domingo, 10 de agosto de 2014

Los fantasmas de la poesía

 
El poeta Diego Velasco nos insinuaba en una de esas tardes frías de la serranía ecuatoriana a desentrañar los fantasmas externos e internos, a jugar con las letras como esos niños traviesos que recortan figuras simples de revistas viejas. Atractiva actividad que en un inicio es motivadora, pero luego se vuelve envolvente, desgarradora.

Sin caer en definiciones filosóficas o en intenciones autobiográficas, asimilé dos seres obsesivos que me persiguen constantemente como la curiosa sombra del ser. Desde el aspecto exterior: la cotidianidad como elemento atrayente e inesperado. La cotidianidad empacada con el misterio del mañana desconocido, donde a su vez se amamanta el fantasma interior que me ronda y que tiene íntima relación con la incertidumbre, con el miedo a los pasos futuros en mi entorno. Ese temor que merodea y golpea la ventana del corazón.

El destino -infinito tema de discusión- tiene injerencia directa en el aspecto intrínseco. El destino comprendido como la hora de inseguridad y de intriga, de miedo y espera. Las vivencias del hombre son poemas en bruto que necesitan un procesamiento prolijo bajo la óptica sensible y el brazo imperativo de la exactitud. Se pueden emplear varios recursos basados en la propia experiencia personal para desencadenar temáticas recurrentes que exploten en el papel: el amor, el desamor, la muerte, la felicidad, la nostalgia, la propia vida con sus fases múltiples de desarrollo. Por eso no se descarta que la poesía sea la manera auténtica de flagelación humana.

Y si la palabra no existiera, el hombre correría el riesgo de la anarquía, viviría con la desesperación de un vacío en la comunicación. Y si la palabra no existiera, la belleza del verso, el dolor poético estuvieran ausentes en el alma del ser humano, en la metafísica de los sueños, en el sortilegio que provocan los actos diarios.  Y si la palabra no existiera, la sangre se derramaría en el papel como una entelequia, impotente de construir metáforas.

La literatura es una herramienta de liberación, que se vuelve necesaria en momentos de crisis social, en circunstancias en que la naturaleza se deteriora, predominando la indiferencia y atrocidad humana. La literatura es una amapola a la cual sus hijas e hijos deben cuidarla y hacerla crecer, con entrega completa y sacrificio constante.

Todas las motivaciones interiores y externas son alusiones valiosas para engendrar hadas vestidas con la transparencia del cristal. Los textos literarios deben socializarse para conocer el universo propositivo de cada autor(a). Los fantasmas que nos rondan son tan solo pretextos, bellos justificativos para la creación y recreación terrenal.

Diario El Telégrafo /  15 May 2013

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