domingo, 10 de agosto de 2014

Verso, memoria y desdicha

La poesía reproduce el estado del hombre en todo su esplendor y, también, en toda su pesadumbre. El susurro y el grito violento se juntan y se separan a la vez. Es la admonición del maleficio y el túnel que nos advierte la llamarada de la esperanza. Las letras se someten a un ejercicio lúdico en donde las ideas son más que simples estratagemas.

La poesía es vértigo y meditación, raíz y horizonte, huella y hondonada. Es la perturbación de la inercia, el incontrolable atajo al infierno. Es la embriaguez de los sentidos en medio de la incertidumbre que estimula la noche. Es el fulminante estallido de la locura en las horas inciertas. Es la prolongación de la desdicha y el acto dramático de la verdad.

No es dicha (Ediciones El Tábano, 2012) se denomina el poemario de Juan Secaira, en cuyo prólogo Carlos Luis Ortiz considera que “El poeta escribe desde una trinchera donde puede sentirse protegido. Los recuerdos con sus ecos son irrevocables para el movimiento de las letras. La vida puede volverse estática, pero jamás los pensamientos sobre esta, menos aún las estrategias para seguir viviendo”.

En tal sentido, el poeta es un estratega que supera el naufragio y los días insondables. Su tarea sobresale a la rutina, aunque se vale de ella para profesar la exaltación lírica. Es el prodigio de la belleza sintetizado en la edificación metafórica. Es la caída suicida tras los efectos de la borrachera y el despiadado ruido ensordecedor: "Marginales de versos alcoholizados/ empuñando las cadenas que tanto aprietan./ En la cumbre una lágrima se desbarranca/ afiebrada llega al hipotálamo./ Lo contrae como el gusano de nuestra infancia". O en el mismo tono desenfadado: "Un vodka me susurra mejores palabras que la madre que/ nunca tuve/ en el estrecho universo creado por mi precoz demencia".

Secaira transmite sus soledades y artificios, a partir de la evocación de la infancia, del núcleo familiar, de los amigos esporádicos, de la juerga y las madrugadas incontables. Se introduce en la atmósfera pictórica de Luigi Stornaiolo, en la rumba noctámbula, en el jolgorio que genera el rey de los deportes, en la piel femenina contorneándose en lugares espumosos como el sorbo de cerveza, en los quejidos del oficio pecaminoso, en las enfermedades del alma, en los extramuros de una urbe desolada y fría: "Vivir es contener la sangre hasta que a borbotones explote [...] / en la ciudad de nadie / el sexo manda, a escondidas".

Es la memoria propia y de los otros, la que se encandila en la propuesta compendiada en No es dicha. Poemario trabajado con la epidermis del pasado y el recurrente estímulo del presente vital y determinante. El autor confiesa: “Soy un hombre de mundo/ el último y más hormigueante rincón de esta casa/ me lo conozco de memoria”. Esa casa que habla de recuerdos, aventuras y pesares.

Es la búsqueda de los rincones y escondites en donde se refugia el poeta mientras cae la lluvia. Una manera fehaciente de encontrar la autenticidad literaria. Como señala Ortiz: “No es dicha, un libro necesario de leer para percatarnos del horror de lo cotidiano y de sus bondades, a veces esquivas; un poemario que da cuenta de la finitud del ser humano”.

Diario El Telégrafo /  06 Mar 2013

No hay comentarios:

Publicar un comentario