domingo, 10 de agosto de 2014

Martí: germen de rebeldía, patriotismo y sensibilidad poética (I)



“El verdadero hombre no mira de qué lado se vive mejor, sino de qué lado está el deber” JM

José Julián Martí Pérez (Cuba, 1853-1895), es un referente de la libertad, lucha social y desprendimiento humano. Su trayectoria vital ajustada a la búsqueda por la igualdad de los hombres y mujeres, y por la autodeterminación de los pueblos, se convierte en la actualidad en un ejemplo de indeclinable ética del patriotismo.

Desde temprana edad tuvo preocupaciones relacionadas con el quehacer político de su país, el mismo que se regía bajo la tutela colonialista de España. Su origen humilde no fue un obstáculo para adentrarse al estudio y al conocimiento de la realidad latinoamericana y mundial. En ese aspecto, la guía de su maestro Rafael María Mendive fue concluyente. Con él aprendió las corrientes del pensamiento que imperaban en la época, al interior de las aulas de la Escuela de Instrucción Primaria Superior Municipal de Varones de La Habana.

La idea de librarse del yugo español fue tomando cuerpo de tal manera que junto a varias amistades (Fermín y Eusebio Valdez Domínguez, Manuel Sellén, Santiago Balvín…) empezaron de manera aún incipiente a discutir sobre tan anhelada meta.

Antes de cumplir 18 años fue encarcelado en un acto calificado por el poder monárquico como delito de “infidencia, por una carta suya condenando la actitud de un condiscípulo que ingresó en el ejército español”, según narra Alejandro Querejeta. Tal apresamiento, que, inicialmente, tuvo sentencia de seis años con trabajos forzados fue luego -por insistencia familiar- reemplazado con la deportación a España. Este episodio fue determinante para Martí, ya que el destierro le permitió ahondar en su iniciativa de liberación a favor del pueblo cubano. De manera paralela continuó con su inagotable preocupación intelectual.

Cursó estudios de Derecho, Filosofía y Letras. Conoció cercanamente a pensadores de la talla de Víctor Hugo, en vista de que recorrió parte de Europa. En su estancia en España afinó su concepción de la democracia y la teorización política, a la par que se vio multiplicada su producción literaria y periodística, haciendo suya la cita de Theodor Adorno: “En el exilio la única casa es la escritura”. En 1874 retornó al continente americano. México, Guatemala, Venezuela, Estados Unidos, Haití, Jamaica, Costa Rica, Panamá, fueron naciones en donde Martí extendió una posición ideológica que le acercaba a las armas y, por lo tanto, a la necesaria construcción revolucionaria en la isla cubana. En el país azteca se reencontró con su familia. Contrajo matrimonio en 1877 con Carmen Zayas Bazán.

De ella escribe los siguientes versos: “Es tan bella mi Carmen, es tan bella/ que si el cielo la atmósfera vacía/ dejase de su luz, dice una estrella/ que en el alma de Carmen la hallaría”. La pareja se divorció en 1891 por discrepancias de Zayas ante la incesante actividad política y cultural de su esposo fuera del hogar. Cabe señalar que Manuel Mercado fue amigo personal de Martí, con quien sostuvo una reveladora correspondencia.

Diario El Telégrafo /  30 Ene 2013

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