ubidia
cree que “…los conceptos de cultura culta y cultura popular tienen sus
connotaciones históricas propias, sus correlatos sociales, sus claros
rasgos diferentes y, por cierto, sus herederos muy calificados y muy
actuales”.
Hay que señalar que ante la
omnipresencia de la cultura dominante, emergen desde la periferia y la
marginalidad rasgos evidentes de una cultura que se apropia de la
protesta, indignación y resistencia. Contando para el efecto, con un
rico bagaje pretérito que se abraza de la huella antropológica y de
elementos patrimoniales e identitarios que sintonizan con un proceso
masificador y convergente en la población anónima. Los medios de
comunicación cumplen un rol estratégico en la divulgación e
interactuación de las aristas culturales, sin marcar límites entre lo
culto y lo popular. Esto permite que el universo cultural tenga una
connotación plural e integradora.
A más de ello, es esencial visualizar
las políticas culturales impulsadas por el Estado y la voz demandante de
la sociedad civil, específicamente, de los sujetos sociales y
activistas culturales, en la reivindicación del quehacer cultural.
Diario El Telégrafo / 26 Dic 2012
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